CRONOLOGÍA DE AL-ANDALUS.
622
Huida o emigración (Hégira) de Mahoma a Medina. Comienzo del calendario musulmán.
711
Tarik, lugarteniente del gobernador del norte de África Musa ben Nusayr, sale de Tánger a la cabeza de un ejército de 9.000 hombres y desembarca en Gibraltar (Yebel Tarik). La ocupación de la península se realiza en cinco años.
720
Se reconstruyen las murallas y el puente romano de Córdoba, y se funda el primer cementerio musulmán.
718
Posible fecha de la batalla de Covadonga, que marca el comienzo de la resistencia astur.
756
Abderrahman I, último omeya de Damasco superviviente de la persecución a la que fue sometida su familia, llega a la Península y ocupa Córdoba. Establece una dinastía que gobernará al-Andalus hasta el 1031.
784
Comienza la construcción de la Mezquita de Córdoba.
822
El sucesor de al-Hakam I, Abderrahman II, trae un período de prosperidad a al-Andalus. Se amplía la Mezquita de Córdoba y se crean otras en Jaén y Sevilla.
831
Fundación de Murcia.
844
Incursión de los normandos en Lisboa, Sevilla, Cádiz y Sidonia.
851
Se levantan en Córdoba los mozárabes.
879
Alzamiento del muladí Umar ben Hafsun contra el emirato omeya.
929
Abderrahman III se proclama Príncipe de los Creyentes y se independiza de Bagdad. Comienza el califato de Córdoba.
936
Comienza la construcción de la ciudad de Madinat al-Zahra.
955
Fundación de Almería.
961
El sucesor de Abderrahman III es al-Hakam II, rey erudito que crea una biblioteca de más de cuatrocientos mil volúmenes.
997
Campaña contra Santiago de Compostela a cargo de al-Mansur.
1031
Con la caída de la dinastía omeya, comienzan a surgir reinos independientes de taifas en todo al-Andalus.
1042
Comienzan las obras del Alcázar de Sevilla.
1062
Fundación de Marrakech.
1064
Construcción de la Alcazaba de Málaga.
1081
Destierro del Cid.
1085
Alfonso VI toma Toledo. El rey de Sevilla al-Mutamid pide ayuda a los almorávides, y junto a ellos derrota un año más tarde a los cristianos en Sagrajas.
1163
Sevilla, capital de al-Andalus.
1184
Comienza a construirse la Giralda de Sevilla.
1195
Las tropas almohades de Yaqub vencen al ejército cristiano de Alfonso VIII de Castilla en Alarcos.
1198
Muere el cordobés Averroes, traductor de Aristóteles.
1212
Los ejércitos aliados de Castilla, Aragón y Navarra vencen a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa.
1231
Al-Ahmar ibn Nasr, fundador de la dinastía nazarí, es nombrado gobernador de Arjona, su ciudad natal, y poco después extenderá su poder sobre Jaén y Guadix.
1236
Córdoba se rinde ante Fernando III de Castilla. Algunos años más tarde caerán Jaén y Arjona (1246), Sevilla (1248) y otras ciudades de al-Andalus.
1237
Comienza la construcción de la Alhambra bajo la dirección de al-Ahmar.
1314
Comienzan las obras del Generalife.
1482
Se inicia la guerra de Granada. Boabdil arrebata el trono a su padre.
1487
Tras una lucha encarnizada, Málaga se somete a las fuerzas cristianas.
1489
Baeza y Almería se rinden pacíficamente a los Reyes Católicos.
1491
Boabdil, último rey nazarí, capitula ante los Reyes Católicos y negocia la entrega de Granada el 25 de Noviembre.
1492
El 2 de enero los Reyes Católicos entran en Granada.
Mozárabe, (procedente del árabe musta`rab مستعرب que quiere decir "arabizado") era el cristiano que vivía en los reinos musulmanes de la Península Ibérica en calidad de dhimmi, durante gran parte de la edad media peninsular [1]. Estaban gobernados por magistrados propios y mantenían cierta libertad religiosa, continuando su iglesia el rito mozárabe y la organización de la visigoda. A medida que avanzaban los reinos cristianos o arreciaba la intolerancia en Al-Andalus, fueron reuniéndose con los cristianos del norte, a los que aportaron la herencia de la cultura visigoda y la influencia de la cultura musulmana. Tradicionalmente se les atribuye el denominado Arte mozárabe.
Se llama lengua mozárabe a unos dialectos romances que se hablaban en la Península y se desarrollaron bajo el dominio musulmán. No había unidad entre ellos y, a diferencia de otras lenguas románicas, se escribían en alfabeto árabe en vez de alfabeto latino. Los conocemos por las jarchas y moaxajas de los poetas andalusíes que usan estribillos mozárabes y desarrollos en árabe. Se atribuyen al sustrato mozárabe varias de las diferencias entre el valenciano , el catalán , el balear y el portugués respecto del gallego o el extremeño respecto del asturiano, y características de las hablas sureñas del castellano como el panocho o el andaluz.
NOTAS.
Dhimmi (en árabe ذمّي ) era el nombre con que se conocía a los judíos y cristianos que vivían en tiempos del Islam clásico en estados islámicos, y cuya presencia era tolerada, tal y como establece la sharia, a cambio del pago de ciertos impuestos y de la aceptación de una posición social inferior. La dhimmah (en árabe ذمّة , que significa "pacto" u "obligación") fue un concepto del antiguo Derecho Islámico de acuerdo con el cual los judíos y los cristianos (y en ocasiones los miembros de otras religiones consideradas monoteístas, como los zoroastrianos), llamados genéricamente "pueblo del Libro", vivían bajo la «protección» del sultán o gobernante musulmán, con derechos y deberes «diferenciales». Típicamente, la "gente de la dhimma" estaba exenta del servicio militar y del impuesto religioso, llamado azaque, pero en su lugar debía pagar un impuesto de capitación denominado Jizyah (جزية), y un impuesto sobre la tierra (jaraj), además de acatar la autoridad del sultán; asimismo tenía derecho a practicar su fe (aunque con severas limitaciones) y a tener sus propios jueces en cuestiones civiles tales como matrimonios, divorcios, sucesiones, etc. En la práctica, el tratado era inseguro e inestable y condenaba a una enorme precariedad a los no musulmanes, ya que el pacto podía suspenderse en cualquier momento, o imponerse nuevos impuestos de forma arbitraria, o secuestrar a los jefes espirituales y pedir rescate por ellos o practicar el Devshirmeh o «impuesto de sangre» (el reclutamiento y conversión forzosa de niños para enseñarles a combatir), que los sultanes otomanos practicaron durante tres siglos contra los cristianos y que suponía una violación de la dhimmah. En general, los historiadores coinciden en que, pese a las diferencias de grado entre unos periodos y otros, jamás hubo igualdad entre musulmanes y no musulmanes, aunque unos le dan más relevancia que otros a este hecho. Por ejemplo, la especialista en Oriente Medio Bat Ye'or – que ha dedicado 20 años y varias obras al fenómeno de la dhimmitud – sostiene que la vida de los dhimmis era un calvario, y lo ilustra a través del análisis de las masacres de las primeras conquistas, las posteriores humillaciones una vez ocupadas sus tierras, el opresivo sistema fiscal, el saqueo y el pillaje de casas, iglesias y sinagogas, las conversiones forzosas (a su juicio, mucho más numerosas de lo que habitualmente se suponía), etc. Pero incluso otros historiadores que tienen una visión mucho más benévola y apologética de la historia del Islam, como Bernard Lewis, S.D. Goitein y Norman Stillman, coinciden en que los dhimmíes estaban sometidos a una situación legal y social de inferioridad que, en general, fue empeorando progresivamente a medida que el mundo islámico se debilitaba. Por ejemplo Stillman, en su estudio histórico general de los siglos VII a IX, y que incluye traducciones de importantes documentos afirma: «La jizya y el kharaj [los impuestos] eran una carga aplastante para los campesinos no musulmanes, que apenas lograban sobrevivir en una economía de subsistencia. [...] La principal preocupación de las autoridades musulmanas era que se pagaran todos los impuestos y que los dhimmi reconocieran de diversas maneras, unas más humillantes que otras, el dominio del islamismo. En tanto que los no musulmanes cumplieran, se les permitía un autogobierno de cierta amplitud. No obstante, ni siquiera en sus propio asuntos comunales estaban totalmente libres de la supervisión del gobierno y, a veces, de una manifiesta inferencia.» La discriminación estaba institucionalizada y era inherente a las leyes y costumbres sociales: un musulmán no podía ser condenado a pena capital por el asesinato de un infiel, pero el infiel sí lo era "si simplemente levantaba la mano a un musulmán, aunque fuese en defensa propia" (Bat Ye'or, op.cit.). El valor en tribunales musulmanes del testimonio de los dhimmis era inferior, al igual que la indemnización en los casos de venganzas de sangre. Las acusaciones de blasfemia contra los dhimmies eran habituales y el castigo era la muerte. Como no podían testificar en un tribunal para defenderse, debían convertirse para salvar la vida. El tabú matrimonial contra los dhimmíes varones, que eran castigados con la muerte si mantenían relaciones sexuales o se casaban con una musulmana, además de las herencias, las discriminaciones en el vestido, en el uso de animales o en ciertos oficios, entre otras, como la prohibición de tener servidores musulmanes, constituye una relación de limitaciones variable según regiones y periodos históricos, pero con dos constantes: manifiesta inferioridad del dhimmí y rígida separación entre comunidades en los asuntos relevantes. Según Stillman, «la persecución total era rara pero la posibilidad siempre estaba presente. Aun en la mejor de las épocas, los dhimmi podían encontrarse con que, en todos los ámbitos de la vida y fuera cual fuese su posición en la sociedad, se les recordase violentamente cuál era su verdadera condición.» Bernard Lewis, que ha escrito mucho sobre dhimmies y, especialmente, sobre judíos en el Islam señala que jamás hubo igualdad entre musulmanes y no musulmanes: «Las sociedades islámicas nunca reconocieron tal igualdad ni fingieron hacerlo. [...] Siempre hubo discriminación, de modo permanente y sin duda necesario, como algo inherente al sistema e institucionalizado por la ley y la práctica.» Muchos dimmíes desempeñaron funciones y cargos políticos de relevancia, incluyendo en diversos casos la jefatura del gobierno o visirato, como el caso de los visires Yekutiel ben Isaac (Zaragoza, siglo XI), Tustari (Egipto, siglo XI) y otros. Sin embargo, era frecuente que cualquier nombramiento de un dhimmí para un cargo importante despertase airadas protestas y oleadas de violencia como sucedió en Granada en 1066, en Fez en 1275 y 1465, en Irak en 1291 y de forma reiterada en Egipto entre 1250 y 1517. Por ello, muchos dhimmíes se convirtieron al Islam y de ese modo pudieron conservar sus puestos. La dhimma colocaba a las minorías cristiana y judía en una situación legal y social de discriminación, que podía adquirir realizaciones más o menos fuertes según épocas y lugares, y que esencialmente fue similar a la discriminación sufrida por las minorías judía y, en menor medida, musulmana, en los países de Europa donde se toleraba la existencia de tales minorías. La dhimma, sin embargo, y a diferencia de lo que ocurría en Europa, garantizó la existencia de esas comunidades, poniéndolas relativamente a salvo del hostigamiento que sufrieron las minorías religiosas en los lugares de Europa menos tolerantes, como España o Rusia. Merced a la dhimma, algunas naciones, como Grecia, mantuvieron su mayoría cristiana incluso luego de largos siglos de gobierno islámico. Sin embargo, permitieron, por otra parte, que se mantuviera durante siglos una situación de humillación y discriminación legal y social que en mayor o menor medida se ha mantenido hasta los tiempos actuales.
622
Huida o emigración (Hégira) de Mahoma a Medina. Comienzo del calendario musulmán.
711
Tarik, lugarteniente del gobernador del norte de África Musa ben Nusayr, sale de Tánger a la cabeza de un ejército de 9.000 hombres y desembarca en Gibraltar (Yebel Tarik). La ocupación de la península se realiza en cinco años.
720
Se reconstruyen las murallas y el puente romano de Córdoba, y se funda el primer cementerio musulmán.
718
Posible fecha de la batalla de Covadonga, que marca el comienzo de la resistencia astur.
756
Abderrahman I, último omeya de Damasco superviviente de la persecución a la que fue sometida su familia, llega a la Península y ocupa Córdoba. Establece una dinastía que gobernará al-Andalus hasta el 1031.
784
Comienza la construcción de la Mezquita de Córdoba.
822
El sucesor de al-Hakam I, Abderrahman II, trae un período de prosperidad a al-Andalus. Se amplía la Mezquita de Córdoba y se crean otras en Jaén y Sevilla.
831
Fundación de Murcia.
844
Incursión de los normandos en Lisboa, Sevilla, Cádiz y Sidonia.
851
Se levantan en Córdoba los mozárabes.
879
Alzamiento del muladí Umar ben Hafsun contra el emirato omeya.
929
Abderrahman III se proclama Príncipe de los Creyentes y se independiza de Bagdad. Comienza el califato de Córdoba.
936
Comienza la construcción de la ciudad de Madinat al-Zahra.
955
Fundación de Almería.
961
El sucesor de Abderrahman III es al-Hakam II, rey erudito que crea una biblioteca de más de cuatrocientos mil volúmenes.
997
Campaña contra Santiago de Compostela a cargo de al-Mansur.
1031
Con la caída de la dinastía omeya, comienzan a surgir reinos independientes de taifas en todo al-Andalus.
1042
Comienzan las obras del Alcázar de Sevilla.
1062
Fundación de Marrakech.
1064
Construcción de la Alcazaba de Málaga.
1081
Destierro del Cid.
1085
Alfonso VI toma Toledo. El rey de Sevilla al-Mutamid pide ayuda a los almorávides, y junto a ellos derrota un año más tarde a los cristianos en Sagrajas.
1163
Sevilla, capital de al-Andalus.
1184
Comienza a construirse la Giralda de Sevilla.
1195
Las tropas almohades de Yaqub vencen al ejército cristiano de Alfonso VIII de Castilla en Alarcos.
1198
Muere el cordobés Averroes, traductor de Aristóteles.
1212
Los ejércitos aliados de Castilla, Aragón y Navarra vencen a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa.
1231
Al-Ahmar ibn Nasr, fundador de la dinastía nazarí, es nombrado gobernador de Arjona, su ciudad natal, y poco después extenderá su poder sobre Jaén y Guadix.
1236
Córdoba se rinde ante Fernando III de Castilla. Algunos años más tarde caerán Jaén y Arjona (1246), Sevilla (1248) y otras ciudades de al-Andalus.
1237
Comienza la construcción de la Alhambra bajo la dirección de al-Ahmar.
1314
Comienzan las obras del Generalife.
1482
Se inicia la guerra de Granada. Boabdil arrebata el trono a su padre.
1487
Tras una lucha encarnizada, Málaga se somete a las fuerzas cristianas.
1489
Baeza y Almería se rinden pacíficamente a los Reyes Católicos.
1491
Boabdil, último rey nazarí, capitula ante los Reyes Católicos y negocia la entrega de Granada el 25 de Noviembre.
1492
El 2 de enero los Reyes Católicos entran en Granada.
Mozárabe, (procedente del árabe musta`rab مستعرب que quiere decir "arabizado") era el cristiano que vivía en los reinos musulmanes de la Península Ibérica en calidad de dhimmi, durante gran parte de la edad media peninsular [1]. Estaban gobernados por magistrados propios y mantenían cierta libertad religiosa, continuando su iglesia el rito mozárabe y la organización de la visigoda. A medida que avanzaban los reinos cristianos o arreciaba la intolerancia en Al-Andalus, fueron reuniéndose con los cristianos del norte, a los que aportaron la herencia de la cultura visigoda y la influencia de la cultura musulmana. Tradicionalmente se les atribuye el denominado Arte mozárabe.
Se llama lengua mozárabe a unos dialectos romances que se hablaban en la Península y se desarrollaron bajo el dominio musulmán. No había unidad entre ellos y, a diferencia de otras lenguas románicas, se escribían en alfabeto árabe en vez de alfabeto latino. Los conocemos por las jarchas y moaxajas de los poetas andalusíes que usan estribillos mozárabes y desarrollos en árabe. Se atribuyen al sustrato mozárabe varias de las diferencias entre el valenciano , el catalán , el balear y el portugués respecto del gallego o el extremeño respecto del asturiano, y características de las hablas sureñas del castellano como el panocho o el andaluz.
NOTAS.
Dhimmi (en árabe ذمّي ) era el nombre con que se conocía a los judíos y cristianos que vivían en tiempos del Islam clásico en estados islámicos, y cuya presencia era tolerada, tal y como establece la sharia, a cambio del pago de ciertos impuestos y de la aceptación de una posición social inferior. La dhimmah (en árabe ذمّة , que significa "pacto" u "obligación") fue un concepto del antiguo Derecho Islámico de acuerdo con el cual los judíos y los cristianos (y en ocasiones los miembros de otras religiones consideradas monoteístas, como los zoroastrianos), llamados genéricamente "pueblo del Libro", vivían bajo la «protección» del sultán o gobernante musulmán, con derechos y deberes «diferenciales». Típicamente, la "gente de la dhimma" estaba exenta del servicio militar y del impuesto religioso, llamado azaque, pero en su lugar debía pagar un impuesto de capitación denominado Jizyah (جزية), y un impuesto sobre la tierra (jaraj), además de acatar la autoridad del sultán; asimismo tenía derecho a practicar su fe (aunque con severas limitaciones) y a tener sus propios jueces en cuestiones civiles tales como matrimonios, divorcios, sucesiones, etc. En la práctica, el tratado era inseguro e inestable y condenaba a una enorme precariedad a los no musulmanes, ya que el pacto podía suspenderse en cualquier momento, o imponerse nuevos impuestos de forma arbitraria, o secuestrar a los jefes espirituales y pedir rescate por ellos o practicar el Devshirmeh o «impuesto de sangre» (el reclutamiento y conversión forzosa de niños para enseñarles a combatir), que los sultanes otomanos practicaron durante tres siglos contra los cristianos y que suponía una violación de la dhimmah. En general, los historiadores coinciden en que, pese a las diferencias de grado entre unos periodos y otros, jamás hubo igualdad entre musulmanes y no musulmanes, aunque unos le dan más relevancia que otros a este hecho. Por ejemplo, la especialista en Oriente Medio Bat Ye'or – que ha dedicado 20 años y varias obras al fenómeno de la dhimmitud – sostiene que la vida de los dhimmis era un calvario, y lo ilustra a través del análisis de las masacres de las primeras conquistas, las posteriores humillaciones una vez ocupadas sus tierras, el opresivo sistema fiscal, el saqueo y el pillaje de casas, iglesias y sinagogas, las conversiones forzosas (a su juicio, mucho más numerosas de lo que habitualmente se suponía), etc. Pero incluso otros historiadores que tienen una visión mucho más benévola y apologética de la historia del Islam, como Bernard Lewis, S.D. Goitein y Norman Stillman, coinciden en que los dhimmíes estaban sometidos a una situación legal y social de inferioridad que, en general, fue empeorando progresivamente a medida que el mundo islámico se debilitaba. Por ejemplo Stillman, en su estudio histórico general de los siglos VII a IX, y que incluye traducciones de importantes documentos afirma: «La jizya y el kharaj [los impuestos] eran una carga aplastante para los campesinos no musulmanes, que apenas lograban sobrevivir en una economía de subsistencia. [...] La principal preocupación de las autoridades musulmanas era que se pagaran todos los impuestos y que los dhimmi reconocieran de diversas maneras, unas más humillantes que otras, el dominio del islamismo. En tanto que los no musulmanes cumplieran, se les permitía un autogobierno de cierta amplitud. No obstante, ni siquiera en sus propio asuntos comunales estaban totalmente libres de la supervisión del gobierno y, a veces, de una manifiesta inferencia.» La discriminación estaba institucionalizada y era inherente a las leyes y costumbres sociales: un musulmán no podía ser condenado a pena capital por el asesinato de un infiel, pero el infiel sí lo era "si simplemente levantaba la mano a un musulmán, aunque fuese en defensa propia" (Bat Ye'or, op.cit.). El valor en tribunales musulmanes del testimonio de los dhimmis era inferior, al igual que la indemnización en los casos de venganzas de sangre. Las acusaciones de blasfemia contra los dhimmies eran habituales y el castigo era la muerte. Como no podían testificar en un tribunal para defenderse, debían convertirse para salvar la vida. El tabú matrimonial contra los dhimmíes varones, que eran castigados con la muerte si mantenían relaciones sexuales o se casaban con una musulmana, además de las herencias, las discriminaciones en el vestido, en el uso de animales o en ciertos oficios, entre otras, como la prohibición de tener servidores musulmanes, constituye una relación de limitaciones variable según regiones y periodos históricos, pero con dos constantes: manifiesta inferioridad del dhimmí y rígida separación entre comunidades en los asuntos relevantes. Según Stillman, «la persecución total era rara pero la posibilidad siempre estaba presente. Aun en la mejor de las épocas, los dhimmi podían encontrarse con que, en todos los ámbitos de la vida y fuera cual fuese su posición en la sociedad, se les recordase violentamente cuál era su verdadera condición.» Bernard Lewis, que ha escrito mucho sobre dhimmies y, especialmente, sobre judíos en el Islam señala que jamás hubo igualdad entre musulmanes y no musulmanes: «Las sociedades islámicas nunca reconocieron tal igualdad ni fingieron hacerlo. [...] Siempre hubo discriminación, de modo permanente y sin duda necesario, como algo inherente al sistema e institucionalizado por la ley y la práctica.» Muchos dimmíes desempeñaron funciones y cargos políticos de relevancia, incluyendo en diversos casos la jefatura del gobierno o visirato, como el caso de los visires Yekutiel ben Isaac (Zaragoza, siglo XI), Tustari (Egipto, siglo XI) y otros. Sin embargo, era frecuente que cualquier nombramiento de un dhimmí para un cargo importante despertase airadas protestas y oleadas de violencia como sucedió en Granada en 1066, en Fez en 1275 y 1465, en Irak en 1291 y de forma reiterada en Egipto entre 1250 y 1517. Por ello, muchos dhimmíes se convirtieron al Islam y de ese modo pudieron conservar sus puestos. La dhimma colocaba a las minorías cristiana y judía en una situación legal y social de discriminación, que podía adquirir realizaciones más o menos fuertes según épocas y lugares, y que esencialmente fue similar a la discriminación sufrida por las minorías judía y, en menor medida, musulmana, en los países de Europa donde se toleraba la existencia de tales minorías. La dhimma, sin embargo, y a diferencia de lo que ocurría en Europa, garantizó la existencia de esas comunidades, poniéndolas relativamente a salvo del hostigamiento que sufrieron las minorías religiosas en los lugares de Europa menos tolerantes, como España o Rusia. Merced a la dhimma, algunas naciones, como Grecia, mantuvieron su mayoría cristiana incluso luego de largos siglos de gobierno islámico. Sin embargo, permitieron, por otra parte, que se mantuviera durante siglos una situación de humillación y discriminación legal y social que en mayor o menor medida se ha mantenido hasta los tiempos actuales.
Enciclopedia W. P.
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