EL PSOE SE QUEDA SIN SOCIOS EN EL CONGRESO MIENTRAS CIU RECHAZA SER SU “SALVAVIDAS”.
Los siete escaños que separan al Grupo Socialista de la mayoría absoluta en el Congreso valen toda una legislatura para José Luis Rodríguez Zapatero. De la noche a la mañana, el Gobierno y el PSOE ya no pueden fiarse de la fidelidad de uno de sus aliados en el Parlamento, el Bloque Nacionalista Gallego (BNG), tras el revés electoral sufrido en Galicia, y podrían quedarse también sin el apoyo de los seis diputados del Grupo Vasco (PNV).
Ambas formaciones salvaron in extremis los Presupuestos Generales de 2009, pero las elecciones del 1 de marzo han abierto una grieta entre ellos y los socialistas. ¿Y ahora, qué? Ahora la legislatura vuelve a empezar para Zapatero, que deberá buscar un aliado alternativo en el Congreso que le permita sacar adelante sus proyectos más importantes. En el peor de los casos para los socialistas, la alternativa sólo podría ser un adelanto de las elecciones. Ayer, el propio jefe del Ejecutivo reconoció a puerta cerrada ante la Ejecutiva Federal de su partido la complejidad del escenario nacional que le deja el resultado de los comicios vascos, pero se mostró confiado en que sacará adelante la estabilidad parlamentaria.
Sin los dos diputados del BNG, y con el PNV a punto de despedirse del poder en el País Vasco, y de romper después, previsiblemente, todo acuerdo con el PSOE en el Congreso, el Grupo Socialista ya mira a los 10 parlamentarios de CiU. Un pacto con Josep Antoni Duran Lleida garantizaría estabilidad al Gobierno de Zapatero, lo más preciado hoy por hoy.
Pero los nacionalistas catalanes no lo van a poner fácil. El presidente de la coalición, Artur Mas, ha advertido a Zapatero de que CiU no será su «salvavidas» en Madrid. En primer lugar, la coyuntura no es la mejor. Con la crisis económica que sigue sin tocar fondo, camino de los cuatro millones de parados, no es apetecible para ningún grupo político aparecer de la mano del Gobierno. Sería el socio de la crisis y del paro. El corresponsable. Pero, además, CiU es la oposición de los socialistas en Cataluña, y convertirse en aliado en Madrid sería un curioso ejercicio de esquizofrenia política, nada imposible, por otra parte.
Desde el Grupo Socialista aportan dos claves más: el nuevo sistema de financiación autonómica y la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Un acuerdo de financiación que no satisfaga a CiU sería otra piedra en el camino que obstaculizaría el acuerdo parlamentario. Y una sentencia difícil de digerir para los nacionalistas catalanes tampoco ayudaría demasiado.
Así las cosas, el PSOE podría optar por acercarse al grupo de ERC-IU-ICV. Son cinco diputados que obligarían a los socialistas a dar otro giro a la izquierda radical, justo cuando trata de transmitir un mensaje algo más centrado para contrarrestar los efectos de la crisis.
LA PRUEBA PRESUPUESTARIA.
El panorama no es nada sencillo para el portavoz socialista, José Antonio Alonso, que tendrá que demostrar sus dotes de negociador. La prueba fundamental llegará tras el verano, con los Presupuestos Generales de 2010. Ahí se juegan la legislatura.
«No es conveniente interpretar lo que han dicho los ciudadanos en las urnas», aseguró ayer a Zapatero
Ayer, la Ejecutiva Socialista hizo balance de la jornada electoral. Hablaron prácticamente todos sus dirigentes para señalar que lo ocurrido en Galicia no es extrapolable a lo que vaya a pasar en las elecciones europeas. Lo dejó claro el vicesecretario general, José Blanco, cuando se le preguntó en la posterior rueda de prensa. Tras descartarse para dirigir el PSdG en sustitución de Touriño y declararse también él «responsable» de la pérdida de la Xunta, Blanco señaló que si Mariano Rajoy «se apropia del éxito y lo considera un éxito nacional y cree que le afianza en el liderazgo» del partido, él se alegra. En este sentido, ironizó sobre su «especial querencia» por que Rajoy continúe el frente del PP en beneficio del partido gobernante.
Y el propio presidente del Gobierno, por la tarde, afirmó que no le parece «conveniente interpretar lo que los ciudadanos han querido decir en las urnas», aunque felicitó al PP por su «victoria» en Galicia, si bien pidió a este partido que no la utilice contra el Gobierno porque él podría hacer lo mismo con el «fuerte descenso» de los populares vascos. Es más, según algunos asistentes a la Ejecutiva, por la mañana, Zapatero dijo a los suyos que el PSOE va a ganar las elecciones europeas del 7 de junio.
En lo que sí estuvieron de acuerdo todos los intervinientes en la Ejecutiva es en que la caída del Gobierno gallego demuestra que el PSOE, cuando pacta con partidos nacionalistas, debe tener cuidado de aparecer liderando el proyecto y no como subsidiario de esas formaciones. Alguno de los que tomó la palabra llegó a mencionar que el PSC debe tener cuidado en Cataluña para que no le ocurra lo mismo que le ha pasado ayer al ya dimitido Emilio Pérez Touriño en Galicia.
ABC.
Los siete escaños que separan al Grupo Socialista de la mayoría absoluta en el Congreso valen toda una legislatura para José Luis Rodríguez Zapatero. De la noche a la mañana, el Gobierno y el PSOE ya no pueden fiarse de la fidelidad de uno de sus aliados en el Parlamento, el Bloque Nacionalista Gallego (BNG), tras el revés electoral sufrido en Galicia, y podrían quedarse también sin el apoyo de los seis diputados del Grupo Vasco (PNV).
Ambas formaciones salvaron in extremis los Presupuestos Generales de 2009, pero las elecciones del 1 de marzo han abierto una grieta entre ellos y los socialistas. ¿Y ahora, qué? Ahora la legislatura vuelve a empezar para Zapatero, que deberá buscar un aliado alternativo en el Congreso que le permita sacar adelante sus proyectos más importantes. En el peor de los casos para los socialistas, la alternativa sólo podría ser un adelanto de las elecciones. Ayer, el propio jefe del Ejecutivo reconoció a puerta cerrada ante la Ejecutiva Federal de su partido la complejidad del escenario nacional que le deja el resultado de los comicios vascos, pero se mostró confiado en que sacará adelante la estabilidad parlamentaria.
Sin los dos diputados del BNG, y con el PNV a punto de despedirse del poder en el País Vasco, y de romper después, previsiblemente, todo acuerdo con el PSOE en el Congreso, el Grupo Socialista ya mira a los 10 parlamentarios de CiU. Un pacto con Josep Antoni Duran Lleida garantizaría estabilidad al Gobierno de Zapatero, lo más preciado hoy por hoy.
Pero los nacionalistas catalanes no lo van a poner fácil. El presidente de la coalición, Artur Mas, ha advertido a Zapatero de que CiU no será su «salvavidas» en Madrid. En primer lugar, la coyuntura no es la mejor. Con la crisis económica que sigue sin tocar fondo, camino de los cuatro millones de parados, no es apetecible para ningún grupo político aparecer de la mano del Gobierno. Sería el socio de la crisis y del paro. El corresponsable. Pero, además, CiU es la oposición de los socialistas en Cataluña, y convertirse en aliado en Madrid sería un curioso ejercicio de esquizofrenia política, nada imposible, por otra parte.
Desde el Grupo Socialista aportan dos claves más: el nuevo sistema de financiación autonómica y la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Un acuerdo de financiación que no satisfaga a CiU sería otra piedra en el camino que obstaculizaría el acuerdo parlamentario. Y una sentencia difícil de digerir para los nacionalistas catalanes tampoco ayudaría demasiado.
Así las cosas, el PSOE podría optar por acercarse al grupo de ERC-IU-ICV. Son cinco diputados que obligarían a los socialistas a dar otro giro a la izquierda radical, justo cuando trata de transmitir un mensaje algo más centrado para contrarrestar los efectos de la crisis.
LA PRUEBA PRESUPUESTARIA.
El panorama no es nada sencillo para el portavoz socialista, José Antonio Alonso, que tendrá que demostrar sus dotes de negociador. La prueba fundamental llegará tras el verano, con los Presupuestos Generales de 2010. Ahí se juegan la legislatura.
«No es conveniente interpretar lo que han dicho los ciudadanos en las urnas», aseguró ayer a Zapatero
Ayer, la Ejecutiva Socialista hizo balance de la jornada electoral. Hablaron prácticamente todos sus dirigentes para señalar que lo ocurrido en Galicia no es extrapolable a lo que vaya a pasar en las elecciones europeas. Lo dejó claro el vicesecretario general, José Blanco, cuando se le preguntó en la posterior rueda de prensa. Tras descartarse para dirigir el PSdG en sustitución de Touriño y declararse también él «responsable» de la pérdida de la Xunta, Blanco señaló que si Mariano Rajoy «se apropia del éxito y lo considera un éxito nacional y cree que le afianza en el liderazgo» del partido, él se alegra. En este sentido, ironizó sobre su «especial querencia» por que Rajoy continúe el frente del PP en beneficio del partido gobernante.
Y el propio presidente del Gobierno, por la tarde, afirmó que no le parece «conveniente interpretar lo que los ciudadanos han querido decir en las urnas», aunque felicitó al PP por su «victoria» en Galicia, si bien pidió a este partido que no la utilice contra el Gobierno porque él podría hacer lo mismo con el «fuerte descenso» de los populares vascos. Es más, según algunos asistentes a la Ejecutiva, por la mañana, Zapatero dijo a los suyos que el PSOE va a ganar las elecciones europeas del 7 de junio.
En lo que sí estuvieron de acuerdo todos los intervinientes en la Ejecutiva es en que la caída del Gobierno gallego demuestra que el PSOE, cuando pacta con partidos nacionalistas, debe tener cuidado de aparecer liderando el proyecto y no como subsidiario de esas formaciones. Alguno de los que tomó la palabra llegó a mencionar que el PSC debe tener cuidado en Cataluña para que no le ocurra lo mismo que le ha pasado ayer al ya dimitido Emilio Pérez Touriño en Galicia.
ABC.
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