lunes, 22 de diciembre de 2008

IRAK.-

REFLEXIONES ANTE UN ATAJO DE HIPOCRITAS.
Me tocan el Kilimanjaro, los que deslegitiman la “guerra de Irak”, basándose para ello, en que no estaba “autorizada” por la ONU. Ahora resulta que solamente se puede guerrear si no hay veto chino, ruso, británico, francés o estadounidense. ¿Quien piensa en serio que semejante “sistema” es democrático o legítimo? Tampoco lo sería si la decisión recayese en la Asamblea General, ya que estaríamos en manos del somalí – bajeles piratas del siglo XXI - o el castrista de turno ¡Que horror!
Lo que es necesario deducir, es que la ONU es un trasto que no sirve – desde Corea – para nada. ¡Menuda la legitimidad que pueda nacer de semejante órgano corrupto!
La ONU nació bien, con la pretensión de no albergar a naciones que no fuese auténticas democracias. Por ello, España quedó fuera ante los vítores y aplausos de los progres del exilio. Pero empezaron los occidentales a “cambiar estampitas” con los soviéticos y “si quieres a los checos, me tienes que dejar que entren los españoles…” hasta que admitían, después, incluso a Lubumba, con Katanga, que cara mas dura que tiene el gachó.
Los que consideran que aquella acción bélica no estaba justificada exclusivamente por el derrocamiento del régimen baasista – un tipejo Saddam que enviaba “donativos” a la familia de cada terrorista suicida palestino que se llevaba por delante a un montón de israelitas, que por lo que se ve, no tienen derecho a vivir, ¡menudo “negocio”! – son los mismos que intentaron – hasta la extenuación – convencer a Truman para que derrocase por la fuerza a Franco. Durante un tiempo, el Conde de Barcelona – todo un patriota - tuvo a su disposición una fragata británica en la rada lisboeta para navegar hasta Canarias y provocar otra guerra civil, hasta que su primo Mountbatten – antes Battenberg y siempre en el Gran Oriente - le informó de que Harry no estaba por la labor: el enemigo a batir era oncle Joe – Stalin - y, en esa historia, Franco estaba tan comprometido como el que mas o, para ser exactos, en cabeza de la manifestación. No en balde cuando en plena ebullición del Frente Popular, reglamentariamente, se despidió Azaña – Presidente de la II República a la sazón – camino de su “destierro” canario y ante las protestas de naturalidad de la situación – “que no pasa nada, general” - le aseguró:”lo que puedo decirle, es que donde yo esté no habrá comunismo”, frase que condicionó cuarenta años de la Historia de España.
La guerra de Irak fue un paseo militar. La Guardia Republicana de Saddam era pura filfa, sus blindados eran pasto de los M 1 Abrahams y su aviación había terminado en Irán, huyendo de la quema en un viaje de ida sin vuelta porque el chiíta, se vengó del sunita.
Los problemas llegaron después, cuando los americanos – por absurda bonhomía – supusieron que podían hacer en Oriente Medio – hay que ser ingenuo si se contempla Palestina, un hombre una Kalashnikov y a cada uno, su judío - lo mismo que en Italia, Alemania o Japón, en 1945. En Europa había habido fascismo o nazismo, sí, pero también existía un substrato cultural judeo – cristiano, que fue determinante para facilitar las cosas. En Japón, Mac Arthur – dos Medallas de Honor del Congreso, casi nadie al aparato, un cadete que en West Point, obtuvo un diez de nota media - le puso las peras al cuarto al emperador Hirohito y, dado el fanatismo nipón de entonces, el pueblo siguió a su jefe espiritual, ciegamente. Hirohito salvó su trono – ya simbólico – y así mismo su trasero.
Pero Irak era otra cosa. Y como se había comenzado la lucha, muy preocupados “todos” por los daños colaterales, no hubo manera posible de gestionar la paz frente a un atajo de salvajes. No había ocurrido, con carácter previo, lo que en Alemania, donde se destruyeron ciudades enteras – Dresde, Hamburgo, Berlín – porque contaban los occidentales con permiso del oso soviético. (Recuérdese que la Resistencia francesa no estuvo participada por el Partido Comunista galo, hasta después de comenzada la Operación Barbarroja).
Curiosamente se acusa a los Estados Unidos – y por extensión a los de las Azores – de haber matado – asesinado, dicen – a miles de iraquíes, cuando la realidad es que los problemas de la Coalición, llegaron, precisamente por querer hacer una guerra con bisturí, sin dar “la caña” que deberían haber dado. Y, muerto el perro, se habría acabado la rabia.
La mejor guerra, es la que nunca comienza, pero si emprendes una – como “la española cuando besa - a ganarla a lo que de lugar. Y punto.
En la fotografía, un momento de nuestra gloriosa retirada zapateril, es decir, arrastrando las botas, en tanto ¡los italianos! – precisamente ellos – nos llamaban gallinas.

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