lunes, 17 de septiembre de 2007

LA FRONTERA DEL SUR.-


RELATO SOBE UNOS PROGRES DE BUFANDA EN EL TARAJAL. JINDAMA.
El 31 de julio de 2006 ocho personas se encuentran en el puerto de Algeciras con intención de llegar hasta Bamako en dos vehículos. Se han conocido en un foro de viajes a través de Internet y es la primera vez que se ven.
Martín conduce un Toyota Hilux 4x4. Le acompañan Jaime, Eduardo y Lucas.
Seve conduce un Audi 100. Le acompañan Raquel, Juan y Nico.
Mientras esperan a la sombra su turno para embarcar, un agente de la autoridad portuaria con ganas de conversación se dirige a Seve.
· ¿De vacaciones a Marruecos?
Seve es de secano y nunca ha oído hablar de la autoridad portuaria. Su naturaleza rebelde le hace desconfiar de cualquiera que se atribuya el mando de lo que sea. Siempre encuentra dificultades para aceptar la autoridad de otras personas. Ese es uno de los motivos que le mantienen soltero. Pero no quiere que sus nuevos compañeros de viaje le consideren antipático, y contesta cortésmente.
· Marruecos, Sahara Occidental, Mauritania y Malí. Vamos a ver si llegamos hasta Bamako.
El agente siente envidia sana. Es aficionado al cine de acción, y comenta:
· Menuda aventura. Y además en un Audi de los grandes, como en “Ronin”.
Eduardo ha escuchado la conversación, y corrige:
· En esa película aparece un S8 y el nuestro es un Audi 100. No tienen nada que ver, hace falta imaginación para compararlos. Además nosotros estamos en la vida real, no en una película.
A Eduardo no le importa la opinión de los demás. Está irritado porque ha viajado durante toda la noche en autobús sin dormir. No recuerda porqué se animó a embarcarse en esta aventura, pero tampoco encuentra motivos para desistir.
El agente no solo no se ofende por la impertinencia de Eduardo, sino que se muestra encantado de compartir con alguien una reflexión que llevaba tiempo rumiando:
· Yo ya estoy un poco saturado de realidad, no hace falta más que abrir el periódico para darse cuenta de su crudeza. Mujeres jóvenes en la flor de la vida asesinadas por sus maridos celosos, horribles accidentes de tráfico, ancianos que mueren solos en sus casas y una larga serie de desgracias cotidianas. La imaginación es positiva y si se dirige convenientemente, podría resolver muchos problemas.
La fila de coches avanza hacia el ferry. Eduardo se hunde en su asiento y dice con sorna:
· A ese le ha dado mucho el sol. La imaginación no sirve para nada. Hoy en día los únicos que la utilizan son los publicistas para ganar dinero.
Seve mira por le retrovisor. Disiente con su compañero de viaje, pero no tiene ganas de discutir y achaca el mal humor de Eduardo a un supuesto dolor de cabeza provocado por la vacuna de la meningitis.
El agente se ha quedado de pie viéndolos partir, y desde el vehículo de un marroquí se escucha la versión de “
Imagine” cantada por Khaleb y Noa.
Seve se concentra en manejar los pedales con habilidad para que no se le cuele delante ningún marroquí, deseoso de llegar a su pueblo lo antes posible para presumir de Mercedes.
Embarcan en el ferry, cruzan el estrecho, desembarcan en el puerto de Ceuta y se dirigen hacia la frontera con Marruecos. 500 metros antes de llegar los coches están parados. Después de 10 minutos sin moverse, Seve llama a un joven marroquí que está apoyado en una señal de tráfico:
· Hola, ¿sabes si hay algún problema? Llevamos un buen rato esperando y esto no se mueve.
El chico se levanta. Parece en tensión. Mira fijamente a Seve, examina al resto de los ocupantes del coche y pregunta:
· ¿La primera vez?
· No, no es la primera vez que estamos atascados. Donde yo vivo ocurre a menudo, contesta Seve.
· Me refiero a que si es la primera vez que pasáis por aquí, aclara el marroquí.
· Si, es la primera vez que venimos. Bueno, Martín hizo el año pasado un viaje similar al que queremos hacer con un tal José, pero esta vez ha pasado de él porque dice que es un poco soso.
El chico marroquí mira a derecha e izquierda y se acerca al coche. Tiende su mano a Martín, y luego se la pega al pecho, dando a entender que le saluda de corazón.
· Hola amigos, me llamo Amín y soy de Tetuán. ¿No habéis oído las noticias?
· ¿Qué noticias? Pregunta Juan.
· Frontera cerrada. La gendarmería de Marruecos está otra vez en Laila, en Perejil. Pero Marruecos y España, amigos. Con gente, no problema. Es problema de gobiernos. Nosotros, amigos.
Ahora el marroquí estrecha la mano de todos los ocupantes del Audi, que le miran boquiabiertos. Lucas resopla:
· Otra vez con el problema de Perejil, igual que hace dos años. Menudo contratiempo. ¿Qué podemos hacer?
Amín sonríe tranquilizadoramente:
· No problema, yo ayudaros. ¿Venís solos?
· No, vamos dos coches. El nuestro y el de Martín, que va justo delante, dice Seve.
· No problema amigos, insiste el marroquí. Conozco otro sitio para pasar a Marruecos, venid conmigo.
Los ocupantes del Audi se miran, hasta que Raquel expresa el pensamiento de todos:
· Bueno, no tenemos nada que perder. Es mejor intentar pasar con este chico a quedarnos aquí una semana esperando a que abran la frontera.
Los demás asienten. Raquel sale del coche y explica el problema a Martín. Amín arranca su vieja Movilette y sube una empinada cuesta con ayuda de los pedales. Los dos coches le siguen. Después de algunas curvas llegan a un pequeño polígono industrial construido en un terreno ganado a la roca.
Amín les indica que aparquen en un callejón y esperen, entra en una nave para hablar con alguien, y al cabo de un rato sale para invitarles a entrar.
Dentro hay gran variedad de mercancía: electrodomésticos, mobiliario, productos de limpieza, botellas de güisqui. Se sientan en unos sofás cubiertos con plásticos. Amín les dice que en cuanto se haga de noche les pasará a Marruecos por la ruta que utilizan los contrabandistas. Solo les costará 50 euros por persona. Eduardo protesta:
· Eso es un robo, no te daremos más de… 20 euros por persona.
El marroquí niega con la cabeza:
· Imposible, con eso no llega. Tengo que repartir entre mis socios y ellos no regatean. Si no estáis de acuerdo, adiós.
Se levantan para irse, y antes de salir Eduardo ofrece 30 euros. Amín acepta a condición de que le entreguen el dinero inmediatamente, argumentando que así tendrá más tiempo para negociar con sus socios. Vuelven a sentarse. Amín les prepara unos tés de menta y se larga con el dinero.
Al cabo de dos horas llega una furgoneta, de la que desciende el dueño del almacén. El vigilante le dice que un chico marroquí ha traído a un grupo de españoles para comprar papel higiénico al por mayor. Ambos son de origen marroquí. El dueño les sonríe y les pregunta:
· ¿Cuánto papel higiénico quieren?
Martín contesta desconcertado:
· Muchas gracias pero en este momento no nos hace falta papel higiénico. Estamos esperando a Amín, que ha ido a negociar con los de la frontera de los contrabandistas para entrar en Marruecos. ¿Está muy lejos ese sitio? Se ha ido hace dos horas.
El dueño del almacén se extraña:
· No existe ninguna frontera de contrabandistas. Hay otro paso, pero solo para peatones. ¿Por qué no cruzáis por El Tarajal, como todo el mundo?
Jaime contesta:
· Está cerrada por lo de la isla Perejil, ¿no ha oído las noticias?
· Lo de Perejil fue hace dos años, creo que os han tomado el pelo. Espero que no le hayáis dado dinero, dice el dueño del almacén antes de concentrarse en sus asuntos.
Los españoles salen del almacén cabizbajos. Eduardo está hecho una furia:
· Ahora mismo voy a la comisaría y denuncio a Amín.
Martín le contesta:
· ¿Y qué les vamos a decir? ¿Que pretendíamos saltarnos una frontera por la cara toreando a todos los que pacientemente respetan la legalidad?
Jaime dice:
· Si, mejor prosigamos nuestro viaje cuanto antes, que tengo hambre y quiero probar esas maravillosas brochetas de cordero que ponen en Marruecos.
· Bueno, dice Raquel con resignación. Al menos el té estaba rico.
· Si, dice Seve riéndose. Hemos probado el té más caro del mundo, pero ha resultado barato como primera lección. Nos hemos pasado de listos.
Llegan a la frontera. La fila de coches que se había formado después de la llegada del ferry ha desaparecido, y tramitan rápidamente la entrada en Marruecos. Comen en un restaurante de El-Fendek y continúan hasta Mehdya Plage, a 10 km. de Kenitra. Acampan en el Camping Internacional.

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