domingo, 15 de febrero de 2009

RECESIÓN Y DEFLACIÓN.-


Para este blog, es motivo de orgullo y satisfacción, que - por fin - Jaime haya aceptado colaborar. Gracias. Jaime es Licenciado en Ciencias Políticas,Económicas y Comerciales por la Universidad Complutense, Ingeniero Técnico de Obras Públicas por oposición y Administrador de Fincas. Pero, sobre todo, una muy buena persona.
Sin duda, vivimos tiempos difíciles, en un curso de economía práctica que nada tiene que ver con los que se cursan en las universidades. Muchos economistas afirman que lo peor está por venir, pero nadie conoce las concretas medidas que se deben tomar; los resbalones de los gurús han sido sonados. Las esperanzas depositadas en el presidente Obama, cuyas medidas serían presuntamente la panacea para curar todos los males, se han disuelto poco a poco en el mes escaso que lleva actuando; pero ojalá que tales medidas y las que a su sombra se tomen en La UE, incluida España, nos saquen del atolladero.
DEFINICIONES.
Inflación. Hay INFLACIÓN cuando los precios de bienes y servicios tienen un aumento sostenido. En España se mide con el Índice de Precios de Consumo (IPC); este índice recoge los cambios que se producen en el costo de una cesta que contiene de diversos bienes y servicios, cada uno con se correspondiente ponderación, que trata de ser una imagen lo más fiel posible del consumo de los hogares y familias; aunque esa cesta deja fuera los datos de los restantes agentes económicos es considerada como el termómetro oficial que refleja la tendencia de la inflación.
Deflación. Es lo contrario de la inflación: la DEFLACIÓN se produce cuando la variación de los precios de bienes y servicios es negativa. Es más difícil luchar contra ella que contra la inflación, por lo que podemos tildar a la deflación de nuevo Jinete del Apocalipsis,
Recesión. Se dice que hay RECESIÓN cuando durante dos trimestres consecutivos ha crecimiento negativo en Producto Interior Bruto (PIB).
PANORAMA EN ESPAÑA.
Se puede decir que estamos técnicamente en recesión por haber tenido crecimiento negativo en dos trimestres consecutivos: disminuye el empleo a marchas aceleradas → disminuyen las compras e inversiones tanto de empresas como de las familias → disminuyen los precios (en España llevamos cinco meses consecutivos de disminución del IPC). Todos esperan que los precios sigan bajando (1) y las empresas no son capaces de vender toda su producción; los stocks de productos crecen y las empresas, para hacer tesorería con la que hacer frente a sus obligaciones pecuniarias, bajan los precios. Los posibles compradores no tienen prisas a la hora de comprar artículos no absolutamente necesarios ni tampoco las empresas tienen prisa por acometer inversiones pues todos esperan que más adelante sigan bajando los precios (2) → los stocks de esos productos no absolutamente necesarios siguen creciendo → despidos de personal → menos consumo y nuevas bajadas de precios → menos facturación y más paro → bajada del IPC: esto es la deflación, que se retroalimenta a sí misma.
La caída de la facturación dificulta que las empresas paguen a sus proveedores y estos a los suyos, en una cadena que parece no tener fin. Se aplazan las inversiones (no es posible planificar en esta situación), lo que provoca la destrucción de empleo → disminuye la demanda → disminuyen los precios → etc.
Todo lo anterior está adobado porque ni empresas ni familias disponen de créditos bancarios como dispusieron hasta hace bien poco (un año y medio o dos) → cierre de empresas y/o despido de personal. Al cerrarse lo créditos (3) el dinero contante y sonante se hace dueño de la situación; solo compra el que lo tiene (4) → las ventas se derrumban y el proceso se alimenta a sí mismo → más paro, etc. La caída del consumo de las familias se debe también al miedo de perder el puesto de trabajo (cuando las barbas de tu vecino veas rapar…); se piensa que es mejor guardar el dinero, a la espera de que inferiores precios futuros nos sirvan para adquirir más bienes. Aparece el “efecto pobreza” (5).
Un aspecto nada desdeñable es la revisión de salarios; los funcionarios y jubilados han visto crecer el 1,4% (IPC de noviembre) sus salarios en 2009, por lo que en teoría han mejorado en su poder adquisitivo. Muchos convenios colectivos prevén subidas del 2% o más para 2009; en enero el IPC ha sido del 0,8%, por lo que las organizaciones empresariales quieren atemperar aquellas subidas, en contra del parecer de los sindicatos (los convenios deben cumplirse, dicen); tendrán que ceder ambas partes, pero la cuestión es ardua y difícil, porque ¿qué puede hacerse con el IPC en continuo retroceso, con posibilidad de llegar a cifras negativas?
El descenso de los precios –tobogán en el que estamos de lleno– reduce el beneficio de las empresas y el empleo, según ya se ha dicho: disminuye el consumo y la inversión, lo que lleva a la caída de la renta nacional.
Por supuesto, todos los agentes económicos son culpables de la crisis actual y corresponsables de la salida de ella; no solo es cuestión a resolver por el gobierno (con el concurso de la oposición, por supuesto) o por la UE y otras instancias internacionales, sino que todos los concernidos tiene que actuar según corresponda.
SOLUCIÓN A LA CRISIS.
Conditio sine qua non: debe desaparecer la continua y obstinada lucha partidista entre gobierno y oposición, que han de trabajar en la búsqueda de un nuevo modelo económico español que sustituya al ya fracasado “del ladrillo”. Dicho esto, hay que evitar medidas unilaterales, el "sálvese quien pueda”. Alguien –el jefe del gobierno– debe liderar la política a seguir, como se hizo en los famosos Acuerdos de la Moncloa en 1977; las medidas a tomar no tienen por qué ser las mismas – distinto es el escenario – pero sí puede servir de orientación el camino seguido para llegar a esos acuerdos, de éxito indudable. Ha de fijarse una “hoja de ruta” a seguir por todos los agentes sociales y económicos (administraciones, empresarios y trabajadores) con el fin de lograr unos objetivos consensuados por todos; a corto plazo hay que terminar con la falta de consumo y de inversión, que abocan al crecimiento del desempleo. El ajuste es inevitable para todos y todos han de contar con suficiente margen de flexibilidad para adaptarse a los nuevos roles que dicte el mercado.
Para la hoja de ruta no disponemos como antaño ni de la política monetaria ni del tipo de cambio de la moneda, sacrificados en aras de la UE. Sí disponemos de otras posibles medidas:
– Una Ley de Presupuestos, política fiscal incluida, que fomente el empleo y la inversión; como contrapartida a las ayudas a la inversión, las empresas han de corresponder con el compromiso de que sus inversiones sirvan para aumentar la productividad.
– Flexibilidad del mercado laboral y la correspondiente moderación empresarial en el reparto de beneficios.
– Facilitar la financiación de empresas y familias, batalla importante en la que ya estamos inmersos sin el resultado apetecido pese a la ingente cantidad de miles de millones insuflados a las entidades crediticias. Estas han podido comprobar que les han salvado la cara “los de siempre”: los anónimos ciudadanos, vía erario público; cuando la banca tiene beneficios son “suyos”; cuando vienen mal dadas, las pérdidas se socializan, evitando así la quiebra o el concurso de acreedores, ¡qué bien!
– Una decidida apuesta por la vivienda en régimen de alquiler (hoy, menos de un 15% del parque total de viviendas), apoyada en una serie de medidas que están en la mente de todos y de las que mucho se ha hablado: mayor defensa del propietario versus inquilino, etc.
– Supresión de trabas administrativas a las empresas.
La economía no es una ciencia exacta pero con su ayuda debemos tratar de diagnosticar la deflación con suficiente aproximación para hacerle frente con las medidas oportunas; justamente esto es lo que no ha hecho el presidente Zapatero que durante tanto tiempo negó la crisis. Y, claro, las medidas tomadas han llegado con retraso; y, sabido es que las acciones de política económica se transmiten al sector real con gran desfase temporal.
JGP-15 Feb 2009.
NOTAS.
(1) E, incluso, las empresas adelantan sus periodos de rebajas que, además, son más fuertes que nunca; sus descuentos llegan a ser enormes (hasta un 60% o 70%) y pese a ello no se incrementa la facturación. La falta de facturación lleva a despidos de personal (aumenta el paro) y a nuevas bajadas de precios. El mayor paro hace caer la demanda → bajan los precios → expectativas de que sigan bajando → siguen bajando la demanda y la facturación → disminuyen el consumo y la inversión → etcétera: es la espiral de la deflación.
(2) Los automóviles no se venden a pesar de sus atractivos descuentos (hasta el 25%); la demanda de pisos para segunda residencia (también para vivienda habitual) desciende drásticamente; en ambos casos influye la espera de una continuada bajada de precios y la falta de liquidez del sistema.; en la Bolsa ocurre lo mismo, a la expectativa de que los títulos se pongan aún más baratos. En cuanto a los pisos, ¡cuántos son los que se encuentran pillados porque lo que le falta por pagar de la hipoteca excede en mucho el valor actual de mercado del inmueble! Justo castigo para los especuladores – ¿quién no conoce a uno en su entorno inmediato?– pero no todos lo son.
(3) Mayores intereses y más exigencias para concederlos motivados por el crecimiento de morosos y la falta de solvencia de la potencial clientela.
(4) No todos los que tienen dinero lo emplean en comprar; muchos lo guardan en un calcetín y ni siquiera lo depositan en un banco (→ estos no disponen, entonces, de suficiente numerario para prestar).

(5) Modigliani (Nobel de Economía en 1985) ha demostrado que el consumo no solo depende de la renta sino también de la riqueza; tras la bajada de precios en la vivienda y en la Bolsa los ciudadanos han visto disminuir el valor de su patrimonio, se siente más pobre y tiende a ahorrar en perjuicio del consumo. Es lo que se llama el “efecto pobreza”.

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