Presidía la ceremonia el Gran Maestre del Divino Talante y Guia de la Eterna Alianza, sentado en su trono del Pavo Real con su expresivo rostro y su característica mirada perdida en la nada, como ausente, agobiado quizás por el exceso ropaje, el peso de la Púrpura que difícilmente podía soportar. No sudaba, no reia, no se inmutaba y su rostro mas bien parecia que esbozaba una mueca, o fuese el rictus del trigémino tensado.
El Maestro de ceremonias, con su Blanco y recargado ropaje, ribeteado de escarlata y armiño, esgrimía una cimitarra regalo de algún sultan de los muchos que frecuentaba, y enviada a traves del Gran Canciller, que se encontraba presente aunque como siempre algo distraido. Tarareaba y anunciaba en letania que eramos sólidos, que eramos fuertes, que eramos unicos y que eramos valientes, en una ronronera sin fin, que empezaba donde acababa.
Por fin aparece el Sumo Sacerdote, por un lateral del Templo y se dirige hacia el centro donde se alzaba el ara, o mejor dicho los tres altares, engalanados en barroqueño, de añil, amarillo y verdemar respectivamente. El Hermano Pedro, así se llama el Sumo Sacerdote estudia con cuidado las hojas de los cuchillos, machetes, hachas y estiletes que servirán para el sacrificio de las bestias, para aplacar a los Dioses y leer en sus entrañas los más veraces augurios del futuro cercano que ansiosamente espera el Gran Maestre. El murmullo lo acompaña y le hace volverse para solicitar respeto y atención.
Toda la simbologia estaba presente y hacía de la ceremonia iluminada por cientos de antorchas cuyo humo negro ascendia hacia la cúpula, un escalofriante espectáculo, y dando un aspecto de aquelarre terrorífico.
El Maestro de ceremonias, con su Blanco y recargado ropaje, ribeteado de escarlata y armiño, esgrimía una cimitarra regalo de algún sultan de los muchos que frecuentaba, y enviada a traves del Gran Canciller, que se encontraba presente aunque como siempre algo distraido. Tarareaba y anunciaba en letania que eramos sólidos, que eramos fuertes, que eramos unicos y que eramos valientes, en una ronronera sin fin, que empezaba donde acababa.
Por fin aparece el Sumo Sacerdote, por un lateral del Templo y se dirige hacia el centro donde se alzaba el ara, o mejor dicho los tres altares, engalanados en barroqueño, de añil, amarillo y verdemar respectivamente. El Hermano Pedro, así se llama el Sumo Sacerdote estudia con cuidado las hojas de los cuchillos, machetes, hachas y estiletes que servirán para el sacrificio de las bestias, para aplacar a los Dioses y leer en sus entrañas los más veraces augurios del futuro cercano que ansiosamente espera el Gran Maestre. El murmullo lo acompaña y le hace volverse para solicitar respeto y atención.
Toda la simbologia estaba presente y hacía de la ceremonia iluminada por cientos de antorchas cuyo humo negro ascendia hacia la cúpula, un escalofriante espectáculo, y dando un aspecto de aquelarre terrorífico.
“Duris ut ilex tunsa bipennibus Ducit Opes animumque ferro”
(Como la encina atacada por Fuertes hachas, del mismo hierro reciba energía y valor.
Fueron las palabras iniciaticas del Sumo, en referencia a que entre más horribles sean las noticias, y los acaeceres, mas fuertes nos harán, según su lema. La selección de la especie Al parecer no esperaba buenas nuevas, pero su cabeza dependía de su pronóstico o profecía, había que contentar al Gran Maestre, y animar a los subditos. NO podia fallar.
Unas energicas palmadas del Maestro de ceremonia, más parecido a un Gran Chambelan de espectáculos feriales, y unos golpes de la cola de la maza del Macero mayor un tal Bastien, dan entada a los servidores que llevan del ronzal a los protagonistas últimos que empiezan a aparecer en escena con balidos, mugidos y gemidos, las victimas propiciatorias para halagar los sentidos de los Dioses.
La Oca sagrada, en cuyas visceras y entrañas leerá la duracion y la profundidad y alcance de las plagas que azotan al reino, el Cordero pascual, cuya sangre purificará los errores cometidos por los gobernantes anteriores, y el Toro Albo, sagrado blanco inmaculado, que se inmolara para neutralizar los nefastos idus que de lejana provenencia, mas allá del Oceanus Tenebrosus, Terra incognita, Terra Atlantica, donde habita el Feroz Gorges, que llamado Bushoo, por sus temibles estertores, nos envia sin duda todos los maleficios y desgracias que el ritual tratará de aplacar.
La Ceremonio empieza, el silencio impera, se corta el aire y se queda la escena inmóvil y todos aguantan la respiración. Ni una tos, ni un jadeo, el silencio y la turbación.
(Como la encina atacada por Fuertes hachas, del mismo hierro reciba energía y valor.
Fueron las palabras iniciaticas del Sumo, en referencia a que entre más horribles sean las noticias, y los acaeceres, mas fuertes nos harán, según su lema. La selección de la especie Al parecer no esperaba buenas nuevas, pero su cabeza dependía de su pronóstico o profecía, había que contentar al Gran Maestre, y animar a los subditos. NO podia fallar.
Unas energicas palmadas del Maestro de ceremonia, más parecido a un Gran Chambelan de espectáculos feriales, y unos golpes de la cola de la maza del Macero mayor un tal Bastien, dan entada a los servidores que llevan del ronzal a los protagonistas últimos que empiezan a aparecer en escena con balidos, mugidos y gemidos, las victimas propiciatorias para halagar los sentidos de los Dioses.
La Oca sagrada, en cuyas visceras y entrañas leerá la duracion y la profundidad y alcance de las plagas que azotan al reino, el Cordero pascual, cuya sangre purificará los errores cometidos por los gobernantes anteriores, y el Toro Albo, sagrado blanco inmaculado, que se inmolara para neutralizar los nefastos idus que de lejana provenencia, mas allá del Oceanus Tenebrosus, Terra incognita, Terra Atlantica, donde habita el Feroz Gorges, que llamado Bushoo, por sus temibles estertores, nos envia sin duda todos los maleficios y desgracias que el ritual tratará de aplacar.
La Ceremonio empieza, el silencio impera, se corta el aire y se queda la escena inmóvil y todos aguantan la respiración. Ni una tos, ni un jadeo, el silencio y la turbación.
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