viernes, 3 de abril de 2009

ZAPATERO Y PEREJIL: RICO, RICO

Izaron su bandera: se trataba, pues, de una cuestión de soberanía.

Cuando un país no defiende sus fronteras, deja de ser país y, más pronto que tarde, pone en peligro su existencia. Es una ley que la historia política y estratégica nos impone inexorablemente. El actual presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, no parece haberla aprendido aún.
Si no, no se explican sus comentarios sarcásticos sobre “la gesta de Perejil”. En condiciones normales, es un islote sin importancia alguna al que no le deberíamos prestar más atención. Sin embargo, el 11 de julio de 2002, con la ocupación de unos gendarmes marroquíes, Perejil salió de la normalidad para convertirse en otra cosa.
Rodríguez Zapatero hace mal mofándose de la intervención militar que recuperó para España aquel islote. Primero, porque como presidente debe un decoro hacia quienes participaron en aquella operación, por ridícula que ahora le parezca. Nuestros militares cumplen órdenes y están al servicio de nuestra patria o, si el presidente lo prefiere en términos menos pasionales, al servicio de España y para la salvaguarda de sus intereses. Pero sobre todo Rodríguez Zapatero da buena prueba de su ignorancia cuando desconoce el enorme valor estratégico que cobró Perejil aquellos días.
Si hubiera sido posible una salida diplomática, todo se habría quedado en un desagradable incidente, pero Rabat optó por la fuerza y no aceptó más que quedarse con el islote por la fuerza. Así las cosas, al Gobierno español sólo le quedaron dos opciones: capitular y aceptar la anexión de Perejil a Marruecos y, por tanto, asumir que el uso ilegítimo de la fuerza en las relaciones entre nuestros países daba buenos dividendos al vecino del sur; o, toda vez que las negociaciones no llevaban a puerto alguno, optar por recuperar lo que era nuestro mediante el uso más que limitado de nuestras fuerzas armadas. Porque su papel esencial es precisamente ése, defender la integridad del territorio español. Algo con lo que nuestro actual presidente no comulga al parecer.
De haber seguido sus recomendaciones, abandonar Perejil y evitar la confrontación, España hubiera dado una clara señal de debilidad. ¿Cómo se podría haber interpretado en Rabat? No lo se, pero lo que si se es que en aquellos momentos muchos pensábamos que si no se actuaba, Marruecos podría sentirse legitimado para intentar situaciones similares en otros territorios.
Tal vez Ceuta y Melilla fueran presas muy grandes, ¿pero por qué no otros peñones? La política de Zapatero hacia Marruecos, basada en la concesión permanente y en renunciar a defender los intereses españoles en la zona, le impide aceptar lo evidente: Aznar hizo lo que tenía que hacer, aunque no le gustara. Zapatero, en lugar de llamar a las unidades de operaciones especiales y a la Armada, habría llamado a la ONU, estoy seguro. ¿Y qué hubiera obtenido? Sólo hay que ver su claudicación con Gibraltar para imaginárselo.
Rafael L. Bardají.

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