lunes, 20 de abril de 2009

ATLAS.-


Condenado a soportar sobre sus hombros al mundo, el titán Atlas consumió su vida según la mitología profunda.
Como si fuéramos Titanes redivivos, así nos obligan estos gobiernos que sostenemos a que soportemos sus dispendios, sus torpezas, y sus malas Leyes paralizantes.
Somos unos pocos contribuyentes los que sobrellevamos con nuestro esfuerzo suicida el peso de toda su inutilidad y mala gestión. La mayoría son ya improductivos o sumergidos, y solo unos pocos aflorados aún tienen que soportar la losa de la Administración consumidora sin medida de todos los fondos que los recaudadores siniestros y con “interpretaciones” de leyes fiscales oscuras, establecidas con ese propósito, para siempre poder cambiar de criterio “según aconseje la jugada” y suministren el tributo al “Administrador”.
Lo que se permitió en su día, se impide ahora, con la misma Ley en la mano, con distinto criterio y con el ansia infinita de recaudación a ultranza. Sea cual sea el destino de a quien se incoa, persona física o jurídica, con familia o empleados a su cargo o no. Es depredación ciega, como la sangre que enloquece al tiburón, y esta cerrando empresas a la vez que está dejando a particulares sin sustento ni esperanza.
Interpretando leyes injustas y mal aprobadas, con el consenso cómplice de las asociaciones empresariales que permitieron que la confiscación se impusiese siempre que no se aplicara aunque fuese posible.
Es un plan perverso, bien pensado y mejor ejecutado. Plan B para esto, no para prever soluciones en tiempos de crisis ni atemperar el gasto, ni reducir dimensiones fantasiosas de ególatras impresentables, soberbios de poder y vanidosos, presuntuosos por no haber sido el esfuerzo lo que les ha llevado a las poltronas, sino la mediocridad y el “trepaje frenético”. Es un sálvese quien pueda pero de ellos primero, de un Titanic donde sólo ellos tienen derecho a salvarse y sólo a ellos les corresponde un lugar en los botes salvavidas.
Es obvio ya que no podemos soportar tanto impuesto con destino tan disperso ni tanta injusticia. Porque las Leyes, no siempre hacen justicia, y menos las que están sujetas a tendenciosas interpretaciones, quizás redactadas de esa manera o así, precisamente para poder defender bastardos intereses en circunstancias adversas.
Si bien es cierto que hay necesidades sociales urgentes que atender, es imprescindible que se rectifique cuanto antes y se saquen los frenos que tributariamente se han impuesto a las actividades comerciales e industriales, al intercambio de mercancías, a los trabajos profesionales y a la convivencia ordenada en general.
Dejen descansar a los Atlantes y denle a la ciudadanía alguna esperanza distinta de la de saber que son el suelo donde se pisa, sujetos embargables y frutas exprimibles.
A reflexionar.
L. Soriano.

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