O LO QUE ES LO MISMO: PROGRES DE BUFANDA.
El problema de denominarse "teólogo progresista" es que la expresión constituye una viscosa y oscura contradicción. En primer lugar, porque "teología" y "progresista" son conceptos que señalan realidades distintas: saber o ciencia de lo absoluto lo uno, posición histórica o política lo otro. Escasa relación entre ambas, a no ser que uno sea un marxista convencido. Y aún haciendo un esfuerzo marxistoide, no terminamos de entender cómo una teología puede ser progresista; ¿es Dios el "progresista" o cambia con el tiempo? ¿Es la teología la que "progresa"? ¿Con qué, con el microscopio? ¿Con la lucha obrera? ¿Las barricadas permiten conocer mejor los atributos divinos?
Lo sospechoso es que, con lo aburridos que suelen ser los teólogos, quienes nos dedicamos a los estudios estratégicos entendemos demasiado bien por donde van los tiros. Acierta el lector; se trata de "teólogos" que hablan mucho de política pero poco de religión, y mucho menos de Dios. Se dedican a ensalzar a los islamistas españoles, a criticar obsesivamente a Benedicto XVI y – cómo no – a atacar a Bush o Aznár. Raros teólogos éstos, que ahora se han empeñado en calificar obsesivamente a Ratzinger de integrista, defendiendo la Alianza de Civilizaciones con quienes piden la cabeza del Papa.
¿A quién se debe el éxito de estos grupúsculos? Por un lado, a aquellos mismos grupos mediáticos que cocinan crucifijos, que acusan a la Iglesia de pedofílica y que defienden las mofas contra Jesucristo como muestras de libertad de expresión. Y que consideran a los cristianos un problema, a medio camino entre el analfabetismo paleto y el fundamentalismo cristiano. ¿puede un teólogo cristiano ir de la mano con quien desprecia, no sólo la teología, sino también el cristianismo y la propia religión? Sí, puede, a condición de ser escasamente teólogo y ser muy pero que muy progresista.
Y por otro lado, los "teólogos progresistas" son ensalzados por el islamismo de ayer hoy y siempre. Es decir, por aquellos que aspiran a enterrar al cristianismo bajo diez metros de tierra para instaurar un califato islámico en medio mundo. Curiosamente, el islamismo aplaude entusiasmado cada vez que los "teólogos progresistas" alertan de lo mala malísima que es la Iglesia Católica. Porque una de las características de éstos es su ardor guerrero al denunciar el integrismo y el fundamentalismo cristiano y su desgana y disimulo cuando en nombre de Alá se asesina en masa a lo largo del mundo. Así, los islamistas españoles están entusiasmados con semejantes compañeros de viaje.
La cristofobia española los adora, lo mismo que el lobby islamista, que a veces son lo mismo. Así que convendrá el lector en algo; que las opiniones de los "teólogos progresistas" españoles sean celebradas por quienes odian la teología y odian al cristianismo resulta raro y sospechoso. Probablemente deberían preguntarse si hay sitio para la "teología progresista" en las madrazas de sus actuales compañeros de viaje. No vaya a ser que algún día añoren profundamente a Wojtyla y Ratzinger, con los que tan bien les está yendo.
El problema de denominarse "teólogo progresista" es que la expresión constituye una viscosa y oscura contradicción. En primer lugar, porque "teología" y "progresista" son conceptos que señalan realidades distintas: saber o ciencia de lo absoluto lo uno, posición histórica o política lo otro. Escasa relación entre ambas, a no ser que uno sea un marxista convencido. Y aún haciendo un esfuerzo marxistoide, no terminamos de entender cómo una teología puede ser progresista; ¿es Dios el "progresista" o cambia con el tiempo? ¿Es la teología la que "progresa"? ¿Con qué, con el microscopio? ¿Con la lucha obrera? ¿Las barricadas permiten conocer mejor los atributos divinos?
Lo sospechoso es que, con lo aburridos que suelen ser los teólogos, quienes nos dedicamos a los estudios estratégicos entendemos demasiado bien por donde van los tiros. Acierta el lector; se trata de "teólogos" que hablan mucho de política pero poco de religión, y mucho menos de Dios. Se dedican a ensalzar a los islamistas españoles, a criticar obsesivamente a Benedicto XVI y – cómo no – a atacar a Bush o Aznár. Raros teólogos éstos, que ahora se han empeñado en calificar obsesivamente a Ratzinger de integrista, defendiendo la Alianza de Civilizaciones con quienes piden la cabeza del Papa.
¿A quién se debe el éxito de estos grupúsculos? Por un lado, a aquellos mismos grupos mediáticos que cocinan crucifijos, que acusan a la Iglesia de pedofílica y que defienden las mofas contra Jesucristo como muestras de libertad de expresión. Y que consideran a los cristianos un problema, a medio camino entre el analfabetismo paleto y el fundamentalismo cristiano. ¿puede un teólogo cristiano ir de la mano con quien desprecia, no sólo la teología, sino también el cristianismo y la propia religión? Sí, puede, a condición de ser escasamente teólogo y ser muy pero que muy progresista.
Y por otro lado, los "teólogos progresistas" son ensalzados por el islamismo de ayer hoy y siempre. Es decir, por aquellos que aspiran a enterrar al cristianismo bajo diez metros de tierra para instaurar un califato islámico en medio mundo. Curiosamente, el islamismo aplaude entusiasmado cada vez que los "teólogos progresistas" alertan de lo mala malísima que es la Iglesia Católica. Porque una de las características de éstos es su ardor guerrero al denunciar el integrismo y el fundamentalismo cristiano y su desgana y disimulo cuando en nombre de Alá se asesina en masa a lo largo del mundo. Así, los islamistas españoles están entusiasmados con semejantes compañeros de viaje.
La cristofobia española los adora, lo mismo que el lobby islamista, que a veces son lo mismo. Así que convendrá el lector en algo; que las opiniones de los "teólogos progresistas" españoles sean celebradas por quienes odian la teología y odian al cristianismo resulta raro y sospechoso. Probablemente deberían preguntarse si hay sitio para la "teología progresista" en las madrazas de sus actuales compañeros de viaje. No vaya a ser que algún día añoren profundamente a Wojtyla y Ratzinger, con los que tan bien les está yendo.
L. D. Gees.
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