SUSPENDIDO EL DESFILE DEL DIA DE LAS FUERZAS ARMADAS.
Cuando por mayo sea, por mayo, cuando las grandes calores del romance, y se acerque la fiesta de San Fernando y, con ella, el Día de las Fuerzas Armadas, Mariano Rajoy podrá hablar con toda libertad ante los micrófonos cerrados en falso, y decir cuanto siente y lo que piensa hacer este fin de semana. Ya nadie podrá cogerle en el renuncio que grabó media radiodifusión española y media televisión mundial en el pasado octubre, con su memorable frase, la más henchida de fervor patriótico de las escuchadas en muchos lustros:
-Este domingo tengo el coñazo del desfile.
Para que Rajoy se vaya tranquilo de fin de semana a su tierra, la ministra de Defensa, Carmen Chacón...
-Cuidado, que no es Carmen Chacón, que es Carme Chacón, ¿todavía no se ha enterado usted?
Ah, no, por ahí sí que no paso. Mire usted, yo escribo en castellano. Y en castellano, Carmen es Carmen. Salvo, claro está, que por la crisis haya que reducir el gasto público de enes finales. Pero yo no escribo «Carme Chacón» por dos cosas: primero, porque no me da la gana; y segundo, porque si a Carmen le sobra la ene, también le tiene que sobrar a Chacón. Yo escribiré Carmen como "Carme" el día que, en justa correspondencia, la ministra le quite también la ene final a su apellido, y Chacón sea "Chacó".
¿Por dónde iba, antes de explicar esto tan chocante de que hablar en castellano se esté convirtiendo en un acto heroico? Ah, sí: que para que Rajoy no tenga el domingo que aguantar coñazo alguno, la ministra de Defensa ha suprimido el desfile del Día de las Fuerzas Armadas. ¡Rompan filas!
Me extraña que los propagandistas del régimen no hayan alabado la medida, y que tengamos que destacarla sus críticos. Hablar del desfile precisamente el 1º de abril, LXX aniversario del «volverán banderas victoriosas», no me negarán que es todo un clásico. En el fondo, a los progres no les gustan los desfiles porque les recuerdan los de la Victoria. Y como ustedes bien saben, aquí no hubo nunca victoria de ninguna clase en guerra alguna. En todo caso, la guerra la han terminado ganando los que la perdieron. No sé, pues, qué tenían que celebrar los nacionales cada 1º de abril, porque la batalla del Ebro, y la de Teruel, y la de Alfambra, y la de Peñarroya, y la de Brunete, y la del Jarama la ganaron, como usted bien sabe, los republicanos. Ojo: republicanos, no se le vaya a ocurrir decir rojos. Los rojos nunca existieron.
Hasta aquí, todos de acuerdo. Aquí no nos gastamos más un duro en desfiles porque está la cosa muy achuchada y porque siempre recuerdan «al paso alegre de la paz» de ahora hace 70 años. Pero digo yo que la ministra de Defensa debería arbitrar un sucedáneo de desfile, acorde con estas Fuerzas Armadas que está diseñando y cuyos profesionales callan, obedecen y tragan quina en un ejemplar ejercicio de disciplina y servicio a la Patria y al poder legítimo democráticamente constituido. Como quieren convertir al Ejército victorioso de Perejil en una ONG, digo yo que el desfile, cierto, muy bien suprimido, porque pasan carros de combate, y fusilería, y blindados, y esas cosas tan desagradables, tan fachas y tan poco progresistas. Pero deberían celebrar el Día de las Fuerzas Armadas con manifestaciones propias de estos Ejércitos-ONG que quieren. Por ejemplo, en la Castellana, el Inmemorial del Rey podía repartir chocolatinas a los niños. Y la Brigada Paracaidista, distribuir tiritas para el nene, pupa. Y el Tercio de Armada, emplear sus anfibios para el transporte escolar o para llevar a los jubilatas al centro de día. En cuanto al carnero de la Legión, no hay el menor problema: lo matamos, hacemos una caldereta y nos lo comemos para celebrar lo pacifistas que somos.
Antonio Burgos.
Cuando por mayo sea, por mayo, cuando las grandes calores del romance, y se acerque la fiesta de San Fernando y, con ella, el Día de las Fuerzas Armadas, Mariano Rajoy podrá hablar con toda libertad ante los micrófonos cerrados en falso, y decir cuanto siente y lo que piensa hacer este fin de semana. Ya nadie podrá cogerle en el renuncio que grabó media radiodifusión española y media televisión mundial en el pasado octubre, con su memorable frase, la más henchida de fervor patriótico de las escuchadas en muchos lustros:
-Este domingo tengo el coñazo del desfile.
Para que Rajoy se vaya tranquilo de fin de semana a su tierra, la ministra de Defensa, Carmen Chacón...
-Cuidado, que no es Carmen Chacón, que es Carme Chacón, ¿todavía no se ha enterado usted?
Ah, no, por ahí sí que no paso. Mire usted, yo escribo en castellano. Y en castellano, Carmen es Carmen. Salvo, claro está, que por la crisis haya que reducir el gasto público de enes finales. Pero yo no escribo «Carme Chacón» por dos cosas: primero, porque no me da la gana; y segundo, porque si a Carmen le sobra la ene, también le tiene que sobrar a Chacón. Yo escribiré Carmen como "Carme" el día que, en justa correspondencia, la ministra le quite también la ene final a su apellido, y Chacón sea "Chacó".
¿Por dónde iba, antes de explicar esto tan chocante de que hablar en castellano se esté convirtiendo en un acto heroico? Ah, sí: que para que Rajoy no tenga el domingo que aguantar coñazo alguno, la ministra de Defensa ha suprimido el desfile del Día de las Fuerzas Armadas. ¡Rompan filas!
Me extraña que los propagandistas del régimen no hayan alabado la medida, y que tengamos que destacarla sus críticos. Hablar del desfile precisamente el 1º de abril, LXX aniversario del «volverán banderas victoriosas», no me negarán que es todo un clásico. En el fondo, a los progres no les gustan los desfiles porque les recuerdan los de la Victoria. Y como ustedes bien saben, aquí no hubo nunca victoria de ninguna clase en guerra alguna. En todo caso, la guerra la han terminado ganando los que la perdieron. No sé, pues, qué tenían que celebrar los nacionales cada 1º de abril, porque la batalla del Ebro, y la de Teruel, y la de Alfambra, y la de Peñarroya, y la de Brunete, y la del Jarama la ganaron, como usted bien sabe, los republicanos. Ojo: republicanos, no se le vaya a ocurrir decir rojos. Los rojos nunca existieron.
Hasta aquí, todos de acuerdo. Aquí no nos gastamos más un duro en desfiles porque está la cosa muy achuchada y porque siempre recuerdan «al paso alegre de la paz» de ahora hace 70 años. Pero digo yo que la ministra de Defensa debería arbitrar un sucedáneo de desfile, acorde con estas Fuerzas Armadas que está diseñando y cuyos profesionales callan, obedecen y tragan quina en un ejemplar ejercicio de disciplina y servicio a la Patria y al poder legítimo democráticamente constituido. Como quieren convertir al Ejército victorioso de Perejil en una ONG, digo yo que el desfile, cierto, muy bien suprimido, porque pasan carros de combate, y fusilería, y blindados, y esas cosas tan desagradables, tan fachas y tan poco progresistas. Pero deberían celebrar el Día de las Fuerzas Armadas con manifestaciones propias de estos Ejércitos-ONG que quieren. Por ejemplo, en la Castellana, el Inmemorial del Rey podía repartir chocolatinas a los niños. Y la Brigada Paracaidista, distribuir tiritas para el nene, pupa. Y el Tercio de Armada, emplear sus anfibios para el transporte escolar o para llevar a los jubilatas al centro de día. En cuanto al carnero de la Legión, no hay el menor problema: lo matamos, hacemos una caldereta y nos lo comemos para celebrar lo pacifistas que somos.
Antonio Burgos.
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