jueves, 26 de julio de 2007

LA KABILA DE ANYERA.-



Centrada entre Tánger – kabila de El Fash - y Ceuta, se alzan sus riscos vigilando el Estrecho y presididos por el Yebel Musa y el Suljafa, desde cuyas cumbres la panorámica es subyugante y a cuyos pies, en la costa, se encuentra Alcázar Seguer, su “capital”, el Castillo pequeño. Su topografía es atormentada y, aun sin grandes alturas – ninguna que llegue a los 900 m. – a sus valles, al nivel del mar, ha de descenderse por veredas talladas sobre riscos que se despeñan sobre ellos, con grandes pendientes. Y cuenta con muchas cuevas – algunas de gran tamaño y varios “pisos” - en donde todavía en los años cincuenta se encontraban armas de distinto tamaño y condición. En la parte suroeste, dichas cuevas están “tomadas” por monos, parientes sin duda de los de Gibraltar, desde antes de las andanzas de Hércules, pero que, como no son alimentados por Su Majestad, son listos, aguerridos y… peligrosos. En la zona mas bonita – llena en invierno de grandes bosques de majestuosos helechos, donde moraban víboras cornudas – está El Biutz, donde Franco sufrió su única herida en combate, y muy cerca el aduar de Ain Xixa, donde yo pasaba temporadas en vacaciones, en casa del xerif.
El clima es muy diverso y cambiante. A la agradable brisa le sucede el fuerte viento superior a los 100 Km. / h. Al sol de justicia, espesísimas nieblas y a la sequía “mas pertinaz” auténticos diluvios. Sus dos ríos – ramblas en realidad – son el de las Bombas, de sonoro nombre guerrero y el Uad el Jelú, de muy rica y sabrosa agua, comparable a la que nace en Chauen – allá en Gomara - y da lugar al Uad Lau, o – lo que viene a ser lo mismo – a la del madrileño Lozoya.
En sus tierras siempre estuvieron presentes la Historia y la Mitología. Entre ambas deben situarse la Columnas púnicas, Abyla y Calpe – Yebel Musa y Yebel Tarik - que sirvieron de orientación a Hannón y sus coetáneos.
Atlante, o Hércules - Parece ser que el número de Hércules era “variable”: Diodoro nos habla de tres, Cicerón de seis y Varrón, nada menos que de cuarenta y dos – era un asiduo visitante de la zona y, por ella realizó todo lo que le ordenaron y mas cosas que se le ocurrieron. El oráculo “aconsejó” a Hércules – después de matar a su esposa Megara y a uno de sus chavales — ponerse al servicio del rey Euristeo durante doce años, pero éste, temeroso de que la intención de Hércules fuese arrebatarle el trono, decidió encargarle trabajos imposibles de realizar.
Primero: Traer la piel del león de Neméa, tras ahogarlo. En el Atlas, sin duda.
Segundo: Dar muerte a la hidra de Lerna. Grutas de Hércules, Yebel Kebir, Tánger.
Tercero: Capturar la cierva de pies de bronce del monte Mémalo, en Beni Urriaguel.
Cuarto: Capturar el jabalí de Erimanto. En Yebala, tierra de jabalíes, seguro.
Quinto: Limpiar los establos de Augios con agua del río Alfeo. Ahora, río Lukus, Larache.
Sexto: Exterminar a los pájaros de Stinfalo. Isla de Las Palomas, Tarifa.
Séptimo: Atrapar al toro de Creta. San Roque – Los Barrios: ruta del toro.
Octavo: Arrebatar las yeguas a Diomedes. Embrión del cartujano.
Noveno: Raptar a la reina de las Amazonas. En los bosques de Gomara.
Décimo: Conseguir los rebaños del gigante Gerión. El primer matador y primer mayoral.
Decimoprimero: Traer las manzanas del jardín de las Hespérides. San Amaro, Ceuta.
Decimosegundo: Raptar a Cerbero. Mas lejos: en Valdemorillo. Este fue el mas peligroso.
Y es que en aquel mundo, se ponía en sus confines, la zona del actual Estrecho, el escenario de lo inexplicable:
El lugar de la lucha con Antéo.
Donde Perséo cortase la cabeza de Medusa.
El país de los Titanes.
El hogar de la homérica Circe.
Donde las Pléyades, corrieron sobre el cielo de Africa. Chauen, seguro.
O donde moraba la ninfa Calipso, que tenía su segunda vivienda en Perejil.
Ya los romanos de la Mauritania Tingitana, optaron por aislar la kabila, sin llegar a dominarla. Una calzada romana interrumpida en su trazado, da fe de ello. Un incipiente Indro Montanelli – aprendiz de periodista entonces - encontró en la Biblioteca Vaticana – así lo contaba en el prólogo del libro - un legajo que resultó contener los relatos – en latín – de un Centurión romano, que describía la dureza en el combate contra los anyerinos y las mil estratagemas sufridas por su Centuria por aquellos desapacibles andurriales. Tradujo la obra y la publicó en italiano. El cónsul de Italia en Tánger durante la II Guerra Mundial, Leonini, encontró el trabajo de Montanelli en una librería de viejo, en el Trastévere y, como quiera que – ya estallada la paz en Europa – pensaba volver a Ceuta y visitar a su buen amigo Julián Rosende, le regaló el librito – que se perdió entre tantas mudanzas – y que mi padre me leía cerca de las crestas kabileñas, entre medianoche y bocadillo. Era un hombre, mi padre, que tenía el deseo de construirse una casa en la misma cumbre del tremendo pico Suljafa.
Cuando los historiadores hablan de la Guerra contra Abdelkrim, sitúan la batalla definitiva en Alhucemas y no es así. Aquello fue el principio del fin, pero este, en si mismo, estuvo – como no – en la agreste y sorpresiva Anyera. Cuando el desembarco era inminente, el autotitulado Emir del Rif, ordenó a su lugarteniente y mejor general y guerrillero, Mohamed El Jeriro, un ataque diversivo en Ben Karrich, muy cerca de Tetuán. De haber tenido éxito, hubiese perturbado la acción de Alhucemas, muchas tropas habrían de haberse dirigido – a toda máquina los transportes – hasta Ceuta y Río Martín y la empresa anfibia, hubiera sido – cuando menos – aplazada. El Jeriro, fracasó frente al Coronel López Bravo y se retiró desde Beni Aros a Anyera con su mesnada, conocedor del carácter aguerrido de los naturales del país, a los que deseaba conminar a continuar los combates. Sin embargo aquellas gentes, que conocían el desembarco, prefirieron – por primera vez en su historia – no luchar. El Jeriro, acompañado por unos cuantos fieles, cruzó Anyera de este a oeste y, al amparo de la noche, cruzó la frontera de El Fash – a la sazón zona internacional - llegó a Tánger, se perdió por las callejuelas del Zoco Chico y nunca mas se supo de él. Y lo hizo perseguido, hasta la frontera internacional, por un Teniente de La Legión que, en plaza de superior categoría, mandaba una Compañía. Ya de Teniente General y tras haber pasado “a la B”, me lo contaba, con brillo en sus ojos, cuando moría una primaveral tarde madrileña en su casa de la Avenida de los Toreros, donde había ido yo a referirle los pormenores de la Corrida de Toros – era un muy buen aficionado y pariente de criadores de Toros de Lidia - que acababa de tener lugar en la colindante Plaza de Las Ventas del Espíritu Santo. Se podría decir, que celebraba el éxito de su enemigo en su huida de la Historia; la Guerra se había ganado de cualquier forma. Sin acritud, pues. Era el Teniente General Pedro Pimentel Zayas, hermano de mi abuelo materno. Todo un “tío”.
LA CARRERA MILITAR DE PEDRO PIMENTEL ZAYAS.
El Tte. Gral. Pedro Pimentel, era hermano de mi abuelo materno.
De Teniente, estuvo en Regulares y en La Legión, uno de los primeros Tenientes en llegar. Allí conoció al Cmte. Franco Bahamonde y era de los pocos que le tuteaban. Fue herido en la guerra contra Abdelkrim, estando en Regulares. Su sección persiguió por Anyera, tras Alhucemas, a Mohamed el Jeriro – el lugarteniente de Abdelkrim y su mejor guerrillero - hasta la raya de Tánger, donde se escondió y desapareció para la Historia.
De Capitán, estaba en Barcelona y cuando – iba a ascender - recibió una carta de Franco desde Canarias, en la que le pedía – mas bien le indicaba - solicitase la vacante de Comandante de la VI Bandera, en Chauen. Franco colocaba a “sus peones” – luego dicen que fue dubitativo respecto de su participación, así se cuenta la Historia - y le salvó la vida.
Tras el Alzamiento, Franco le encargó que fuese a Granada, su tierra – de ahí viene Zayas – para que pusiese orden. No es que no se fusilase, pero que se evitasen “excesos” – creo que “ese” fue el encargo - como los de Lorca. Allí se hizo muy amigo del mayor de los Rosales, Pepiniqui, a quien también conocí (lo contaré), de cuya casa salió Lorca - donde creía estar a salvo - camino de su destino.
Adjunto plano de movimientos de la VI Bandera.
Estuvo, después, en la Universitaria y ganó la Medalla Militar Individual, en el Jarama – concretamente en El Pingarron – y participó en el empuje final sobre el Ebro. En El Pingarron, dentro de la Falange de Castilla, mandada por Girón – también M. M. I. - y este a sus órdenes, conoció al mayor de los Dominguines, Domingo, luego furibundo comunista. Durante los primeros meses de la guerra, liberó a mi madre, que estaba con su tía – hermana de Pedro - María Matilde, en Piedralaves, Avila. Les había sorprendido veraneando. Contaban que fue muy emocionante.
Franco le indicó que debía ir a Rusia, “para mejorar su carrera” y allí fue sin demasiadas ganas. Era el Coronel del Regimiento 262 y en Krasny Borj, estuvo en un tris de caer prisionero. Si cayeron algunos subordinados suyos, como el Capitán Palacios – “Embajador en el Infierno” – el Teniente Castillo y a punto estuvo el Teniente Aramburu, luego Tte. General y Director General de la Guardia Civil, el 23 F.
Gobernador Militar de Alicante – allí nace su profunda amistad con Luís Miguel Dominguín – y de San Sebastián, donde fundó o reorganizó Lore Toki, una yeguada militar famosa.
Como Gral. de División, fue Director de la Escuela Superior del Ejército. Al ascender El Mizzian, solicitó la vacante que dejaba, de Comandante General de Ceuta. Franco le dijo “que estaba mal de salud para ese puesto”, lo que le dejó muy entristecido. A las pocas horas, un motorista le llevaba a su domicilio, la orden de incorporarse a la Capitanía General de Granada – IX Región Militar – naturalmente que en plaza de superior categoría. Las cosas de Franco. Cuando fue a cumplimentarle, antes de incorporarse, le recibió con una sonrisita, “¿estas contento, Perico?”
De Teniente General fue Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar.
Ya en la “B”, Director del Museo del Ejército.
Vivía en la Avda. de los Toreros y yo iba, al salir de la plaza, a comentarle lo ocurrido. Conmigo siempre fue muy condescendiente y cariñoso. Venía por Ceuta, a casa y pasaba temporadas. Una de las veces coincidió con el XXX Aniversario de su promoción de Infantería. Mi padre organizó una buena en los jardines de Ybarrola – la noche de los generales, la llamaron durante años, en Ceuta – en la que volaron discos – de aquellos de pizarra, de 78 r. p. m. – desde las ventanas. Mi madre había confeccionado un cup endiablado, que “se colaba” a traición (conservo la receta, por si acaso). Uno de sus compañeros de promoción era el Presidente del Consejo de Ybarrola – y Presidente de la Junta del Puerto, viviendo en Madrid, Luís Delgado Brackembury, Patio Banderas como domicilio en Sevilla, calle Serrano en Madrid y fincas en El Arahal.
Había conocido a mi padre mucho antes de que este conociese a mi madre, su sobrina preferida. Y, pese a los 19 años de diferencia entre los cónyuges, fue su mejor avalista ante la familia Pimentel. Más de una juerga se habían corrido juntos. Había complicidad.
El General Gómez Zamalloa, su subordinado en el Jarama – donde ganó la Cruz Laureada de San Fernando, a la vez que García Morato – lloraba como un niño frente al féretro. Le enterramos en el panteón familiar, en Valladolid, llevando en el pecho la MMI, de oro y brillantes que le habían regalado sus compañeros. No pudo sobreponerse a la decimocuarta angina de pecho. De las anteriores, “salía” pidiendo “unas judías con chorizo”.
Mas vale volando”, fue siempre el lema familiar, en contraposición con el de Juan Guerra y los suyos, “mas vale trincar”.

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