EL PAISANAJE Y EL ESCAQUEO.
Decía el dibujante Ivá en sus «Historias de la p. mili», allá por la transición, no tener claro si en sus años mozos el ejército lo había hecho un hombre o había visto más mundo, habida cuenta de que le tocó servir en Melilla y él era del Ebro para arriba. «Eso sí, me reí mucho», dejó escrito en uno de sus libros mientras recosía un botón de la chupa , cosa que no saben hacer, dicho sea de paso, las legionarias de hoy día, con todo el moño que se gastan.
Le digo a usted, mi sargento, que la penúltima hazaña de la Legión digna de una laureada de laurel y valga la redundancia - señor, sí, señor - fue en tiempos del ex ministro Trillo, jurídico de la Armada, cuando reconquistamos el islote de Perejil a tiro de piedra de Marruecos, ocupado por media docena de moros y aproximadamente veinte cabras flacas y no conscriptas. Sólo desertaron los moros, que eran los únicos que sabían nadar. De aquella ni el tal Trillo - el de «manda guevos, Manolo, tráeme la maza», cuando ascendió a presidente del Congreso - ni Ivá sospechaban el despliegue de este domingo en León para el Día de las Fuerzas Armadas: casi dos mil efectivos, tanques a manta, helicópteros hiper aspados, Guardia Civil caminera a caballo, la Reina y Yo, y dicen que más de cien mil paisanos. El espectáculo estuvo bien y dice mucho en favor de León, que se volcó, y tuvo más de cívico que de militar como corresponde a los pueblos con autoestima y que no sienten vergüenza de ser tales. Porque lo del aparataje aéreo, los carros de combate con GPS para no perderse en Afganistán, los tricornios de charol y hasta Blanquita, la cabra de la Legión, quedan aparentes pero nos iban a servir de poco, mi sargento, como ya argumentábamos el Ivá y yo en la teórica del campamento, si nos apuntaran los rusos con la pera de misiles. Hay cosas que no han cambiado desde nuestra quinta y hasta el enemigo tiene un nombre que da que pensar: Putin. Pero, ya en la reserva, nunca habíamos visto escaquearse al presidente del Gobierno.
Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros.
Antonio Núñez.
Decía el dibujante Ivá en sus «Historias de la p. mili», allá por la transición, no tener claro si en sus años mozos el ejército lo había hecho un hombre o había visto más mundo, habida cuenta de que le tocó servir en Melilla y él era del Ebro para arriba. «Eso sí, me reí mucho», dejó escrito en uno de sus libros mientras recosía un botón de la chupa , cosa que no saben hacer, dicho sea de paso, las legionarias de hoy día, con todo el moño que se gastan.
Le digo a usted, mi sargento, que la penúltima hazaña de la Legión digna de una laureada de laurel y valga la redundancia - señor, sí, señor - fue en tiempos del ex ministro Trillo, jurídico de la Armada, cuando reconquistamos el islote de Perejil a tiro de piedra de Marruecos, ocupado por media docena de moros y aproximadamente veinte cabras flacas y no conscriptas. Sólo desertaron los moros, que eran los únicos que sabían nadar. De aquella ni el tal Trillo - el de «manda guevos, Manolo, tráeme la maza», cuando ascendió a presidente del Congreso - ni Ivá sospechaban el despliegue de este domingo en León para el Día de las Fuerzas Armadas: casi dos mil efectivos, tanques a manta, helicópteros hiper aspados, Guardia Civil caminera a caballo, la Reina y Yo, y dicen que más de cien mil paisanos. El espectáculo estuvo bien y dice mucho en favor de León, que se volcó, y tuvo más de cívico que de militar como corresponde a los pueblos con autoestima y que no sienten vergüenza de ser tales. Porque lo del aparataje aéreo, los carros de combate con GPS para no perderse en Afganistán, los tricornios de charol y hasta Blanquita, la cabra de la Legión, quedan aparentes pero nos iban a servir de poco, mi sargento, como ya argumentábamos el Ivá y yo en la teórica del campamento, si nos apuntaran los rusos con la pera de misiles. Hay cosas que no han cambiado desde nuestra quinta y hasta el enemigo tiene un nombre que da que pensar: Putin. Pero, ya en la reserva, nunca habíamos visto escaquearse al presidente del Gobierno.
Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros.
Antonio Núñez.
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