martes, 17 de julio de 2007

LA OPERACION ROMEO SIERRA Y III.-






EL DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS POSTERIORES.-
A las pocas horas de la invasión, helicópteros Cougar y Chinook del Ejército de Tierra, operando desde el helipuerto ceutí de La Viña Acevedo – Loma Margarita - y del melillense de Rostrogordo, reforzaban las guarniciones del Peñón de Vélez de la Gomera, enclavado en la bahía de Alhucemas, el Peñón de este nombre y el archipiélago de las Chafarinas, poco después que un patrullero marroquí se aproximara a la isla del Rey, de este archipiélago, también deshabitada. Simultáneamente las guarniciones de Ceuta y Melilla, con más de 7.000 efectivos, eran puestas en estado de máxima alerta y acuarteladas.
La fragata Navarra, con una unidad de Infantería de Marina y embarcaciones Supercat a bordo, a la que más tarde se le uniría su gemela Numancia, alistada en un tiempo récord, se incorporaba el mismo día 12 para tomar el mando táctico de los patrulleros Laya, Cándido Pérez y P-114, que ya se encontraban en las proximidades de la isla del Perejil, ejerciendo además una poderosa disuasión con su sola presencia, dadas las características de sus misiles Harpoon antibuque y Standard SM-1MR antiaéreos. Simultáneamente las corbetas Infanta Elena y Cazadora se dirigían a la zona del cabo Tres Forcas para controlar los accesos al puerto de Melilla y vigilar el archipiélago de las Chafarinas. Desde el arsenal de Ferrol, saldrían con rumbo sur las fragatas Baleares y Asturias de la 31.' Escuadrilla, con gran capacidad antiaérea gracias a sus radares tridimensionales SPS-52B y sus misiles SAM Standard SM-1MR.
El Ejército del Aire tampoco permanecía ocioso, alertando sus Alas 11, 12, 14, y 15 de aviones F/A-18 Hornet y Mirage F-1, desplegados en las bases aéreas de Morón, Albacete, Torrejón y Zaragoza, al mismo tiempo que su red de alerta y control, compuesta por todos los EVA (Escuadrón de Vigilancia Aérea) más el GRUMOCA (Grupo Móvil de Control Aéreo) desplegado, estratégicamente dispuestos en el perímetro exterior de la península Ibérica, islas Canarias y Baleares, constituían un telón impenetrable a cualquier raid que pretendiese violar el espacio aéreo español.
En la misma mañana del viernes día 12, el contralmirante Bringas, comandante del Grupo de Unidades de Proyección de la Flota COMGRUFLOT, recibía una llamada del almirante de la Flota en la que le comunicaba que había sido designado COMANFOR o comandante de la Fuerza Operativa que debía restituir el islote a la soberanía española. En la base militar de Rabassa, en Alicante, sede del Mando de Operaciones Especiales (MOE), el general de brigada Andréu, jefe del MOE, recibía la orden del Mando Operativo Terrestre (MOT) de alistar y preparar una unidad de operaciones especiales que sería helitransportada cuando el gobierno así lo decidiese para recuperar la isla del Perejil sin derramamiento de sangre y en el menor tiempo posible una vez dada la orden de tomar la isla.
Desde el centro de operaciones aéreas CAOC-8 ubicado en la base aérea de Torrejón, el teniente general Rubio, general jefe del Mando Aéreo de Combate (GJMACOM), dirigía todo lo concerniente a la defensa aérea de España: la alerta de los cazas F-18 y F-1 puestos a su disposición, la adquisición de información relativa a la operación, se obtendría por medio de aviones Aviocar 212, Falcón 20, Cessna Citation y aviones de patrulla marítima P3 Orión basados en la base aérea de Morón. Esta información posteriormente sería procesada en el Centro de Inteligencia Aérea (CIA).
Mientras continuaba el intercambio de notas diplomáticas entre Madrid y Rabat sin llegar a ningún acuerdo, los estados mayores de los tres ejércitos seguían planeando la operación conjunta, coordinados por el EMACON. El estado mayor del almirante Bringas se encontraba a bordo del buque anfibio Castilla, LPD especialmente configurado para actuar como buque de mando de una fuerza, al estar dotado de todos los sistemas CIS (command information system) necesarios en operaciones conjunto combinadas. El día 16 salió a la mar estacionándose en el área del Estrecho, listo para dirigir las operaciones de recuperación de la isla, controlando la actuación de buques, aviones, helicópteros, fuerzas de operaciones especiales y de Infantería de Marina.
LA OPERACIÓN CONJUNTA DE RECUPERACIÓN DE LA ISLA.
En la tarde del 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, patrona de la Armada, la normalidad reinaba a bordo de los buques que patrullaban el mar de Alborán y el Estrecho. En la mar se encontraban las fragatas Navarra, Numancia y Baleares en el área del Estrecho, junto con los patrulleros Laya, Cándido Pérez, Izaro, P-111 y P-114. En el área de Melilla, las corbetas Cazadora e Infanta Elena seguían proporcionando cobertura naval a las Chafarinas y a la ciudad autónoma. No muy lejos de Tarifa, la Unidad de Operaciones Especiales del Tercio de Armada a bordo del Castilla, con helicópteros de las 3ª' y 5ª escuadrillas de aeronaves, se encontraba lista para intervenir. En el aeropuerto de Málaga la EZAPAC, o Escuadrón de Zapadores Paracaidistas, había destacado un equipo táctico o TACP que se encontraba igualmente alistado para entrar en acción.
En Rabassa ya se ubicaban los cuatro helicópteros Cougar que debían transportar a los 23 hombres del Grupo de Operaciones Especiales III (GOE III) que iban a intervenir directamente en la recuperación de la isla, a ellos se unirían cinco infantes de marina, dos tenientes, un brigada y dos cabos, que participarán asimismo en la operación. Estos helicópteros de transporte irían escoltados, desde la base de El Copero (Sevilla), por tres helicópteros de ataque HU-10 armados con AMP de 12,7 mm.
A las 2343 horas el presidente del Gobierno tomó la decisión de emplear la alternativa militar, orden que transmitió el ministro de Defensa a todos los miembros de la JUJEM, llegando a Bétera la orden de despegue de los helicópteros que deberían transportar a elementos del GOE III, desde Rabassa a la base de El Copero en Sevilla, donde repostarían para iniciar el salto final a las 0400 horas, junto con los tres helicópteros de escolta HU-10, no sin antes recoger en Zahara de los Atunes, Cádiz, a los cinco infantes de marina, dos de ellos controladores aéreos avanzados ó ACAF y el resto de operaciones especiales.
La hora H se fijó a las 0617 horas del día 17 de julio, es decir, al comenzar el orto matutino, de forma que los helicópteros dejasen a los incursores con las primeras luces del alba. Paralelamente un helicóptero de la 10ª escuadrilla de la FLOAN, estacionado en Rota, había estado haciendo un vuelo FLIR, actualizando los contactos de superficie en el área que pudiesen afectar a la operación, contactos que afortunadamente se reducían a simples patrulleros, no habiendo rastro ni de la corbeta Arrahmani ni de la fragata Mohamed V, que hubieran podido comprometer el éxito de la operación en el último instante; tan sólo el patrullero Al Hahiq (308), de la clase Osprey Mk-III de 475 t y armado con un cañón Bofors 40/60 y dos Oerlikon 20 mm, se encontraba frente a la isla del Perejil, pudiendo suponer un peligro para los helicópteros y sus ocupantes.
A las 0627 horas, con un ligero retraso sobre el horario previsto debido al fuerte viento de levante reinante que ya alcanzaba los 35 nudos, tomaba tierra en la isla el primer Cougar, siendo seguido por el segundo y el tercero, que depositaron a los 23 efectivos del GOE III y los cinco infantes de marina, sin otro percance que el toque de una de las aspas del rotor de un Cougar con una protuberancia de tierra, afortunadamente sin consecuencias.
Paralelamente dos patrulleros de la Armada, Izaro y Laya, dando muestras de arrojo y decisión, ya que desplazaban bastante menos que el Al Hahiq se situaron a banda y banda del patrullero marroquí emparedándolo prácticamente, sin permitirle reaccionar ante la incursión de fuerzas helitransportadas, y mucho menos abrir fuego, todo ello ante la vigilante mirada de la fragata Navarra, atenta a la maniobra con todos sus sensores y armas alistados.
Afortunadamente los seis infantes de marina marroquíes, ocupantes de la isla, no reaccionaron violentamente y, siguiendo las indicaciones del Cougar que portaba un equipo de megafonía, los tres centinelas depusieron sus armas, mientras que los tres soldados restantes que descansaban fueron súbitamente despertados. La bandera marroquí fue reemplazada por la española, y aquí acabó la operación militar propiamente dicha, que si bien su ejecución apenas duró una hora, mientras se rastreaba la isla en busca de más ocupantes, su preparación duró cinco días.
El único daño fue, además de la pala del rotor ya mencionada, un golpe en la rodilla de un soldado español producido al saltar desde su helicóptero. Una hora más tarde la Legión de Ceuta relevaba en la isla a los efectivos de operaciones especiales, y los seis militares marroquíes, a los que se trató de forma correcta, dándoles un desayuno caliente y una muda limpia en Ceuta – también fueron sometidos a reconocimiento médico - fueron devueltos sobre las 10 de la mañana en El Tarajal, punto fronterizo de Ceuta con Marruecos, junto con su armamento personal: cuatro fusiles de asalto AK-47 y dos H&K, por separado armas y hombres, como Dios manda.
Durante el desarrollo de la operación y horas posteriores, se mantuvieron alertados los Harrier de la 9ª escuadrilla y en el aire aviones F-18 que actuaron como CAP (combat air patrol), dispuestos a interceptar cualquier traza no identificada que tratase de penetrar en el espacio aéreo español.
CONCLUSIONES.
Una acción por parte de uno de los centinelas disparando su Kalashnikov hubiera podido suponer la pérdida de un helicóptero Cougar, con el riesgo de perecer todos sus ocupantes. A su vez, si la patrullera clase Osprey hubiera abierto fuego, podía igualmente haber hecho abortar la operación, por lo que posiblemente habría sido necesario acallarlo. La pérdida de un solo marroquí hubiese supuesto una serie de protestas por parte del mundo árabe, con consecuencias políticas y económicas incalculables para España. Las bajas de efectivos españoles hubieran sido difícilmente justificables frente a la opinión pública. Por ello no se podía correr ningún riesgo gratuito, que habría convertido la operación militar en un fracaso, si no militar, al menos político.
La efectividad de las unidades de operaciones especiales, probada durante la guerra de Afganistán, y los riesgos asimétricos actuales han obligado a adquirir una mayor y más veloz capacidad de proyección por parte de los tres ejércitos. La discreción y disuasión del submarino, al mismo tiempo que su inmunidad, lo hacen una pieza valiosísima, no sólo como fuente de inteligencia, sino también para el desembarco de unidades de operaciones especiales en costas hostiles. Pensemos en cuán distinta hubiese sido la operación desde el punto de vista naval si en el Orbat adversario hubiese habido un solo submarino. El rápido alistamiento de las fragatas de la Armada, al igual que el de los efectivos del Tercio de Armada, embarcados en los diferentes buques que intervinieron y destacados en Ceuta con sus embarcaciones Supercat, hacen de estas fuerzas unidades de alta disponibilidad. La defensa aérea de España estuvo en todo momento garantizada por el Mando de Combate, gracias a sus aviones F-18 y F-1 y los aviones Harrier de la FLOAN, así como a sus escuadrones de vigilancia aérea (EVAs).
La adquisición de helicópteros de combate tipo Apache o Tigre por parte de las FAS españolas puede considerarse una necesidad, si no para esta ocasión sí para el futuro, previendo una reacción hostil por parte de un numeroso y aguerrido Ejército de Tierra adversario dotado de más medio millar de carros de combate. La posibilidad de contar con patrulleros dotados con misiles antibuque, un viejo proyecto olvidado con los patrulleros clase Lazaga tristemente desguazados, evitaría en el futuro exponer costosas fragatas frente a patrulleros lanzamisiles adversarios ante ataques de un misil Exocet. Igualmente la necesidad de contar con más baterías de misiles antiaéreas para defender la costa sur de España es otra realidad para el caso de una incursión aérea procedente del norte de África.
La invasión de la minúscula isla de Granada por parte de los Estados Unidos en la década de los 80 sirvió para comprobar que los tres ejércitos no tenían procedimientos normalizados y que no se entendían en el campo de las comunicaciones. La crisis de la isla del Perejil ha servido para demostrar que las Fuerzas Armadas españolas son capaces de realizar una operación conjunta de forma impecable, pero que es necesario realizar una serie de adquisiciones en las dotaciones armamentísticas de los tres ejércitos, pues, llegado el caso de una confrontación con algún vecino norteafricano, los ejércitos españoles se verían irremisiblemente solos para afrontarla.

Contralmirante JOSE Mª TREVIÑO RUIZ. RGM, Octubre de 2002.
Resumen: Paisa, p’a tu tierra: marchar kabila.

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