LA CONFIANZA DE EEUU EN SU PRESIDENTE SE HUNDE HASTA NIVELES DE BUSH DE 2001. SE LLAMA BARAK HUSSEIN, NO JEHOVA.
Los estadounidenses intuyen que las promesas del Presidente Barack Obama quedarán en una simple agua de borrajas. Esta desconfianza que ya se palpa entre la población ha quedado reflejada en la última encuesta de confianza realizada a los estadounidenses: ya no se creen que Obama haga realidad sus sueños. Es tan grande la decepción, que la confianza a su Presidente se ha hundido hasta los mismos niveles de George Bush en 2001. Lo más preocupante es que la proximidad entre público y Presidente tiende a distanciarse.
El informe Rasmussen ha desvelado que la popularidad del Presidente de los Estados Unidos ha descendido del 56% al 43%, la tercera caída desde que juró su cargo el 20 de enero. Un retroceso bastante pronunciado si se tiene en cuenta el poco tiempo que lleva siendo el inquilino de la Casa Blanca. Hace unas semanas, el mismo presidente afirmaba que la crisis económica “no es tan mala como os pensáis”. Poco después, Wen Jiabao, el primer ministro chino, expresó su alarma sobre el “masivo” número de bonos del tesoro estadounidenses que Beijing estaba comprando. “Ha incrementado la inversión en EEUU por la crisis económica”, replicó Obama, para quien es una estupenda idea por la estabilidad política y económica del país.
NO SE CREEN UNA BAJADA DE IMPUESTOS.
Hasta la fecha, Obama ya ha perdido el apoyo de todos los republicanos y gran parte de los independientes, cuya tendencia es decididamente negativa. En dicha votación, los estadounidenses coinciden en que los impuestos aumentarán para todos por el Plan de Estímulo, por mucho que el Presidente repita que bajará los impuestos para el 95% de los ciudadanos. No se lo creen. Tres de cada cuatro individuos afirman que el gasto público crecerá con la presente administración.
Las mismas votaciones demuestran que a los estadounidenses les quita el sueño la economía del país. El 83% está preocupado por las medidas que Obama está tomando para solucionar y reactivar la economía temen que puede no funcionar y que la economía caerá por un precipicio todavía más hondo. Preocupados por la cantidad de dinero que se ha añadido al déficit se muestran el 82% de los encuestados. A un 78% les preocupa la inflación, que no para de subir.
Los datos ofrecidos por el mismo informe revelan que la gente realmente se opone al presupuesto diseñado por Obama por el alto gasto que se va a generar y tampoco están de acuerdo con la convocatoria del segundo paquete de estímulo.
Si bien es cierto que dos tercios apoyan el plan de apoyo para ayudar a los propietarios a refinanciar sus hipotecas, aproximadamente un 40% dice que los beneficios han sido injustamente irresponsables. Y aunque una mayoría sigue confiando en las metas y el camino por el que va Obama, un 45% asegura no tener la confianza que depositó no hace tanto tiempo en las urnas. Un número que cada día que pasa ha ido creciendo como la espuma.
Tampoco ha entrado con buen pie la idea de aumentar los impuestos a pagar para la ampliación del programa de seguro de salud. Menos de la mitad apoyaría esta idea, un 17% menos que el porcentaje que apoyó al gobierno de seguro de salud cuando Bill Clinton consideró esta opción por primera vez en marzo de 1993.
SIN COOPERACIÓN EN WASHINGTON.
Al mismo tiempo, mientras que los votantes culpan a los republicanos por la falta de bipartidimo en Washington, el hecho es que no creen que Obama ha hecho ningún progreso por impulsar la cooperación entre las dos partes. Además, casi la mitad de los votantes intuyen que la política será más partidista durante el próximo año.
Tampoco quieren dinero para los banqueros. El 56% cree que dos terceras partes de Wall Street se beneficiarán más de la media de los contribuyentes con el plan de rescate bancario, lo que representa un salto en la oposición para el primer plan aprobado el pasado octubre. En aquel momento, el 45% se opuso al rescate. El 30% lo apoyaba. Ahora, una sólida mayoría se opone al rescate y sólo dos de cada diez creen que fue una buena idea. Casi ninguno se cree que sea capaz de reducir el déficit a la mitad para el final de su mandato.
Que el gobierno federal refleja verdaderamente la voluntad del pueblo ya no lo cree ni una cuarta parte de los estadounidenses. Casi la mitad está de acuerdo con que nadie puede ganarse la vida o vivir “una vida americana”, sin protección y la habilitación por parte del gobierno.
AYUDAS PARA EL PUEBLO.
A pesar del estímulo económico que el Congreso acaba de aprobar y del presupuesto y los rescates financieros para las hipotecas de las familias estadounidenses que se está debatiendo en el Congreso, sólo el 19% de los votantes cree que el Congreso ha aprobado leyes importantes que mejorarán sus vidas. Dos de cada tres ponen la mano en el fuego porque los miembros del Congreso se dedican más a potenciar su propia carrera que a ayudar al pueblo.
El mejor colchón con el que cuenta Obama para aguantar la confianza y el apoyo del pueblo es no ser republicano. Ocho de cada diez culpa a los republicanos de los males actuales que atraviesa el país, y los únicos líderes con índices de aprobación más bajo que Harry Reid y Nancy Pelosi son los republicanos Mitch McConnell y John Boehner. Tan pronto como empiece a reinar el optimismo en la sociedad, el presidente ha dicho que pondrá más agresividad contra las críticas de los republicanos, que ya pertenecen a la “parte de los noes”. Tal vez sirva para firmar su sentencia final y los republicanos consigan que Obama no se convierta nunca en el tan reclamado Príncipe de los Estados Unidos.
Los estadounidenses intuyen que las promesas del Presidente Barack Obama quedarán en una simple agua de borrajas. Esta desconfianza que ya se palpa entre la población ha quedado reflejada en la última encuesta de confianza realizada a los estadounidenses: ya no se creen que Obama haga realidad sus sueños. Es tan grande la decepción, que la confianza a su Presidente se ha hundido hasta los mismos niveles de George Bush en 2001. Lo más preocupante es que la proximidad entre público y Presidente tiende a distanciarse.
El informe Rasmussen ha desvelado que la popularidad del Presidente de los Estados Unidos ha descendido del 56% al 43%, la tercera caída desde que juró su cargo el 20 de enero. Un retroceso bastante pronunciado si se tiene en cuenta el poco tiempo que lleva siendo el inquilino de la Casa Blanca. Hace unas semanas, el mismo presidente afirmaba que la crisis económica “no es tan mala como os pensáis”. Poco después, Wen Jiabao, el primer ministro chino, expresó su alarma sobre el “masivo” número de bonos del tesoro estadounidenses que Beijing estaba comprando. “Ha incrementado la inversión en EEUU por la crisis económica”, replicó Obama, para quien es una estupenda idea por la estabilidad política y económica del país.
NO SE CREEN UNA BAJADA DE IMPUESTOS.
Hasta la fecha, Obama ya ha perdido el apoyo de todos los republicanos y gran parte de los independientes, cuya tendencia es decididamente negativa. En dicha votación, los estadounidenses coinciden en que los impuestos aumentarán para todos por el Plan de Estímulo, por mucho que el Presidente repita que bajará los impuestos para el 95% de los ciudadanos. No se lo creen. Tres de cada cuatro individuos afirman que el gasto público crecerá con la presente administración.
Las mismas votaciones demuestran que a los estadounidenses les quita el sueño la economía del país. El 83% está preocupado por las medidas que Obama está tomando para solucionar y reactivar la economía temen que puede no funcionar y que la economía caerá por un precipicio todavía más hondo. Preocupados por la cantidad de dinero que se ha añadido al déficit se muestran el 82% de los encuestados. A un 78% les preocupa la inflación, que no para de subir.
Los datos ofrecidos por el mismo informe revelan que la gente realmente se opone al presupuesto diseñado por Obama por el alto gasto que se va a generar y tampoco están de acuerdo con la convocatoria del segundo paquete de estímulo.
Si bien es cierto que dos tercios apoyan el plan de apoyo para ayudar a los propietarios a refinanciar sus hipotecas, aproximadamente un 40% dice que los beneficios han sido injustamente irresponsables. Y aunque una mayoría sigue confiando en las metas y el camino por el que va Obama, un 45% asegura no tener la confianza que depositó no hace tanto tiempo en las urnas. Un número que cada día que pasa ha ido creciendo como la espuma.
Tampoco ha entrado con buen pie la idea de aumentar los impuestos a pagar para la ampliación del programa de seguro de salud. Menos de la mitad apoyaría esta idea, un 17% menos que el porcentaje que apoyó al gobierno de seguro de salud cuando Bill Clinton consideró esta opción por primera vez en marzo de 1993.
SIN COOPERACIÓN EN WASHINGTON.
Al mismo tiempo, mientras que los votantes culpan a los republicanos por la falta de bipartidimo en Washington, el hecho es que no creen que Obama ha hecho ningún progreso por impulsar la cooperación entre las dos partes. Además, casi la mitad de los votantes intuyen que la política será más partidista durante el próximo año.
Tampoco quieren dinero para los banqueros. El 56% cree que dos terceras partes de Wall Street se beneficiarán más de la media de los contribuyentes con el plan de rescate bancario, lo que representa un salto en la oposición para el primer plan aprobado el pasado octubre. En aquel momento, el 45% se opuso al rescate. El 30% lo apoyaba. Ahora, una sólida mayoría se opone al rescate y sólo dos de cada diez creen que fue una buena idea. Casi ninguno se cree que sea capaz de reducir el déficit a la mitad para el final de su mandato.
Que el gobierno federal refleja verdaderamente la voluntad del pueblo ya no lo cree ni una cuarta parte de los estadounidenses. Casi la mitad está de acuerdo con que nadie puede ganarse la vida o vivir “una vida americana”, sin protección y la habilitación por parte del gobierno.
AYUDAS PARA EL PUEBLO.
A pesar del estímulo económico que el Congreso acaba de aprobar y del presupuesto y los rescates financieros para las hipotecas de las familias estadounidenses que se está debatiendo en el Congreso, sólo el 19% de los votantes cree que el Congreso ha aprobado leyes importantes que mejorarán sus vidas. Dos de cada tres ponen la mano en el fuego porque los miembros del Congreso se dedican más a potenciar su propia carrera que a ayudar al pueblo.
El mejor colchón con el que cuenta Obama para aguantar la confianza y el apoyo del pueblo es no ser republicano. Ocho de cada diez culpa a los republicanos de los males actuales que atraviesa el país, y los únicos líderes con índices de aprobación más bajo que Harry Reid y Nancy Pelosi son los republicanos Mitch McConnell y John Boehner. Tan pronto como empiece a reinar el optimismo en la sociedad, el presidente ha dicho que pondrá más agresividad contra las críticas de los republicanos, que ya pertenecen a la “parte de los noes”. Tal vez sirva para firmar su sentencia final y los republicanos consigan que Obama no se convierta nunca en el tan reclamado Príncipe de los Estados Unidos.
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