DEBIDO A LA EXPANSIÓN MONETARIA Y FISCAL, MORGAN STANLEY NO DESCARTA LA HIPERINFLACIÓN EN EEUU, GRAN BRETAÑA Y EUROPA.
Morgan Stanley alerta. La expansión monetaria de los bancos centrales y el creciente endeudamiento público de los gobiernos podrían disparar el nivel de precios hasta tasas insostenibles en EEUU, Gran Bretaña e, incluso, otros países de la UE. Recomienda refugiarse ante la hiperinflación.
Se suceden las advertencias. En su último informe, la OCDE alertaba sobre la posibilidad de entrar en una peligrosa espiral inflacionista que, en caso de producirse, será muy difícil de frenar. El propio Rodrigo Rato, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), dejaba entrever esta misma posibilidad la pasada semana.
Ahora, la señal de alarma proviene de Morgan Stanley. La entidad financiera acaba de publicar un informe bajo el título ¿Podría surgir de nuevo la hiperinflación? Los analistas ya no descartan ni siquiera esta gran amenaza para el poder adquisitivo de los ciudadanos.
En la actualidad, las principales economías del planeta se dirigen hacia una intensa recesión que, incluso, amenaza con transformarse en depresión (estancamiento durante años) en algunos países como, por ejemplo, EEUU y España. A ello, se añade un escenario deflacionista (caída generalizada de precios) debido a la restricción del crédito, la depreciación de activos, el menor consumo, el desplome de la actividad y la búsqueda desesperada de liquidez por parte de los agentes económicos.
EXPANSIÓN MONETARIA DE LA BANCA CENTRAL.
Sin embargo, el horizonte podría ser aún más aterrador. La hiperinflación acecha. El estudio analiza la posibilidad de que los precios se disparen en EEUU, Gran Bretaña y gran parte de Europa. Y ello, debido a la expansión monetaria desarrollada hasta el momento por la banca central con el objetivo de salvar al sistema financiero, así como a los rescates públicos aprobados por la gran mayoría de los gobiernos con el fin de rescatar a sus respectivas economías.
El crecimiento de la base monetaria (dinero en circulación) y el excesivo endeudamiento público podrían provocar una "inflación muy elevada o, incluso, una hiperinflación". Es decir, una subida de precios superior al 50% mensual. No sería la primera vez. Durante las últimas décadas, este proceso ha tenido lugar en numerosos países: Austria, Alemania, Hungría, Polonia o Rusia durante los años 20; o Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, Ucrania y Zimbabue desde los años 50
La raíz de este problema reside, según el documento, en el "excesivo crecimiento de la oferta monetaria, por lo general a causa de las instrucciones dictadas por los gobiernos a los bancos centrales con el fin de ayudar a financiar el creciente gasto público mediante la creación de dinero rápido". Es decir, mediante la impresión de billetes para adquirir deuda pública de los distintos gobiernos.
EXCESIVO ENDEUDAMIENTO PÚBLICO.
Precisamente, en las últimas fechas, tanto la Reserva Federal de EEUU como el Banco Central de Inglaterra vienen anunciando la posibilidad de poner en marcha medidas "no convencionales" para reactivar la economía ante el fracaso de las inyecciones de liquidez aplicadas hasta el momento a la banca.
La estrategia consistiría en la compra de deuda pública mediante la impresión de nuevos billetes. De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) tampoco descarta esta posibilidad. Y es que, las terapias monetarias de choque se agotan, después de que los principales bancos centrales del planeta iniciaran la rebaja coordinada de tipos hasta niveles próximos al 0%, tal y como avanzó LD.
Morgan Stanley advierte de que si la banca central insiste en esta estrategia de expansión monetaria, la hiperinflación no se puede descartar. El problema es que el crecimiento que presenta la base monetaria en la actualidad carece de precedentes, sobre todo, en EEUU.
El segundo factor de riesgo que identifican estos analistas consiste en que los gobiernos se encuentren con dificultades para financiar sus gigantescos planes de rescate público. Es decir, la posibilidad de que algunos países no puedan colocar toda la emisión de deuda pública que tienen previsto ya que, en ese caso, el coste de la financiación pública se dispararía hasta niveles insostenibles.
Por último, los inversores podrían empezar a desconfiar de la capacidad de algunos gobiernos para poder hacer frente a los pagos de su deuda pública sin tener que recurrir a la impresión de dinero ex novo. En ese caso, el riesgo es que algunos estados terminen en bancarrota. Todos estos factores, en caso de suceder, podrían generar la temida hiperinflación.
BUSCAR REFUGIO.
No obstante, la entidad advierte de que , "teniendo en cuenta el tamaño de los actuales y futuros problemas económicos y financieros, y dado el tamaño de los estímulos monetarios y fiscales que los bancos centrales y los gobiernos están aplicando, los inversores no deberían descartar este riesgo". La entidad recomienda, incluso, que se refugien en algún activo que sirva de "seguro" para contrarrestar la pérdida de poder adquisitivo, ahora que "todavía es relativamente barato".
Tras la caída del muro de Berlín y la descomposición del bloque soviético, los países del Este de Europa se enfrentaron a una situación similar. Entonces, los ciudadanos se refugiaron de la depreciación de sus divisas mediante la compra de dólares en el mercado negro. Sin embargo, en la actualidad, y dado que la hiperinflación podría sacudir también a EEUU, el dólar ya "no sería una opción". En este sentido, algunos de los clientes más importantes de Merrill Lynch apuestan por la compra de oro.
COMO SE PRODUCE LA HIPER INFLACION.
El abandono del patrón oro y el monopolio en la emisión del dinero han dado alas a gobiernos irresponsables que, para hacer frente a sus obligaciones, no han dudado en inflar la moneda hasta límites estratosféricos
El siglo XX ha sido testigo de todo tipo de desórdenes monetarios: el abandono del patrón oro, el monopolio de emisión del dinero y las leyes de curso forzoso han dado alas a gobiernos irresponsables que para hacer frente a sus obligaciones no han dudado en inflar la moneda hasta límites estratosféricos sin tener en cuenta las terribles consecuencias de sus políticas.
Aunque la hiperinflación más conocida es la alemana, muchos otros países han sufrido procesos hiperinflacionarios: Rusia (1914-1923), Grecia (1941-1944), Chile (1972-1974), Hungría (1945-1946), Austria (1921-1922), México (1982-1988), Perú (1988-1990), Nicaragua (1985-1990), etc. Con este artículo pretendo realizar un análisis teórico de estos procesos.
Antes de nada conviene aclarar qué se entiende por hiperinflación y en qué se diferencia de la inflación. En principio, la inflación podemos definirla como el aumento de las existencias dinerarias de una economía1, mientras que la hiperinflación sería un aumento muy fuerte y prolongado en el tiempo de estas existencias monetarias. Esta diferenciación es imprecisa y por este motivo al final de este artículo haré una matización teórica más adecuada sobre este asunto.
Dicho esto, pasemos a analizar teóricamente estos fenómenos. Las hiperinflaciones son procesos muy complejos y cada una tiene sus propias peculiaridades; sin embargo pueden caracterizarse por constar de tres etapas:
1. El punto de partida de una hiperinflación suele ser la decisión del Gobierno de imprimir nuevo dinero sin ningún tipo de respaldo metálico con objeto de autofinanciarse. De esta forma el Gobierno puede ahora hacer frente a sus obligaciones y gastos sin tener que subir los impuestos: pagar a sus funcionarios, amortizar la deuda pública, cubrir déficits de empresas estatales, financiar una guerra, etc.
Es importante señalar que el nuevo dinero entra en el mercado por determinados conductos y en cantidades muy variables; como es lógico, los primeros precios en subir son los de aquellos bienes y servicios que son demandados por el Estado en un primer momento. Los productores de estos bienes y servicios ven cómo sus retribuciones aumentan y éstos a su vez utilizan este dinero nuevo para comprar otros bienes y servicios en el mercado y, consecuentemente, los precios de estas mercancías demandadas en una segunda oleada por el nuevo dinero también comienza a elevarse, etc.; y así, en oleadas sucesivas el nuevo dinero se extiende paulatinamente por todo el mercado.
Hay que insistir en que las subidas de precios ni son proporcionales (algunos precios suben más que otros, otros se estancan o ¡incluso bajan2!) ni instantáneas (pues los precios se ven afectados en etapas sucesivas). Los economistas neoclásicos, basándose en la mecanicista teoría cuantitativa del dinero, han utilizado el símil de que el efecto de la inflación (entendida como el aumento de la oferta monetaria) es una subida de un supuesto nivel de precios como si de la subida de una marea se tratara.
Pues bien, ni existe un nivel de precios3 ni éstos aumentan como la subida de una marea: lo que la inflación produce podría caracterizarse más bien como un terremoto que trastoca todos los precios de la economía.
Al inicio de este proceso los individuos no suelen ser conscientes de lo que está pasando exactamente: muchos de ellos tan sólo observan que determinados bienes y servicios están aumentando de precio en el mercado y piensan que se trata tan sólo de subidas transitorias y que en un futuro próximo los precios bajarán. Por tanto, bajo estas expectativas actúan empresarialmente restringiendo sus compras y aumentando sus saldos de tesorería. Así se produce un aumento de la demanda de dinero como depósito de valor, ya que el público sigue percibiendo que el dinero tiene la misma calidad que antaño.
Como acertadamente señala4 Rothbard, este aumento inicial de la demanda de dinero tiene dos efectos: el primero, los precios tienden a aumentar menos que lo que proporcionalmente aumentan las existencias monetarias en la economía; y el segundo, el Gobierno al principio obtiene más recursos reales del público de los que había esperado. Esta primera etapa puede durar incluso años dependiendo de la velocidad a la que se incremente la masa monetaria y de la credibilidad del Gobierno en ese momento.
2. Sin embargo, llega un momento en que las masas despiertan súbitamente y se dan cuenta de que la inflación es una política deliberada que el Gobierno utiliza para financiarse y que proseguirá sin interrupción. La estrategia de los individuos cambia de inmediato: el público intenta defenderse de la inflación tratando de canjear sus existencias monetarias por bienes reales, los necesiten o no.
La gente se da cuenta de que sale ganando si compra hoy en vez de esperar al futuro cuando el poder adquisitivo de la unidad monetaria será mucho menor. Es decir, la estrategia empresarial para sobrevivir a este caos monetario consiste en reducir al mínimo los saldos de tesorería individuales y tratar de adquirir todo lo comprable con el objetivo de conservar el valor de su riqueza.
Por tanto, la demanda de dinero como depósito de valor se desploma: la unidad monetaria ya no sirve para conservar el valor a lo largo del tiempo. Los bienes que son usados como valor-refugio en una hiperinflación pueden ser de lo más variado: trigo, bebidas alcohólicas, madera, ropa, etc.
Este descenso abrupto de la demanda de dinero como depósito de valor tiene dos efectos inmediatos justo en sentido contrario que en la primera etapa: primero, el crecimiento de los precios se acelera, y este aumento es más que proporcional que el incremento de la oferta monetaria, hecho que retroalimenta el proceso de depreciación del numerario; y segundo, el Gobierno obtiene menos recursos reales del público de lo que había esperado. Sin embargo, es preciso añadir que el Gobierno seguirá obteniendo recursos reales del público mientras el dinero se siga usando en el mercado.
No debemos caer en la trampa de las cuantitativistas de pensar que la única causa de la hiperinflación es el exceso de emisión de dinero y las expectativas de mayores aumentos del mismo. El precio del dinero (es decir, su poder adquisitivo) también viene determinado por su calidad como activo que puede conservar el valor a lo largo del tiempo. Y dado que ahora los individuos (acertadamente) consideran que el dinero ya no puede cumplir esta función, su valoración sobre el mismo se desploma (y por supuesto esto reduce aún más su poder adquisitivo).
Por tanto, como vemos, la demanda de dinero como depósito de valor se reduce a cero. Sin embargo, al mismo tiempo que esto ocurre se incrementa fuertemente la demanda de dinero como medio de cambio: los individuos se ven obligados a movilizar grandes sumas de papel moneda durante cortos periodos de tiempo para poder adquirir bienes que diariamente multiplican su precio.
En esta situación suele ocurrir algo que muy curioso: ¡los precios crecen tan sumamente rápido que el dinero existente en la economía es insuficiente para vaciar los mercados! Es decir, la incesante emisión de circulante es incapaz de seguir el astronómico alza de los precios de los bienes y servicios y, en consecuencia, no hay suficiente dinero para realizar las transacciones mercantiles diarias. Así se producen enormes quejas respecto a la escasez de dinero en la economía y el Gobierno responde ante esta escasez emitiendo a un ritmo creciente más y más circulante que nunca es suficiente para vaciar los mercados.
3. En la última etapa de la hiperinflación el sistema monetario queda destrozado; la moneda deja de utilizarse en las transacciones comerciales, su poder adquisitivo se reduce a cero y el Estado ya no puede seguir utilizando la inflación como método de recaudación. Los individuos vuelven al trueque o adoptan alguna nueva moneda. En esta situación, lo normal es que el Estado cree una nueva moneda canjeable por la antigua para restablecer el sistema monetario.
Suele ocurrir que para dar credibilidad a esta nueva moneda se respalde (aunque sea ficticiamente) con oro, tierras, etc. Además, en muchas hiperinflaciones, cuando los individuos repudian la moneda nacional pasan a utilizar divisas extranjeras de mayor credibilidad, como por ejemplo en las hiperinflaciones latinoamericanas que se vivieron procesos de dolarización espontánea de la economía.
También puede ocurrir los mercados seleccionen una nueva mercancía como dinero: por ejemplo en la hiperinflación rusa en las zonas rurales se desarrolló un patrón-trigo5. Me gustaría hacer una reflexión sobre el proceso de hiperinflación y la pérdida de funciones del dinero. Tradicionalmente se suele atribuir al dinero al menos tres funciones: depósito de valor, unidad de cuenta y medio de intercambio; es curioso comprobar cómo a lo largo del proceso de hiperinflación el dinero las pierde de forma paulatina.
En primer lugar, pierde la función de depósito de valor. Los individuos perciben que la inflación no va a parar y huyen hacia valores reales cambiando saldos de tesorería en constante depreciación por bienes tangibles acelerando el proceso de aumento de los precios en el mercado; en segundo lugar, se pierde la función de unidad de cuenta.
La hiperinflación hace imposible el cálculo económico, lo que tiene como consecuencia que los individuos cometan graves errores empresariales (consumo de capital, etc.); y finalmente el dinero se colapsa y pierde incluso su función como medio de intercambio forzando a los individuos a la vuelta al trueque y a la búsqueda de monedas alternativas (como el trigo en Rusia, una divisa extranjera con credibilidad, etc.).
Para acabar con este análisis creo que es interesante preguntarnos la siguiente cuestión. ¿En qué punto puede considerarse que las emisiones de dinero pasan de ser mera inflación a ser hiperinflacionarias? En principio, no existe un acuerdo universal sobre este asunto. Algunos autores como Phillip Cagan señalan que un país entra en un proceso de hiperinflación en el momento en que los precios de los productos aumentan mensualmente a tasas mayores del 50% (como vemos, Cagan utiliza la definición neoclásica de inflación); otros autores consideran que estos aumentos en los precios tan sólo tienen que alcanzar tasas mensuales de entre un 20-30% para que pueda hablarse de hiperinflación. Sin embargo yo creo que todos estos autores se equivocan.
A mi modo de ver, el punto de inflexión que marca el paso de una inflación a una hiperinflación acontece cuando el dinero pierde su función como depósito de valor; por tanto, no puede definirse una tasa de crecimiento de los precios objetiva y válida para todo tiempo y lugar que nos indique cuándo pasamos de una situación u otra, pues el momento concreto en el que la moneda pierde esta función depende completamente de las percepciones subjetivas de los individuos que serán diferentes en cada contexto histórico.
Es decir, no hay una tasa técnica de crecimiento de los precios que delimite el momento exacto en el que se puede hablar de hiperinflación, sino que los procesos hiperinflacionarios (sea el ruso, el alemán, el chileno, etc.) comienzan en sentido estricto cuando la sociedad percibe que el dinero ya no es un activo seguro para conservar su riqueza y responde adoptando estrategias empresariales para sobrevivir en esta situación de caos monetario.
CONSECUENCIAS DE LA HIPERINFLACIÓN:
1. Empobrecimiento generalizado6: El continuo envilecimiento del dinero hasta su extinción provoca la desintegración de todo el sistema económico: el mercado nacional desaparece y la producción se detiene. La pobreza, la escasez y el desempleo se extienden por toda la economía ocasionando muchas penurias y sufrimiento humano. La inflación lleva a la mal inversión generalizada de los recursos escasos de la economía, originando a una estructura productiva absurda, despilfarradora, antieconómica y alejada de las verdaderas necesidades y capacidades económicas de la sociedad.
2. Los salarios reales se desploman: los precios crecen más rápido que las retribuciones salariales provocando importantísimas pérdidas de poder adquisitivo a los trabajadores. Este efecto es especialmente dramático para los empleados públicos, a quienes el ajuste salarial siempre les llega más tarde (si les llega).
3. Se hace imposible realizar cálculo económico alguno: sin dinero no es posible el cálculo, y sin cálculo los individuos no pueden enjuiciar el éxito o fracaso de los diferentes cursos de productivos por lo que se encuentran a ciegas frente a qué es y qué no es rentable producir. Esta situación además induce a las empresas a ensayar procesos de consumo de capital involuntarios, por lo que uno de los efectos más perjudiciales de las hiperinflaciones es la fuerte reducción del equipo capital, hecho que empobrece aún más a la sociedad.
4. Efectos redistributivos: Con la hiperinflación la relación de deudas deja de tener significado, los acreedores pierden todos sus derechos y los deudores se ven libres de sus obligaciones y consecuentemente la deuda pública se reduce a cero. Además, los perceptores de rentas fijas sencillamente se arruinan: pensionistas, propietarios que perciben alquileres, etc.
5. A lo largo del proceso de hiperinflación los tipos de interés se disparan, pero suele ocurrir que el mercado crediticio no logra seguir el crecimiento de los precios y finalmente desaparece debido a las pérdidas en que incurren los prestamistas.
6. Financiación del Estado: La hiperinflación provoca que la recaudación de impuestos deje de tener sentido. Durante el proceso, el camino para la financiación estatal pasa por imprimir dinero a tasas cada vez más aceleradas; algunos gobiernos también recurren a incautaciones físicas de recursos o a exigir impuestos en especie; sin embargo la mayor parte de la financiación suele realizarse mediante la emisión de dinero.
Por tanto, en el momento en que el público repudia el dinero estatal esta fuente de financiación se termina; probablemente éste es el motivo más poderoso por el que los gobiernos deciden introducir una nueva moneda: para poder seguir financiándose de una forma regular.
Artículo elaborado por David Sanz Bas (Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Instituto Juan de Mariana), y originalmente publicado en portaloro y en la revista online de Friedrich Hayek de Argentina. El autor agradece enormemente los comentarios de Juan Ramón Rallo, Philipp Bagus y Daniel Luna.
Morgan Stanley alerta. La expansión monetaria de los bancos centrales y el creciente endeudamiento público de los gobiernos podrían disparar el nivel de precios hasta tasas insostenibles en EEUU, Gran Bretaña e, incluso, otros países de la UE. Recomienda refugiarse ante la hiperinflación.
Se suceden las advertencias. En su último informe, la OCDE alertaba sobre la posibilidad de entrar en una peligrosa espiral inflacionista que, en caso de producirse, será muy difícil de frenar. El propio Rodrigo Rato, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), dejaba entrever esta misma posibilidad la pasada semana.
Ahora, la señal de alarma proviene de Morgan Stanley. La entidad financiera acaba de publicar un informe bajo el título ¿Podría surgir de nuevo la hiperinflación? Los analistas ya no descartan ni siquiera esta gran amenaza para el poder adquisitivo de los ciudadanos.
En la actualidad, las principales economías del planeta se dirigen hacia una intensa recesión que, incluso, amenaza con transformarse en depresión (estancamiento durante años) en algunos países como, por ejemplo, EEUU y España. A ello, se añade un escenario deflacionista (caída generalizada de precios) debido a la restricción del crédito, la depreciación de activos, el menor consumo, el desplome de la actividad y la búsqueda desesperada de liquidez por parte de los agentes económicos.
EXPANSIÓN MONETARIA DE LA BANCA CENTRAL.
Sin embargo, el horizonte podría ser aún más aterrador. La hiperinflación acecha. El estudio analiza la posibilidad de que los precios se disparen en EEUU, Gran Bretaña y gran parte de Europa. Y ello, debido a la expansión monetaria desarrollada hasta el momento por la banca central con el objetivo de salvar al sistema financiero, así como a los rescates públicos aprobados por la gran mayoría de los gobiernos con el fin de rescatar a sus respectivas economías.
El crecimiento de la base monetaria (dinero en circulación) y el excesivo endeudamiento público podrían provocar una "inflación muy elevada o, incluso, una hiperinflación". Es decir, una subida de precios superior al 50% mensual. No sería la primera vez. Durante las últimas décadas, este proceso ha tenido lugar en numerosos países: Austria, Alemania, Hungría, Polonia o Rusia durante los años 20; o Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, Ucrania y Zimbabue desde los años 50
La raíz de este problema reside, según el documento, en el "excesivo crecimiento de la oferta monetaria, por lo general a causa de las instrucciones dictadas por los gobiernos a los bancos centrales con el fin de ayudar a financiar el creciente gasto público mediante la creación de dinero rápido". Es decir, mediante la impresión de billetes para adquirir deuda pública de los distintos gobiernos.
EXCESIVO ENDEUDAMIENTO PÚBLICO.
Precisamente, en las últimas fechas, tanto la Reserva Federal de EEUU como el Banco Central de Inglaterra vienen anunciando la posibilidad de poner en marcha medidas "no convencionales" para reactivar la economía ante el fracaso de las inyecciones de liquidez aplicadas hasta el momento a la banca.
La estrategia consistiría en la compra de deuda pública mediante la impresión de nuevos billetes. De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) tampoco descarta esta posibilidad. Y es que, las terapias monetarias de choque se agotan, después de que los principales bancos centrales del planeta iniciaran la rebaja coordinada de tipos hasta niveles próximos al 0%, tal y como avanzó LD.
Morgan Stanley advierte de que si la banca central insiste en esta estrategia de expansión monetaria, la hiperinflación no se puede descartar. El problema es que el crecimiento que presenta la base monetaria en la actualidad carece de precedentes, sobre todo, en EEUU.
El segundo factor de riesgo que identifican estos analistas consiste en que los gobiernos se encuentren con dificultades para financiar sus gigantescos planes de rescate público. Es decir, la posibilidad de que algunos países no puedan colocar toda la emisión de deuda pública que tienen previsto ya que, en ese caso, el coste de la financiación pública se dispararía hasta niveles insostenibles.
Por último, los inversores podrían empezar a desconfiar de la capacidad de algunos gobiernos para poder hacer frente a los pagos de su deuda pública sin tener que recurrir a la impresión de dinero ex novo. En ese caso, el riesgo es que algunos estados terminen en bancarrota. Todos estos factores, en caso de suceder, podrían generar la temida hiperinflación.
BUSCAR REFUGIO.
No obstante, la entidad advierte de que , "teniendo en cuenta el tamaño de los actuales y futuros problemas económicos y financieros, y dado el tamaño de los estímulos monetarios y fiscales que los bancos centrales y los gobiernos están aplicando, los inversores no deberían descartar este riesgo". La entidad recomienda, incluso, que se refugien en algún activo que sirva de "seguro" para contrarrestar la pérdida de poder adquisitivo, ahora que "todavía es relativamente barato".
Tras la caída del muro de Berlín y la descomposición del bloque soviético, los países del Este de Europa se enfrentaron a una situación similar. Entonces, los ciudadanos se refugiaron de la depreciación de sus divisas mediante la compra de dólares en el mercado negro. Sin embargo, en la actualidad, y dado que la hiperinflación podría sacudir también a EEUU, el dólar ya "no sería una opción". En este sentido, algunos de los clientes más importantes de Merrill Lynch apuestan por la compra de oro.
COMO SE PRODUCE LA HIPER INFLACION.
El abandono del patrón oro y el monopolio en la emisión del dinero han dado alas a gobiernos irresponsables que, para hacer frente a sus obligaciones, no han dudado en inflar la moneda hasta límites estratosféricos
El siglo XX ha sido testigo de todo tipo de desórdenes monetarios: el abandono del patrón oro, el monopolio de emisión del dinero y las leyes de curso forzoso han dado alas a gobiernos irresponsables que para hacer frente a sus obligaciones no han dudado en inflar la moneda hasta límites estratosféricos sin tener en cuenta las terribles consecuencias de sus políticas.
Aunque la hiperinflación más conocida es la alemana, muchos otros países han sufrido procesos hiperinflacionarios: Rusia (1914-1923), Grecia (1941-1944), Chile (1972-1974), Hungría (1945-1946), Austria (1921-1922), México (1982-1988), Perú (1988-1990), Nicaragua (1985-1990), etc. Con este artículo pretendo realizar un análisis teórico de estos procesos.
Antes de nada conviene aclarar qué se entiende por hiperinflación y en qué se diferencia de la inflación. En principio, la inflación podemos definirla como el aumento de las existencias dinerarias de una economía1, mientras que la hiperinflación sería un aumento muy fuerte y prolongado en el tiempo de estas existencias monetarias. Esta diferenciación es imprecisa y por este motivo al final de este artículo haré una matización teórica más adecuada sobre este asunto.
Dicho esto, pasemos a analizar teóricamente estos fenómenos. Las hiperinflaciones son procesos muy complejos y cada una tiene sus propias peculiaridades; sin embargo pueden caracterizarse por constar de tres etapas:
1. El punto de partida de una hiperinflación suele ser la decisión del Gobierno de imprimir nuevo dinero sin ningún tipo de respaldo metálico con objeto de autofinanciarse. De esta forma el Gobierno puede ahora hacer frente a sus obligaciones y gastos sin tener que subir los impuestos: pagar a sus funcionarios, amortizar la deuda pública, cubrir déficits de empresas estatales, financiar una guerra, etc.
Es importante señalar que el nuevo dinero entra en el mercado por determinados conductos y en cantidades muy variables; como es lógico, los primeros precios en subir son los de aquellos bienes y servicios que son demandados por el Estado en un primer momento. Los productores de estos bienes y servicios ven cómo sus retribuciones aumentan y éstos a su vez utilizan este dinero nuevo para comprar otros bienes y servicios en el mercado y, consecuentemente, los precios de estas mercancías demandadas en una segunda oleada por el nuevo dinero también comienza a elevarse, etc.; y así, en oleadas sucesivas el nuevo dinero se extiende paulatinamente por todo el mercado.
Hay que insistir en que las subidas de precios ni son proporcionales (algunos precios suben más que otros, otros se estancan o ¡incluso bajan2!) ni instantáneas (pues los precios se ven afectados en etapas sucesivas). Los economistas neoclásicos, basándose en la mecanicista teoría cuantitativa del dinero, han utilizado el símil de que el efecto de la inflación (entendida como el aumento de la oferta monetaria) es una subida de un supuesto nivel de precios como si de la subida de una marea se tratara.
Pues bien, ni existe un nivel de precios3 ni éstos aumentan como la subida de una marea: lo que la inflación produce podría caracterizarse más bien como un terremoto que trastoca todos los precios de la economía.
Al inicio de este proceso los individuos no suelen ser conscientes de lo que está pasando exactamente: muchos de ellos tan sólo observan que determinados bienes y servicios están aumentando de precio en el mercado y piensan que se trata tan sólo de subidas transitorias y que en un futuro próximo los precios bajarán. Por tanto, bajo estas expectativas actúan empresarialmente restringiendo sus compras y aumentando sus saldos de tesorería. Así se produce un aumento de la demanda de dinero como depósito de valor, ya que el público sigue percibiendo que el dinero tiene la misma calidad que antaño.
Como acertadamente señala4 Rothbard, este aumento inicial de la demanda de dinero tiene dos efectos: el primero, los precios tienden a aumentar menos que lo que proporcionalmente aumentan las existencias monetarias en la economía; y el segundo, el Gobierno al principio obtiene más recursos reales del público de los que había esperado. Esta primera etapa puede durar incluso años dependiendo de la velocidad a la que se incremente la masa monetaria y de la credibilidad del Gobierno en ese momento.
2. Sin embargo, llega un momento en que las masas despiertan súbitamente y se dan cuenta de que la inflación es una política deliberada que el Gobierno utiliza para financiarse y que proseguirá sin interrupción. La estrategia de los individuos cambia de inmediato: el público intenta defenderse de la inflación tratando de canjear sus existencias monetarias por bienes reales, los necesiten o no.
La gente se da cuenta de que sale ganando si compra hoy en vez de esperar al futuro cuando el poder adquisitivo de la unidad monetaria será mucho menor. Es decir, la estrategia empresarial para sobrevivir a este caos monetario consiste en reducir al mínimo los saldos de tesorería individuales y tratar de adquirir todo lo comprable con el objetivo de conservar el valor de su riqueza.
Por tanto, la demanda de dinero como depósito de valor se desploma: la unidad monetaria ya no sirve para conservar el valor a lo largo del tiempo. Los bienes que son usados como valor-refugio en una hiperinflación pueden ser de lo más variado: trigo, bebidas alcohólicas, madera, ropa, etc.
Este descenso abrupto de la demanda de dinero como depósito de valor tiene dos efectos inmediatos justo en sentido contrario que en la primera etapa: primero, el crecimiento de los precios se acelera, y este aumento es más que proporcional que el incremento de la oferta monetaria, hecho que retroalimenta el proceso de depreciación del numerario; y segundo, el Gobierno obtiene menos recursos reales del público de lo que había esperado. Sin embargo, es preciso añadir que el Gobierno seguirá obteniendo recursos reales del público mientras el dinero se siga usando en el mercado.
No debemos caer en la trampa de las cuantitativistas de pensar que la única causa de la hiperinflación es el exceso de emisión de dinero y las expectativas de mayores aumentos del mismo. El precio del dinero (es decir, su poder adquisitivo) también viene determinado por su calidad como activo que puede conservar el valor a lo largo del tiempo. Y dado que ahora los individuos (acertadamente) consideran que el dinero ya no puede cumplir esta función, su valoración sobre el mismo se desploma (y por supuesto esto reduce aún más su poder adquisitivo).
Por tanto, como vemos, la demanda de dinero como depósito de valor se reduce a cero. Sin embargo, al mismo tiempo que esto ocurre se incrementa fuertemente la demanda de dinero como medio de cambio: los individuos se ven obligados a movilizar grandes sumas de papel moneda durante cortos periodos de tiempo para poder adquirir bienes que diariamente multiplican su precio.
En esta situación suele ocurrir algo que muy curioso: ¡los precios crecen tan sumamente rápido que el dinero existente en la economía es insuficiente para vaciar los mercados! Es decir, la incesante emisión de circulante es incapaz de seguir el astronómico alza de los precios de los bienes y servicios y, en consecuencia, no hay suficiente dinero para realizar las transacciones mercantiles diarias. Así se producen enormes quejas respecto a la escasez de dinero en la economía y el Gobierno responde ante esta escasez emitiendo a un ritmo creciente más y más circulante que nunca es suficiente para vaciar los mercados.
3. En la última etapa de la hiperinflación el sistema monetario queda destrozado; la moneda deja de utilizarse en las transacciones comerciales, su poder adquisitivo se reduce a cero y el Estado ya no puede seguir utilizando la inflación como método de recaudación. Los individuos vuelven al trueque o adoptan alguna nueva moneda. En esta situación, lo normal es que el Estado cree una nueva moneda canjeable por la antigua para restablecer el sistema monetario.
Suele ocurrir que para dar credibilidad a esta nueva moneda se respalde (aunque sea ficticiamente) con oro, tierras, etc. Además, en muchas hiperinflaciones, cuando los individuos repudian la moneda nacional pasan a utilizar divisas extranjeras de mayor credibilidad, como por ejemplo en las hiperinflaciones latinoamericanas que se vivieron procesos de dolarización espontánea de la economía.
También puede ocurrir los mercados seleccionen una nueva mercancía como dinero: por ejemplo en la hiperinflación rusa en las zonas rurales se desarrolló un patrón-trigo5. Me gustaría hacer una reflexión sobre el proceso de hiperinflación y la pérdida de funciones del dinero. Tradicionalmente se suele atribuir al dinero al menos tres funciones: depósito de valor, unidad de cuenta y medio de intercambio; es curioso comprobar cómo a lo largo del proceso de hiperinflación el dinero las pierde de forma paulatina.
En primer lugar, pierde la función de depósito de valor. Los individuos perciben que la inflación no va a parar y huyen hacia valores reales cambiando saldos de tesorería en constante depreciación por bienes tangibles acelerando el proceso de aumento de los precios en el mercado; en segundo lugar, se pierde la función de unidad de cuenta.
La hiperinflación hace imposible el cálculo económico, lo que tiene como consecuencia que los individuos cometan graves errores empresariales (consumo de capital, etc.); y finalmente el dinero se colapsa y pierde incluso su función como medio de intercambio forzando a los individuos a la vuelta al trueque y a la búsqueda de monedas alternativas (como el trigo en Rusia, una divisa extranjera con credibilidad, etc.).
Para acabar con este análisis creo que es interesante preguntarnos la siguiente cuestión. ¿En qué punto puede considerarse que las emisiones de dinero pasan de ser mera inflación a ser hiperinflacionarias? En principio, no existe un acuerdo universal sobre este asunto. Algunos autores como Phillip Cagan señalan que un país entra en un proceso de hiperinflación en el momento en que los precios de los productos aumentan mensualmente a tasas mayores del 50% (como vemos, Cagan utiliza la definición neoclásica de inflación); otros autores consideran que estos aumentos en los precios tan sólo tienen que alcanzar tasas mensuales de entre un 20-30% para que pueda hablarse de hiperinflación. Sin embargo yo creo que todos estos autores se equivocan.
A mi modo de ver, el punto de inflexión que marca el paso de una inflación a una hiperinflación acontece cuando el dinero pierde su función como depósito de valor; por tanto, no puede definirse una tasa de crecimiento de los precios objetiva y válida para todo tiempo y lugar que nos indique cuándo pasamos de una situación u otra, pues el momento concreto en el que la moneda pierde esta función depende completamente de las percepciones subjetivas de los individuos que serán diferentes en cada contexto histórico.
Es decir, no hay una tasa técnica de crecimiento de los precios que delimite el momento exacto en el que se puede hablar de hiperinflación, sino que los procesos hiperinflacionarios (sea el ruso, el alemán, el chileno, etc.) comienzan en sentido estricto cuando la sociedad percibe que el dinero ya no es un activo seguro para conservar su riqueza y responde adoptando estrategias empresariales para sobrevivir en esta situación de caos monetario.
CONSECUENCIAS DE LA HIPERINFLACIÓN:
1. Empobrecimiento generalizado6: El continuo envilecimiento del dinero hasta su extinción provoca la desintegración de todo el sistema económico: el mercado nacional desaparece y la producción se detiene. La pobreza, la escasez y el desempleo se extienden por toda la economía ocasionando muchas penurias y sufrimiento humano. La inflación lleva a la mal inversión generalizada de los recursos escasos de la economía, originando a una estructura productiva absurda, despilfarradora, antieconómica y alejada de las verdaderas necesidades y capacidades económicas de la sociedad.
2. Los salarios reales se desploman: los precios crecen más rápido que las retribuciones salariales provocando importantísimas pérdidas de poder adquisitivo a los trabajadores. Este efecto es especialmente dramático para los empleados públicos, a quienes el ajuste salarial siempre les llega más tarde (si les llega).
3. Se hace imposible realizar cálculo económico alguno: sin dinero no es posible el cálculo, y sin cálculo los individuos no pueden enjuiciar el éxito o fracaso de los diferentes cursos de productivos por lo que se encuentran a ciegas frente a qué es y qué no es rentable producir. Esta situación además induce a las empresas a ensayar procesos de consumo de capital involuntarios, por lo que uno de los efectos más perjudiciales de las hiperinflaciones es la fuerte reducción del equipo capital, hecho que empobrece aún más a la sociedad.
4. Efectos redistributivos: Con la hiperinflación la relación de deudas deja de tener significado, los acreedores pierden todos sus derechos y los deudores se ven libres de sus obligaciones y consecuentemente la deuda pública se reduce a cero. Además, los perceptores de rentas fijas sencillamente se arruinan: pensionistas, propietarios que perciben alquileres, etc.
5. A lo largo del proceso de hiperinflación los tipos de interés se disparan, pero suele ocurrir que el mercado crediticio no logra seguir el crecimiento de los precios y finalmente desaparece debido a las pérdidas en que incurren los prestamistas.
6. Financiación del Estado: La hiperinflación provoca que la recaudación de impuestos deje de tener sentido. Durante el proceso, el camino para la financiación estatal pasa por imprimir dinero a tasas cada vez más aceleradas; algunos gobiernos también recurren a incautaciones físicas de recursos o a exigir impuestos en especie; sin embargo la mayor parte de la financiación suele realizarse mediante la emisión de dinero.
Por tanto, en el momento en que el público repudia el dinero estatal esta fuente de financiación se termina; probablemente éste es el motivo más poderoso por el que los gobiernos deciden introducir una nueva moneda: para poder seguir financiándose de una forma regular.
Artículo elaborado por David Sanz Bas (Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Instituto Juan de Mariana), y originalmente publicado en portaloro y en la revista online de Friedrich Hayek de Argentina. El autor agradece enormemente los comentarios de Juan Ramón Rallo, Philipp Bagus y Daniel Luna.
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