miércoles, 4 de febrero de 2009

GUANTÁNAMO.-

Esperábamos una zapaterada, pero Obama nos lo fía muy largo. Un año pasa volando, pero mientras tanto pueden suceder muchas cosas y quién sabe. En sus manos estaba cerrar Guantánamo al día siguiente de su toma de posesión, pero sólo nos ha dado un plazo. Ahora resulta que la cosa no era sencilla, pero tampoco tan ilegal y mala, es de suponer. Sus partidarios más expertos no han dejado durante años de airear toda clase de fórmulas justicieras para solucionar la cuestión, acuchillando de paso, inmisericordemente, a la administración conservadora. Y Obama ha tenido los 77 días de transición más activos y mejor asesorados de la historia. Pero ni con esas. Llegada la hora de dar trigo, queda para la cosecha del próximo año, si Dios quiere. Que conste que el gobierno Bush llevaba ya mucho tiempo obamizado. Ha seguido capturando terroristas mientras Guantánamo se ha ido vaciando. El problema es que allí sólo quedan los más peligrosos. Los nuevos prisioneros estarán en condiciones mucho peores que en las de ese paraíso carcelario del Caribe, pero a nadie importan. Lograda la satanización del enclave cubano, ¿para qué cambiar de tema? Uno de los problemillas del presidente es que tendrá que otorgar a los miles de ariscos huéspedes que sus tropas tienen alojados por diversas partes del mundo el mismo trato que a los 250 recalcitrantes en la tierra guantanamera. Y eso lo complica todavía más. Porque las convenciones de Ginebra dicen que los prisioneros de guerra pueden ser retenidos sin juicio hasta que termine el conflicto. Pretender que se les aplique el Habeas Corpus, que sean entregados al juez para que los procese, queda muy bien para denigrar a Bush, pero es un lío de todos los demonios.
Manuel Coma.

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