A la única persona que, hoy, 18 de Julio, me ha deseado un buen día. La última noticia que tuve de él, que andaba - en buena y elegante compañía, esto sin discusión - galopando, es decir como siempre, por toda la provincia de Cádiz. Quedo a la recíproca, salvo en la cuestión "galopera"; soy mucho mayor que él.
AHORA QUE TAN DE MODA ESTÁ LA MEMORIA HISTÓRICA, CONVIENE PUNTUALIZAR.-
Decía Ortega a Einstein y otros intelectuales favorables al Frente Popular español: "Einstein se ha creído con derecho a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Albert Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel".
La información que muchos manejan sobre el 18 de julio proviene del gobierno español, liderado por un autoproclamado "rojo", el señor Corto Zapatero, también conocido como “el palestino”. Se trata básicamente de la propaganda elaborada por la Komintern comunista, reproducida desde los años 60 por historiadores de la misma ideología, como Tuñón de Lara o Gabriel Jackson. Acerca de ella expresaba su indignación otro de los más distinguidos intelectuales liberales españoles del siglo XX, el doctor Gregorio Marañón: "Esa constante mentira comunista es lo más irritante de los rojos. Por no someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad, es por lo que estoy contento de mi actitud". El reconocido historiador británico Paul Johnson ha señalado la guerra de España como uno de los episodios del siglo XX sobre los que más se ha mentido. Creo que debieran imitar a Ortega y a Marañón, y precaverse contra esa "constante mentira comunista", hoy nuevamente tan en boga.
Según esa propaganda, la guerra de España enfrentó a la democracia y al fascismo. Pero si prestan atención a los integrantes del Frente Popular y sus aliados, verán cuán imposible es tal pretensión. Ni los anarquistas ni los comunistas ni los socialistas de entonces, en muchos aspectos más radicalizados que los comunistas, tenían nada de demócratas. Tampoco el racista Partido Nacionalista Vasco – con sus cromosomas especiales - ni los republicanos de izquierdas y nacionalistas catalanes, que habían intentado golpes de estado nada más perder las elecciones democráticas del 1933. Y, en fin, como no pueden ignorar ustedes, aquel Frente Popular estuvo dirigido, más que protegido, por Stalin, a quien, supongo, nadie calificará en serio de demócrata.
En la guerra de España la democracia no jugó ningún papel, pues la relativa democracia republicana había sido destruida previamente en dos golpes sucesivos. El primero fue el movimiento revolucionario de octubre de 1934, contra un gobierno de derecha plenamente legítimo y respetuoso con la ley. La revolución fue organizada, textualmente como guerra civil, por el PSOE con el fin explícito de imponer un régimen de tipo soviético; y por los nacionalistas catalanes, con fines separatistas. La apoyaron los comunistas, los anarquistas (en parte) y los republicanos de izquierda. El ataque a la legalidad fracasó en dos semanas, pero dejó 1.400 muertos y cuantiosas destrucciones.
El segundo golpe a la democracia fue el proceso revolucionario desatado tras las elecciones de febrero de 1936. Elecciones irregulares por sus violencias y sus fraudes, reconocidos por Azaña, el republicano de izquierda que pasó a gobernar entonces. Las izquierdas, agrupadas en el Frente Popular, ganaron en escaños, aunque empataron en votos, y de inmediato comenzó a imponerse la ley desde la calle, mientras el gobierno destituía ilegítimamente al presidente de la República, Alcalá -Zamora, arrebataba despóticamente escaños parlamentarios a la derecha, depuraba el alto funcionariado, liquidaba la independencia del poder judicial y amparaba unas violencias callejeras que en sólo cinco meses causaron 300 muertos, centenares de incendios de iglesias, centros culturales y políticos de la derecha, periódicos, etc. Las izquierdas respondían con amenazas de muerte, en pleno Parlamento, a los líderes derechistas, el moderado Gil-Robles y el más extremista Calvo Sotelo, cuando éstos pedían al gobierno, simplemente, que cumpliese e hiciese cumplir la ley.
Al negarse a cumplir la ley y anularla activamente por medio de actos consumados, el gobierno del Frente Popular perdió una legitimidad ya dudosa de origen. El arrasamiento de la legalidad democrática por las izquierdas y la total descomposición del estado quedaron de relieve cuando una fuerza mixta de policías y milicianos socialistas secuestró en su casa y asesinó a Calvo Sotelo, después de haber fallado en el intento – discutido por algunos - de hacer lo mismo con Gil-Robles. Aquel crimen colmó el vaso y empujó a la rebelión a una parte del ejército, que venía preparándose para ella ante el cariz de los sucesos, pero era muy renuente a emprenderla, entre otras cosas por la gran probabilidad de ser vencidos. Probabilidad que estuvo a punto de materializarse.
Cabe recordar, además, las numerosas atrocidades, con torturas y asesinatos, entre unos y otros partidos de izquierda. Y la represión franquista de posguerra no debe oscurecer el hecho de que los jefes del Frente Popular huyeron todos, sin la menor preocupación por el salvamento de miles de seguidores suyos comprometidos en el terror contra las derechas. Estos últimos, culpables de crímenes espeluznantes, fueron juzgados y ejecutados por el franquismo al lado de bastantes inocentes. Pero es un insulto a los inocentes equipararlos a todos bajo el título de "víctimas del franquismo". En cuanto al Valle de los Caídos, también precisan ustedes información más fidedigna. Sólo un pequeño número de los trabajadores en esa obra, alrededor de una décima parte, fueron presos. Y trabajaron en régimen de "redención de penas por el trabajo", a razón de cinco días de pena conmutados por cada uno trabajado. Nada parecido a los campos soviéticos o nazis.
Probablemente el gobierno del "rojo" Zapatero quiera hacerles creer a ustedes que lo aquí expuesto es una interpretación franquista. Para que se hagan una idea al respecto, añadiré a las citas de Ortega y de Marañón, el comentario de uno de los mayores novelistas españoles de la época, el liberal Pérez de Ayala, sobre el Frente Popular: "Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza". Marañón observó que "todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez".
Pues bien: estos tres intelectuales, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, habían sido declarados "padres espirituales de la República", por sus esfuerzos para traer a España una democracia liberal. La misma que fue echada abajo por las violencias revolucionarias. "Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico", constató Marañón amargamente. Termino con una cita del propio Azaña, líder de las izquierdas burguesas, sobre la calidad de aquellos republicanos: "política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta".
Nada, pues, de versiones franquistas. Han sido víctimas de la "irritante mentira roja" difundida masivamente por el actual gobierno español, que les ha manipulado para convertirles en portavoces de ella, desacreditando una institución consagrada a la defensa de la democracia y los derechos parlamentarios. Un gobierno que está hundiendo la Constitución española mediante hechos consumados y en connivencia con el terrorismo etarra. No sé qué dirían de él los "padres espirituales de la República", pero no cuesta mucho imaginarlo.
Basado en un trabajo de Pío Moa.
Decía Ortega a Einstein y otros intelectuales favorables al Frente Popular español: "Einstein se ha creído con derecho a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Albert Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel".
La información que muchos manejan sobre el 18 de julio proviene del gobierno español, liderado por un autoproclamado "rojo", el señor Corto Zapatero, también conocido como “el palestino”. Se trata básicamente de la propaganda elaborada por la Komintern comunista, reproducida desde los años 60 por historiadores de la misma ideología, como Tuñón de Lara o Gabriel Jackson. Acerca de ella expresaba su indignación otro de los más distinguidos intelectuales liberales españoles del siglo XX, el doctor Gregorio Marañón: "Esa constante mentira comunista es lo más irritante de los rojos. Por no someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad, es por lo que estoy contento de mi actitud". El reconocido historiador británico Paul Johnson ha señalado la guerra de España como uno de los episodios del siglo XX sobre los que más se ha mentido. Creo que debieran imitar a Ortega y a Marañón, y precaverse contra esa "constante mentira comunista", hoy nuevamente tan en boga.
Según esa propaganda, la guerra de España enfrentó a la democracia y al fascismo. Pero si prestan atención a los integrantes del Frente Popular y sus aliados, verán cuán imposible es tal pretensión. Ni los anarquistas ni los comunistas ni los socialistas de entonces, en muchos aspectos más radicalizados que los comunistas, tenían nada de demócratas. Tampoco el racista Partido Nacionalista Vasco – con sus cromosomas especiales - ni los republicanos de izquierdas y nacionalistas catalanes, que habían intentado golpes de estado nada más perder las elecciones democráticas del 1933. Y, en fin, como no pueden ignorar ustedes, aquel Frente Popular estuvo dirigido, más que protegido, por Stalin, a quien, supongo, nadie calificará en serio de demócrata.
En la guerra de España la democracia no jugó ningún papel, pues la relativa democracia republicana había sido destruida previamente en dos golpes sucesivos. El primero fue el movimiento revolucionario de octubre de 1934, contra un gobierno de derecha plenamente legítimo y respetuoso con la ley. La revolución fue organizada, textualmente como guerra civil, por el PSOE con el fin explícito de imponer un régimen de tipo soviético; y por los nacionalistas catalanes, con fines separatistas. La apoyaron los comunistas, los anarquistas (en parte) y los republicanos de izquierda. El ataque a la legalidad fracasó en dos semanas, pero dejó 1.400 muertos y cuantiosas destrucciones.
El segundo golpe a la democracia fue el proceso revolucionario desatado tras las elecciones de febrero de 1936. Elecciones irregulares por sus violencias y sus fraudes, reconocidos por Azaña, el republicano de izquierda que pasó a gobernar entonces. Las izquierdas, agrupadas en el Frente Popular, ganaron en escaños, aunque empataron en votos, y de inmediato comenzó a imponerse la ley desde la calle, mientras el gobierno destituía ilegítimamente al presidente de la República, Alcalá -Zamora, arrebataba despóticamente escaños parlamentarios a la derecha, depuraba el alto funcionariado, liquidaba la independencia del poder judicial y amparaba unas violencias callejeras que en sólo cinco meses causaron 300 muertos, centenares de incendios de iglesias, centros culturales y políticos de la derecha, periódicos, etc. Las izquierdas respondían con amenazas de muerte, en pleno Parlamento, a los líderes derechistas, el moderado Gil-Robles y el más extremista Calvo Sotelo, cuando éstos pedían al gobierno, simplemente, que cumpliese e hiciese cumplir la ley.
Al negarse a cumplir la ley y anularla activamente por medio de actos consumados, el gobierno del Frente Popular perdió una legitimidad ya dudosa de origen. El arrasamiento de la legalidad democrática por las izquierdas y la total descomposición del estado quedaron de relieve cuando una fuerza mixta de policías y milicianos socialistas secuestró en su casa y asesinó a Calvo Sotelo, después de haber fallado en el intento – discutido por algunos - de hacer lo mismo con Gil-Robles. Aquel crimen colmó el vaso y empujó a la rebelión a una parte del ejército, que venía preparándose para ella ante el cariz de los sucesos, pero era muy renuente a emprenderla, entre otras cosas por la gran probabilidad de ser vencidos. Probabilidad que estuvo a punto de materializarse.
Cabe recordar, además, las numerosas atrocidades, con torturas y asesinatos, entre unos y otros partidos de izquierda. Y la represión franquista de posguerra no debe oscurecer el hecho de que los jefes del Frente Popular huyeron todos, sin la menor preocupación por el salvamento de miles de seguidores suyos comprometidos en el terror contra las derechas. Estos últimos, culpables de crímenes espeluznantes, fueron juzgados y ejecutados por el franquismo al lado de bastantes inocentes. Pero es un insulto a los inocentes equipararlos a todos bajo el título de "víctimas del franquismo". En cuanto al Valle de los Caídos, también precisan ustedes información más fidedigna. Sólo un pequeño número de los trabajadores en esa obra, alrededor de una décima parte, fueron presos. Y trabajaron en régimen de "redención de penas por el trabajo", a razón de cinco días de pena conmutados por cada uno trabajado. Nada parecido a los campos soviéticos o nazis.
Probablemente el gobierno del "rojo" Zapatero quiera hacerles creer a ustedes que lo aquí expuesto es una interpretación franquista. Para que se hagan una idea al respecto, añadiré a las citas de Ortega y de Marañón, el comentario de uno de los mayores novelistas españoles de la época, el liberal Pérez de Ayala, sobre el Frente Popular: "Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza". Marañón observó que "todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez".
Pues bien: estos tres intelectuales, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, habían sido declarados "padres espirituales de la República", por sus esfuerzos para traer a España una democracia liberal. La misma que fue echada abajo por las violencias revolucionarias. "Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico", constató Marañón amargamente. Termino con una cita del propio Azaña, líder de las izquierdas burguesas, sobre la calidad de aquellos republicanos: "política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta".
Nada, pues, de versiones franquistas. Han sido víctimas de la "irritante mentira roja" difundida masivamente por el actual gobierno español, que les ha manipulado para convertirles en portavoces de ella, desacreditando una institución consagrada a la defensa de la democracia y los derechos parlamentarios. Un gobierno que está hundiendo la Constitución española mediante hechos consumados y en connivencia con el terrorismo etarra. No sé qué dirían de él los "padres espirituales de la República", pero no cuesta mucho imaginarlo.
Basado en un trabajo de Pío Moa.
EL GOLPE ¿”DE FRANCO”?
Con motivo del CXX Aniversario del Alzamiento, vuelven a correr ríos de tinta e historiadores y aficionados, vuelven a caer en el mismo error que, en caliente, cometió el gobierno de aquella II República: su obsesión por Franco. Se empeñan en simplificar – algunos, a sabiendas de que lo están haciendo – refiriéndose “al golpe de Franco”. Efectivamente, el día 23 de julio, La Gaceta de Madrid, publica la baja en las Fuerzas Armadas de todos los militares alzados, con Franco a la cabeza, sobre el que convergerán ya, todos los ataques, dando lugar al nacimiento del franquismo, con unos meses de adelanto sobre la fecha “oficial”. Es la obsesión de Azaña día a día – obsesionado por enfermizo - desde el 10 de Agosto de 1932, cuando se levantó Sanjurjo, ¿”Dónde está Franco, que hace Franco”?
Franco, tras pasar noche en Casablanca – con Luís Bolín, el hombre que gozó del privilegio histórico de acompañarle la noche del 18 de Julio - llega al aeródromo de Sania Ramel en Tetuán, alrededor de las siete de la mañana del día 19 de Julio. Desde el avión, el ya famoso De Havilland Dragón Rapide DH 89, matrícula G-AGJG, sobrevuelan la pista y detectan la presencia de “El Rubito” – Coronel Eduardo Sáenz de Buruaga – un síntoma de garantía, lo que les decide a aterrizar.
Desde las 16 horas del 17, tanto la Zona del Protectorado en Marruecos, como las ciudades de Ceuta y Melilla – esta sobre todo, adelantada – están de su parte. El después General Julio de la Torre y Galán, lo describe así:
Franco, tras pasar noche en Casablanca – con Luís Bolín, el hombre que gozó del privilegio histórico de acompañarle la noche del 18 de Julio - llega al aeródromo de Sania Ramel en Tetuán, alrededor de las siete de la mañana del día 19 de Julio. Desde el avión, el ya famoso De Havilland Dragón Rapide DH 89, matrícula G-AGJG, sobrevuelan la pista y detectan la presencia de “El Rubito” – Coronel Eduardo Sáenz de Buruaga – un síntoma de garantía, lo que les decide a aterrizar.
Desde las 16 horas del 17, tanto la Zona del Protectorado en Marruecos, como las ciudades de Ceuta y Melilla – esta sobre todo, adelantada – están de su parte. El después General Julio de la Torre y Galán, lo describe así:
ALZAMIENTO HORA CERO.
El hoy general Julio de la Torre recuerda a continuación, los instantes que decidieron el comienzo precipitado del alzamiento:
“Antes de iniciar mi relato debo hacer una breve descripción del edificio de la comisión de límites de Melilla, ya que en él ocurrió el episodio capital de esta narración. El edificio es de una sola planta y está situado en el barrio de la Alcazaba. Tenía abundantes ventanas y lo rodeaban unas tapias, formando en su centro un gran patio, como plaza de armas. En él estábamos citados los que íbamos a actuar en la plaza de Melilla. Serían las tres de la tarde del día 17 de julio de 1936 cuando el teniente coronel Maximino Bartomeu llamó a mi casa y me pidió que fuera con él a la Comisión de Límites. Ligeros fuimos allí y dentro del edificio ya se encontraban algunos jefes y oficiales, entre los que recuerdo al teniente coronel Seguí Almuzara, cerebro oculto del movimiento en la plaza, el teniente coronel Darío Gazapo, capitán Carmelo Medrano y los tenientes Bragado, Comas, Tasso, Sánchez Suárez, Samaniego, Cano y otros que siento no recordar. El teniente coronel Seguí empezó a darnos instrucciones concretas a cada uno: a Bragado, le ordenó hacerse cargo de la delegación gubernativa; a Sánchez Suárez, la inutilización de las radios de todos los barcos del puerto… Entre tanto nuestros enemigos no dormían. Sabían que algo iba a ocurrir. Las autoridades gubernamentales estaban al tanto de otra contrarrevolución que se estaba tramando a la sombra de la nuestra y se encontraban indecisas. Pero entre nosotros hubo un Judas, que atemorizado, denunció el sitio y hora de la reunión y por eso, en el momento más crítico, vimos entrar en el patio a un grupo de guardias de Asalto, armados de fusiles, con un oficial, junto con unos policías de paisano. Los guardias se distribuyeron alrededor del patio y de esta forma dominaron todas las ventanas del edificio y sus salidas. Al ver esta maniobra, nos miramos todos comprendiendo la situación desesperada en que nos encontrábamos. El valiente teniente Sánchez Suárez nos distribuyó granadas de mano, a las que pusimos detonadores, y con nuestras pistolas cargadas nos agazapamos detrás de los muros de las ventanas dispuestos a defender duramente nuestras vidas. En nuestras miradas había el brillo de las heroicas decisiones. Nuestras manos no temblaban. Sabíamos cual era nuestro fin y teníamos la valentía de la nobleza de nuestra causa y el empuje sagrado de los años mozos. Se acercaron los policías a la puerta y llamaron. Les salió al encuentro el teniente coronel Gazapo, quien serenamente les preguntó qué deseaban. La orden de registro y de detención de los que allí estuvieran, era el propósito de aquellos policías y entonces Gazapo y el capitán Medrano intentaron convencerles de qué siendo aquel un edificio militar no podían efectuarlo de esa forma. Mientas se desarrollaba esta conversación, llamé por teléfono a la representación de la Legión, que eran vecinos nuestros, y allí estaba de guardia mi fiel y valiente sargento legionario Sousa.
“Ven inmediatamente a la Comisión de Límites con unos legionarios. ¡Corremos peligro!”
Y aquel sargento, fiel a nuestro grito glorioso de, ¡A mí la Legión! Acudió velozmente e irrumpió a la carrera en el patio del edificio en donde estábamos, con un grupo de legionarios. Pero aquel pelotón de legionarios no veía a nadie. No veían a sus oficiales, vacilaban y se encontraban rodeados de guardias de Asalto. Fue un momento de una intensidad inenarrable. Dentro, nosotros sin poder salir al exterior; en el patio, los legionarios rodeados, sin saber qué hacer... No sé lo que pasó por mí. De Dios fue aquella inspiración. Me latía el corazón y parecía que me iba a estallar; temblaba mi cuerpo de exaltación y mis nervios me ordenaban salir, y sin poder dominarme, salté al patio atropellando a los que estaban en la puerta y tomé el mando de los legionarios.
“¡Fe en mí! ¡Carguen! ¡Apunten!”
Los fusiles de los legionarios apuntaron a los guardias y mi pistola buscó, certera, el corazón del teniente de Asalto. En nuestros ojos había la cruel y firme decisión de matar..., pero en aquel momento trágico, cuando la voz de fuego era inminente, uno de aquellos guardias, con el terror reflejado en su rostro, arrojando su fusil al suelo, gritó:
“¡Mi teniente! ¡Mi teniente! ¡No disparéis! ¡Que somos padres de familia!”
¡Rendíos! – ordené, y aquellos guardias, que en honor a la verdad no sabían el alcance de su misión, depusieron las armas y se sumaron incondicionalmente a nuestros legionarios.
Serían las cuatro de la tarde del día 17 de Julio de 1936. En aquel momento empezaba una nueva era en la historia de España.”
COROLARIO.
“Antes de iniciar mi relato debo hacer una breve descripción del edificio de la comisión de límites de Melilla, ya que en él ocurrió el episodio capital de esta narración. El edificio es de una sola planta y está situado en el barrio de la Alcazaba. Tenía abundantes ventanas y lo rodeaban unas tapias, formando en su centro un gran patio, como plaza de armas. En él estábamos citados los que íbamos a actuar en la plaza de Melilla. Serían las tres de la tarde del día 17 de julio de 1936 cuando el teniente coronel Maximino Bartomeu llamó a mi casa y me pidió que fuera con él a la Comisión de Límites. Ligeros fuimos allí y dentro del edificio ya se encontraban algunos jefes y oficiales, entre los que recuerdo al teniente coronel Seguí Almuzara, cerebro oculto del movimiento en la plaza, el teniente coronel Darío Gazapo, capitán Carmelo Medrano y los tenientes Bragado, Comas, Tasso, Sánchez Suárez, Samaniego, Cano y otros que siento no recordar. El teniente coronel Seguí empezó a darnos instrucciones concretas a cada uno: a Bragado, le ordenó hacerse cargo de la delegación gubernativa; a Sánchez Suárez, la inutilización de las radios de todos los barcos del puerto… Entre tanto nuestros enemigos no dormían. Sabían que algo iba a ocurrir. Las autoridades gubernamentales estaban al tanto de otra contrarrevolución que se estaba tramando a la sombra de la nuestra y se encontraban indecisas. Pero entre nosotros hubo un Judas, que atemorizado, denunció el sitio y hora de la reunión y por eso, en el momento más crítico, vimos entrar en el patio a un grupo de guardias de Asalto, armados de fusiles, con un oficial, junto con unos policías de paisano. Los guardias se distribuyeron alrededor del patio y de esta forma dominaron todas las ventanas del edificio y sus salidas. Al ver esta maniobra, nos miramos todos comprendiendo la situación desesperada en que nos encontrábamos. El valiente teniente Sánchez Suárez nos distribuyó granadas de mano, a las que pusimos detonadores, y con nuestras pistolas cargadas nos agazapamos detrás de los muros de las ventanas dispuestos a defender duramente nuestras vidas. En nuestras miradas había el brillo de las heroicas decisiones. Nuestras manos no temblaban. Sabíamos cual era nuestro fin y teníamos la valentía de la nobleza de nuestra causa y el empuje sagrado de los años mozos. Se acercaron los policías a la puerta y llamaron. Les salió al encuentro el teniente coronel Gazapo, quien serenamente les preguntó qué deseaban. La orden de registro y de detención de los que allí estuvieran, era el propósito de aquellos policías y entonces Gazapo y el capitán Medrano intentaron convencerles de qué siendo aquel un edificio militar no podían efectuarlo de esa forma. Mientas se desarrollaba esta conversación, llamé por teléfono a la representación de la Legión, que eran vecinos nuestros, y allí estaba de guardia mi fiel y valiente sargento legionario Sousa.
“Ven inmediatamente a la Comisión de Límites con unos legionarios. ¡Corremos peligro!”
Y aquel sargento, fiel a nuestro grito glorioso de, ¡A mí la Legión! Acudió velozmente e irrumpió a la carrera en el patio del edificio en donde estábamos, con un grupo de legionarios. Pero aquel pelotón de legionarios no veía a nadie. No veían a sus oficiales, vacilaban y se encontraban rodeados de guardias de Asalto. Fue un momento de una intensidad inenarrable. Dentro, nosotros sin poder salir al exterior; en el patio, los legionarios rodeados, sin saber qué hacer... No sé lo que pasó por mí. De Dios fue aquella inspiración. Me latía el corazón y parecía que me iba a estallar; temblaba mi cuerpo de exaltación y mis nervios me ordenaban salir, y sin poder dominarme, salté al patio atropellando a los que estaban en la puerta y tomé el mando de los legionarios.
“¡Fe en mí! ¡Carguen! ¡Apunten!”
Los fusiles de los legionarios apuntaron a los guardias y mi pistola buscó, certera, el corazón del teniente de Asalto. En nuestros ojos había la cruel y firme decisión de matar..., pero en aquel momento trágico, cuando la voz de fuego era inminente, uno de aquellos guardias, con el terror reflejado en su rostro, arrojando su fusil al suelo, gritó:
“¡Mi teniente! ¡Mi teniente! ¡No disparéis! ¡Que somos padres de familia!”
¡Rendíos! – ordené, y aquellos guardias, que en honor a la verdad no sabían el alcance de su misión, depusieron las armas y se sumaron incondicionalmente a nuestros legionarios.
Serían las cuatro de la tarde del día 17 de Julio de 1936. En aquel momento empezaba una nueva era en la historia de España.”
COROLARIO.
Hasta el día 23 de Julio, no reaccionan los militares – Mola a la cabeza – del accidente que ha costado la vida del que iba a ser su jefe, el General Sanjurjo. Es entonces, cuando Mola – “El Director” - firma el decreto de Constitución de la Junta de Defensa, presidida por el general Cabanellas. Al día siguiente se publica, firmada por Cabanellas, la composición de la Junta de la que forman parte – además del presidente – otros cinco Generales y dos Coroneles DEM y en la que no figura Franco.
Y no es hasta el día 3 de Agosto – dieciséis días después - cuando el BOE publica el Decreto de la Junta, firmado por Cabanellas, en el que en su artículo único, se hace público el nombramiento de Franco como vocal de la misma: un vocal mas. Para entonces ya andaba enzarzado en pleno puente aéreo Tetuán – Sevilla, una innovación estratégica, a la sazón, del General que – al decir de todos “estos” – era un mediocre, de poca inteligencia y poco mas que un táctico con ambición y suerte.
Y no es hasta el día 3 de Agosto – dieciséis días después - cuando el BOE publica el Decreto de la Junta, firmado por Cabanellas, en el que en su artículo único, se hace público el nombramiento de Franco como vocal de la misma: un vocal mas. Para entonces ya andaba enzarzado en pleno puente aéreo Tetuán – Sevilla, una innovación estratégica, a la sazón, del General que – al decir de todos “estos” – era un mediocre, de poca inteligencia y poco mas que un táctico con ambición y suerte.
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