LA MAYOR MASACRE DEL SIGLO XX. SE BOMBARDEÓ PLAZA DE MAYO EL 16 DE JUNIO DE 1955. MUCHOS CICLOS HISTÓRICOS VIOLENTOS HAN ENLUTADO A LOS CIUDADANOS ARGENTINOS. LA MEMORIA Y LOS RECUERDOS SE ACUÑAN EN LOS TEXTOS Y COMENTARIOS PÚBLICOS EN FORMA PARCIAL.
Este mes hemos asistido a muchos encuentros y homenajes, con total justicia, por los hechos bélicos del conflicto armado en la Reafirmación Soberana de las Islas Malvinas. Todos los argumentos parecen ajustarse a la verdad, aunque siempre hay algo para agregar en el intento de seguir defendiendo una causa. En la guerra contra la invasión de Gran Bretaña murieron argentinos, cerca de 700…, mucho dolor…, por eso tanto recuerdo y homenaje.
El 16 de junio de 1955, la cobardía y la intolerancia se cobró 350 vidas inocentes, La mitad que en la guerra del Atlántico Sur, en democracia y atacadas por argentinos.
Los peronistas no podemos olvidar esta masacre contra una población argentina civil e indefensa.
Eran argentinos contra argentinos.
Militares y políticos civiles, opositores al gobierno del Gral. Perón, decidieron que debían atacar, y lo hicieron de la manera más cobarde, bombardearon la histórica plaza poblada de civiles, se concretó el odio dañando lo que nuestro Líder más cuidaba y amaba: su Pueblo.
El resultado es poco conocido: Una cuadrilla de 40 aviones bombardeó y ametralló a las personas que hallaban a su paso.
En la Casa de Gobierno impactaron 29 bombas.
Cayeron unas 100 bombas de 50 y 100 kilogramos.
MATARON A 350 PERSONAS E HIRIERON 1000.
La mayoría trabajadores que se hallaban caminando o viajando en transporte.
Una bomba cayo sobre un trolebús y mató 65 personas.
El objetivo era matar al Presidente Juan D. Perón.
Para cumplir con este objetivo se movilizaron argentinos que no dudaron en disparar a la población, argentinos matando argentinos.
Con este primer levantamiento se inicia en Argentina la violencia entre compatriotas.
Mucho se habla de no perder la memoria.
Hojas y hojas escritas sobre los inocentes que caen por la intolerancia ideológica y económica.
Desde nuestro espacio peronista, queremos recordar y rendir homenaje a los civiles, militares que, con coraje y valentía, dieron su vida para defender el estado de derecho que el gobierno de Perón les había dado con toda justicia.
Este aniversario que enluta a la sociedad argentina, tanto como el resto de los conflictos que han dejado el saldo de muertos y desaparecidos, nos obliga sin ninguna duda, a recordar parte del amoroso mensaje de Eva Perón… “…ellos se hicieron ricos y poderosos a fuerza de destruir a los demás, a fuerza de la desgracia ajena. Nosotros no podemos ser como ellos.”
Y no somos como ellos…, recordamos y homenajeamos para el futuro.
Nuestro deseo parte del respeto que les debemos a tantas víctimas que, en el olvido y a lo largo de 57 años, no tuvieron el reconocimiento, la justicia y la impresión escrita en la Historia Oficial Argentina.
www.reafirmacion.peronista.net.ar
URUGUAY: EL PACTO QUE SALVÓ A LOS AVIADORES PRÓFUGOS.
Noventa aviadores militares argentinos esperaron en Uruguay la caída del general Juan Domingo Perón. La espera comenzó el 16 de junio de 1955, cuando tras los bombardeos a la Plaza de Mayo y la Casa Rosada 28 aviones aterrizaron en Montevideo y otros cuatro en Colonia. Aquí se revelan algunos detalles de la intimidad de ese tramo de historia argentina. En el ataque se estima que hubo 364 muertos y más de 800 heridos. Ayer, Clarín reveló documentos secretos sobre los personajes responsables de la tragedia.
Mientras todavía giraban las últimas turbinas de los 32 aviones argentinos que habían participado del bombardeo de la Casa Rosada y la Plaza, el presidente Luis Batlle reunía al consejo de gobierno y resolvía otorgar asilo a los 90 oficiales que venían a bordo. Fue un pacto no escrito, pero sostenido en el enfrentamiento entre el gobierno uruguayo y el argentino, fundado en profundas diferencias económicas e ideológicas.
Ese enfrentamiento entre Batlle y Perón se manifiesta en las palabras de uno de los aviadores que llegó al Uruguay: el capitán de fragata (aviador) Néstor Noriega, quien era jefe de la Base Aeronaval de Punta Indio recordaría: “Una semana después me recibió el presidente Batlle Berres. Yo quería agradecerle todo lo que había hecho por nosotros. El presidente me recibe, me abraza, prácticamente se pone a llorar y me dice: ´vea, no se imagina lo que he rogado para que saliera bien esto y mataran al atorrante ese que nos tiene al Uruguay bajo el zapato´. Los uruguayos iban a vender carne a Holanda a 1,50 dólares. Entonces Perón agarraba y decía: ´A Holanda se la mandamos a 1,25´”.
Los últimos aviones aterrizaron a las seis de la tarde. En Montevideo llegaron a la base aérea militar N° 1, junto al aeropuerto de Carrasco, donde se impuso un férreo control para evitar el ingreso de civiles, en particular, de periodistas y reporteros gráficos. De los 32 aviones que se refugiaron en suelo uruguayo, 28 aterrizaron directamente en la base aérea militar Nø1, y los otros cuatro en Colonia. El hecho de que en allí aterrizaran en un aeropuerto civil, permitió rastrear la identidad de los aviadores.
El primero en llegar, sobre las cuatro y media de la tarde, fue el 3B6 piloteado por el teniente de fragata Alfredo Eustaquio, con los tenientes de corbeta Hugo Albanel y Lagos Martínez, y el guardiamarina Miguel Ángel Londoni. Las radios uruguayas ya hacía 3 horas que contaban lo que ocurría en Buenos Aires.
Poco después llegó el 3ª29, que venía únicamente con el piloto, el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly, ex número dos de la Armada durante el gobierno de Raúl Alfonsín. La tercera máquina llegó piloteada por el te niente de navío Eduardo Velarde, con el teniente de fragata Rafael Checachile como copiloto.
A las seis menos cuarto de la tarde, un Gloster Meteor sobrevoló Colonia pero siguió a Carmelo, a unos 10 kilómetros. Iba tripulado por el teniente de navío Armando David Yeannet, de 25 años. Se estrelló en el agua. El bullicio despertó la atención de los vecinos, que corrieron a la costa. Cuando vieron lo que ocurría, un lugareño no dudó en arrojarse vestido como estaba, para socorrer al aviador. Yeannet fue trasladado a un sanatorio, donde le practicaron las primeras curas, y puesto a disposición de los mandos militares locales.
Los que llegaron a Colonia fueron trasladados esa misma noche a Montevideo, y reunidos con sus colegas. Aunque se les había prohibido hablar, uno de los oficiales se aproximó a los periodistas, antes de subir al ómnibus que lo llevaría a Montevideo, abrió sus brazos, y dijo: “nos traicionaron”. No agregó más nada.
El celo dispuesto por el gobierno uruguayo para controlar a los aviadores argentinos, parecía centrado en mantener en reserva sus identidades. Una vez reunidos en el grupo de artillería Nø 5, en la calle Burgues, se procedió a proporcionarle a todos ropas civiles de buena calidad, con variedad para tiempo seco y húmedo, documentos de identidad uruguayos, y hasta algunos pesos a quienes nada tenían, para que se ambientaran a sus primeros días en Uruguay. Luego se les otorgó libertad plena dentro del territorio uruguayo. En septiembre, cuando Perón fue derrocado, todos volvieron a Argentina.
A Uruguay llegaron ocho aparatos de dos turbinas Gloster Meteor, dos cuatrimotores Douglas DC4, cinco bombarderos bimotores C47, tres bimotores Beechcrafp AT11 de observación y entrenamiento, 11 monomotores AT6, y tres anfibios bimotores Catalina, uno de los cuales, el primero en llegar, había sido equipado con dos bombas que no había lanzado. Los asilados argentinos se incorporaron rápidamente a la vida de Montevideo, cuyos habitantes tenían posición mayoritaria tomada en contra del gobierno del presidente Juan Domingo Perón. La diáspora argentina antiperonista se había iniciado dos años antes. Los exiliados habían sobrevivido en Uruguay como podían. Un grupo de ellos reunió el dinero, y abrió una librería en 18 de Julio y Plaza de Cagancha, pleno centro de la ciudad, donde asistían a los que tenían más dificultades.
La influencia ideológica de los asilados y exiliados se hacía sentir en las habituales peñas que se realizaban en los bares y confiterías del centro de Montevideo, y en Pocitos. Alberto Methol Ferré, hoy docente de historia en Montevideo y Argentina, un intelectual de cuño católico, se había convertido en un ferviente peronista “desde el 17 de octubre de 1945”, confesó a Clarín. Methol era habitual animador de las peñas que se realizaban en Montevideo, porque invariablemente era el único que defendía las ideas de Perón. “Era horrible” la hostilidad que sentía de sus compatriotas por defender esas ideas en 1955, confesó Methol.
Daniel Castagnin, hoy abogado jubilado, realizaba el servicio militar voluntario para la reserva cuando se sucedieron los episodios de 1955 en Argentina, y rápidamente tomó partido por los rebeldes. “Pero después que se fueron los asilados, y los exiliados antiperonistas, el Uruguay se pobló de exiliados y asilados peronistas, lo que me permitió conocer la otra cara de la moneda”, contó a Clarín.
Fuente Clarín. Manuela Lastra
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Para suscribirse editor_politicaydesarrollo@yahoo.com.ar
Este mes hemos asistido a muchos encuentros y homenajes, con total justicia, por los hechos bélicos del conflicto armado en la Reafirmación Soberana de las Islas Malvinas. Todos los argumentos parecen ajustarse a la verdad, aunque siempre hay algo para agregar en el intento de seguir defendiendo una causa. En la guerra contra la invasión de Gran Bretaña murieron argentinos, cerca de 700…, mucho dolor…, por eso tanto recuerdo y homenaje.
El 16 de junio de 1955, la cobardía y la intolerancia se cobró 350 vidas inocentes, La mitad que en la guerra del Atlántico Sur, en democracia y atacadas por argentinos.
Los peronistas no podemos olvidar esta masacre contra una población argentina civil e indefensa.
Eran argentinos contra argentinos.
Militares y políticos civiles, opositores al gobierno del Gral. Perón, decidieron que debían atacar, y lo hicieron de la manera más cobarde, bombardearon la histórica plaza poblada de civiles, se concretó el odio dañando lo que nuestro Líder más cuidaba y amaba: su Pueblo.
El resultado es poco conocido: Una cuadrilla de 40 aviones bombardeó y ametralló a las personas que hallaban a su paso.
En la Casa de Gobierno impactaron 29 bombas.
Cayeron unas 100 bombas de 50 y 100 kilogramos.
MATARON A 350 PERSONAS E HIRIERON 1000.
La mayoría trabajadores que se hallaban caminando o viajando en transporte.
Una bomba cayo sobre un trolebús y mató 65 personas.
El objetivo era matar al Presidente Juan D. Perón.
Para cumplir con este objetivo se movilizaron argentinos que no dudaron en disparar a la población, argentinos matando argentinos.
Con este primer levantamiento se inicia en Argentina la violencia entre compatriotas.
Mucho se habla de no perder la memoria.
Hojas y hojas escritas sobre los inocentes que caen por la intolerancia ideológica y económica.
Desde nuestro espacio peronista, queremos recordar y rendir homenaje a los civiles, militares que, con coraje y valentía, dieron su vida para defender el estado de derecho que el gobierno de Perón les había dado con toda justicia.
Este aniversario que enluta a la sociedad argentina, tanto como el resto de los conflictos que han dejado el saldo de muertos y desaparecidos, nos obliga sin ninguna duda, a recordar parte del amoroso mensaje de Eva Perón… “…ellos se hicieron ricos y poderosos a fuerza de destruir a los demás, a fuerza de la desgracia ajena. Nosotros no podemos ser como ellos.”
Y no somos como ellos…, recordamos y homenajeamos para el futuro.
Nuestro deseo parte del respeto que les debemos a tantas víctimas que, en el olvido y a lo largo de 57 años, no tuvieron el reconocimiento, la justicia y la impresión escrita en la Historia Oficial Argentina.
www.reafirmacion.peronista.net.ar
URUGUAY: EL PACTO QUE SALVÓ A LOS AVIADORES PRÓFUGOS.
Noventa aviadores militares argentinos esperaron en Uruguay la caída del general Juan Domingo Perón. La espera comenzó el 16 de junio de 1955, cuando tras los bombardeos a la Plaza de Mayo y la Casa Rosada 28 aviones aterrizaron en Montevideo y otros cuatro en Colonia. Aquí se revelan algunos detalles de la intimidad de ese tramo de historia argentina. En el ataque se estima que hubo 364 muertos y más de 800 heridos. Ayer, Clarín reveló documentos secretos sobre los personajes responsables de la tragedia.
Mientras todavía giraban las últimas turbinas de los 32 aviones argentinos que habían participado del bombardeo de la Casa Rosada y la Plaza, el presidente Luis Batlle reunía al consejo de gobierno y resolvía otorgar asilo a los 90 oficiales que venían a bordo. Fue un pacto no escrito, pero sostenido en el enfrentamiento entre el gobierno uruguayo y el argentino, fundado en profundas diferencias económicas e ideológicas.
Ese enfrentamiento entre Batlle y Perón se manifiesta en las palabras de uno de los aviadores que llegó al Uruguay: el capitán de fragata (aviador) Néstor Noriega, quien era jefe de la Base Aeronaval de Punta Indio recordaría: “Una semana después me recibió el presidente Batlle Berres. Yo quería agradecerle todo lo que había hecho por nosotros. El presidente me recibe, me abraza, prácticamente se pone a llorar y me dice: ´vea, no se imagina lo que he rogado para que saliera bien esto y mataran al atorrante ese que nos tiene al Uruguay bajo el zapato´. Los uruguayos iban a vender carne a Holanda a 1,50 dólares. Entonces Perón agarraba y decía: ´A Holanda se la mandamos a 1,25´”.
Los últimos aviones aterrizaron a las seis de la tarde. En Montevideo llegaron a la base aérea militar N° 1, junto al aeropuerto de Carrasco, donde se impuso un férreo control para evitar el ingreso de civiles, en particular, de periodistas y reporteros gráficos. De los 32 aviones que se refugiaron en suelo uruguayo, 28 aterrizaron directamente en la base aérea militar Nø1, y los otros cuatro en Colonia. El hecho de que en allí aterrizaran en un aeropuerto civil, permitió rastrear la identidad de los aviadores.
El primero en llegar, sobre las cuatro y media de la tarde, fue el 3B6 piloteado por el teniente de fragata Alfredo Eustaquio, con los tenientes de corbeta Hugo Albanel y Lagos Martínez, y el guardiamarina Miguel Ángel Londoni. Las radios uruguayas ya hacía 3 horas que contaban lo que ocurría en Buenos Aires.
Poco después llegó el 3ª29, que venía únicamente con el piloto, el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly, ex número dos de la Armada durante el gobierno de Raúl Alfonsín. La tercera máquina llegó piloteada por el te niente de navío Eduardo Velarde, con el teniente de fragata Rafael Checachile como copiloto.
A las seis menos cuarto de la tarde, un Gloster Meteor sobrevoló Colonia pero siguió a Carmelo, a unos 10 kilómetros. Iba tripulado por el teniente de navío Armando David Yeannet, de 25 años. Se estrelló en el agua. El bullicio despertó la atención de los vecinos, que corrieron a la costa. Cuando vieron lo que ocurría, un lugareño no dudó en arrojarse vestido como estaba, para socorrer al aviador. Yeannet fue trasladado a un sanatorio, donde le practicaron las primeras curas, y puesto a disposición de los mandos militares locales.
Los que llegaron a Colonia fueron trasladados esa misma noche a Montevideo, y reunidos con sus colegas. Aunque se les había prohibido hablar, uno de los oficiales se aproximó a los periodistas, antes de subir al ómnibus que lo llevaría a Montevideo, abrió sus brazos, y dijo: “nos traicionaron”. No agregó más nada.
El celo dispuesto por el gobierno uruguayo para controlar a los aviadores argentinos, parecía centrado en mantener en reserva sus identidades. Una vez reunidos en el grupo de artillería Nø 5, en la calle Burgues, se procedió a proporcionarle a todos ropas civiles de buena calidad, con variedad para tiempo seco y húmedo, documentos de identidad uruguayos, y hasta algunos pesos a quienes nada tenían, para que se ambientaran a sus primeros días en Uruguay. Luego se les otorgó libertad plena dentro del territorio uruguayo. En septiembre, cuando Perón fue derrocado, todos volvieron a Argentina.
A Uruguay llegaron ocho aparatos de dos turbinas Gloster Meteor, dos cuatrimotores Douglas DC4, cinco bombarderos bimotores C47, tres bimotores Beechcrafp AT11 de observación y entrenamiento, 11 monomotores AT6, y tres anfibios bimotores Catalina, uno de los cuales, el primero en llegar, había sido equipado con dos bombas que no había lanzado. Los asilados argentinos se incorporaron rápidamente a la vida de Montevideo, cuyos habitantes tenían posición mayoritaria tomada en contra del gobierno del presidente Juan Domingo Perón. La diáspora argentina antiperonista se había iniciado dos años antes. Los exiliados habían sobrevivido en Uruguay como podían. Un grupo de ellos reunió el dinero, y abrió una librería en 18 de Julio y Plaza de Cagancha, pleno centro de la ciudad, donde asistían a los que tenían más dificultades.
La influencia ideológica de los asilados y exiliados se hacía sentir en las habituales peñas que se realizaban en los bares y confiterías del centro de Montevideo, y en Pocitos. Alberto Methol Ferré, hoy docente de historia en Montevideo y Argentina, un intelectual de cuño católico, se había convertido en un ferviente peronista “desde el 17 de octubre de 1945”, confesó a Clarín. Methol era habitual animador de las peñas que se realizaban en Montevideo, porque invariablemente era el único que defendía las ideas de Perón. “Era horrible” la hostilidad que sentía de sus compatriotas por defender esas ideas en 1955, confesó Methol.
Daniel Castagnin, hoy abogado jubilado, realizaba el servicio militar voluntario para la reserva cuando se sucedieron los episodios de 1955 en Argentina, y rápidamente tomó partido por los rebeldes. “Pero después que se fueron los asilados, y los exiliados antiperonistas, el Uruguay se pobló de exiliados y asilados peronistas, lo que me permitió conocer la otra cara de la moneda”, contó a Clarín.
Fuente Clarín. Manuela Lastra
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