EN LAS ARTES Y LAS LETRAS.
El conjunto del prolongado asedio, de nueve meses de duración, fue narrado con gran pormenor en la crónica redactada por el jesuita brabanzón Herman Hugo, la Obsidio Bredana, publicada en Amberes, en la Oficina Plantiniana (una de las imprentas más prestigiosas de la Europa de entonces), en 1626. Esta obra fue un auténtico éxito de ventas, siendo traducida al español, con el título de Sitio de Breda, en 1627, dos veces al inglés en 1627 y otra al francés en 1631. Existe también otra relación independiente, The Siege of Breda escrita por el capitán irlandés Gerrat Barry y publicada en Lovaina en 1627. Además de las obras históricas, el asedio inspiró a diversos literatos. La noticia de la rendición fue divulgada por numerosas relaciones y avisos, y rápidamente festejada en la corte. Autores como Lope de Vega, Tirso de Molina o Antonio Hurtado de Mendoza se hicieron eco del triunfo y de los regocijos a que dio lugar. Años después, Quevedo lo recordaría, no sin una nota melancólica, en su sentido epitafio en forma de soneto, la Inscripción al Marqués Ambrosio Spínola, que gobernó las armas católicas en Flandes. Ahora bien, el más granado fruto literario que produjo el suceso fue la comedia de Calderón El sitio de Breda (hacia 1626-1632). Basándose sobre todo en la crónica del P. Hugo y perfeccionando la línea de Lope en su comedia El asalto de Mastrique, don Pedro se detiene en la caracterización de Spínola como modelo de humanidad digna y de aplicada paciencia, sin por ello caer en una degradación de sus enemigos, de quienes, por el contrario, ensalza la valentía y el ingenio. Si el tema de Breda tuvo cierta trascendencia literaria, fue sobre todo en la pintura donde daría lugar a una obra maestra, La Rendición de Breda de Velázquez, también conocido como Las lanzas, por el bosque de picas españolas que aparece en la mitad derecha de la composición. Este cuadro de gran formato (307 x 367 cm.) fue pintado en 1635 para el Salón del Reino del Palacio del Buen Retiro, donde se habían colocado otras tantas pinturas que conmemoraban las principales victorias de las armas españolas bajo el reinado de Felipe IV. La Rendición de Breda se centra, como el desenlace de la comedia de Calderón, en la entrega de las llaves de la ciudad por Justino de Nassau a Ambrosio de Spínola, rodeado aquél por su plana mayor y éste por todo su ejército. La obra transmite una sensación de elaborada simplicidad que, según algunos investigadores, se debe al uso de la proporción áurea. Además del cuadro de Velázquez, el asunto fue tratado por el pintor flamenco Peter Snayers, cuyos tres cuadros sobre el asedio se hicieron in situ, con más voluntad documental que artística (sirviendo posiblemente de fuente a don Diego), y por el español José Leonardo en su lienzo Antonio Spínola recibiendo las llaves de Breda, obra oscurecida por el mérito de la de Velázquez y que, como ella y las de Snayers, se conserva en el Museo del Prado. Mucho más tarde, la crisis de finales del siglo XIX hizo volver de nuevo los ojos sobre la grandeza pasada y la posterior decadencia del poder español, y las alusiones a Breda (a menudo inspiradas por el cuadro velazqueño) aparecen en los versos de Fernando López Martín, de Ezequiel González Mas, de Eduardo Marquina, que le dedica su poema Oro del alma. Ante el cuadro de las Lanzas, después de haber evocado la derrota de los tercios en su célebre drama En Flandes se ha puesto el sol, o de Manuel Machado, que en un logrado soneto resume certeramente el sentido de la escena final de la comedia de Calderón y del motivo central del cuadro de Velázquez: "Arde en el fondo Breda... Su alegría / oculta el vencedor. Y el pecho fuerte / del vencido devora su amargura".
ALBERTO MONTANER FRUTOS.
El conjunto del prolongado asedio, de nueve meses de duración, fue narrado con gran pormenor en la crónica redactada por el jesuita brabanzón Herman Hugo, la Obsidio Bredana, publicada en Amberes, en la Oficina Plantiniana (una de las imprentas más prestigiosas de la Europa de entonces), en 1626. Esta obra fue un auténtico éxito de ventas, siendo traducida al español, con el título de Sitio de Breda, en 1627, dos veces al inglés en 1627 y otra al francés en 1631. Existe también otra relación independiente, The Siege of Breda escrita por el capitán irlandés Gerrat Barry y publicada en Lovaina en 1627. Además de las obras históricas, el asedio inspiró a diversos literatos. La noticia de la rendición fue divulgada por numerosas relaciones y avisos, y rápidamente festejada en la corte. Autores como Lope de Vega, Tirso de Molina o Antonio Hurtado de Mendoza se hicieron eco del triunfo y de los regocijos a que dio lugar. Años después, Quevedo lo recordaría, no sin una nota melancólica, en su sentido epitafio en forma de soneto, la Inscripción al Marqués Ambrosio Spínola, que gobernó las armas católicas en Flandes. Ahora bien, el más granado fruto literario que produjo el suceso fue la comedia de Calderón El sitio de Breda (hacia 1626-1632). Basándose sobre todo en la crónica del P. Hugo y perfeccionando la línea de Lope en su comedia El asalto de Mastrique, don Pedro se detiene en la caracterización de Spínola como modelo de humanidad digna y de aplicada paciencia, sin por ello caer en una degradación de sus enemigos, de quienes, por el contrario, ensalza la valentía y el ingenio. Si el tema de Breda tuvo cierta trascendencia literaria, fue sobre todo en la pintura donde daría lugar a una obra maestra, La Rendición de Breda de Velázquez, también conocido como Las lanzas, por el bosque de picas españolas que aparece en la mitad derecha de la composición. Este cuadro de gran formato (307 x 367 cm.) fue pintado en 1635 para el Salón del Reino del Palacio del Buen Retiro, donde se habían colocado otras tantas pinturas que conmemoraban las principales victorias de las armas españolas bajo el reinado de Felipe IV. La Rendición de Breda se centra, como el desenlace de la comedia de Calderón, en la entrega de las llaves de la ciudad por Justino de Nassau a Ambrosio de Spínola, rodeado aquél por su plana mayor y éste por todo su ejército. La obra transmite una sensación de elaborada simplicidad que, según algunos investigadores, se debe al uso de la proporción áurea. Además del cuadro de Velázquez, el asunto fue tratado por el pintor flamenco Peter Snayers, cuyos tres cuadros sobre el asedio se hicieron in situ, con más voluntad documental que artística (sirviendo posiblemente de fuente a don Diego), y por el español José Leonardo en su lienzo Antonio Spínola recibiendo las llaves de Breda, obra oscurecida por el mérito de la de Velázquez y que, como ella y las de Snayers, se conserva en el Museo del Prado. Mucho más tarde, la crisis de finales del siglo XIX hizo volver de nuevo los ojos sobre la grandeza pasada y la posterior decadencia del poder español, y las alusiones a Breda (a menudo inspiradas por el cuadro velazqueño) aparecen en los versos de Fernando López Martín, de Ezequiel González Mas, de Eduardo Marquina, que le dedica su poema Oro del alma. Ante el cuadro de las Lanzas, después de haber evocado la derrota de los tercios en su célebre drama En Flandes se ha puesto el sol, o de Manuel Machado, que en un logrado soneto resume certeramente el sentido de la escena final de la comedia de Calderón y del motivo central del cuadro de Velázquez: "Arde en el fondo Breda... Su alegría / oculta el vencedor. Y el pecho fuerte / del vencido devora su amargura".
ALBERTO MONTANER FRUTOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario