Hay que perdonar a los que piden proporcionalidad para Gaza, porque no saben lo que dicen. Para ser proporcional, Israel debería rechazar el derecho a existir de toda la franja de Gaza y borrar a los palestinos de la faz de la tierra. Eso es exactamente lo que quiere hacer con Israel no sólo Hamas, sino su aliado Irán, que se está construyendo un armamento nuclear al efecto. Afortunadamente, no hay señal de la proporcionalidad que muchos piden y exigen a gritos.
Esta petición, fundada en la imposibilidad de condenar abiertamente a Israel por su voluntad de seguir existiendo, es un eufemismo destinado precisamente a favorecer a los que están comprometidos con la desaparición del Estado judío, que son muchos, y no sólo entre los musulmanes.
La correspondencia debida entre las partes, la proporcionalidad, requiere que se recuerden un par de datos acerca de la difícil situación de Israel. Es una frase hecha que existe un conflicto entre israelíes y palestinos. No hay conflicto, es decir, controversia entre dos partes más o menos igualmente implicadas. Lo que hay es la continuación de la firme voluntad del mundo árabe en 1948 de impedir la existencia de Israel por cualquier medio. Era el objetivo entonces de cinco países árabes en la guerra que marcó el nacimiento del país. Ha sido el mismo que ha guiado a los enemigos del estado judío en las guerras subsiguientes, incluyendo la de los Seis Días en 1967 y la del Yom Kippur en 1973 – que fueron guerras con armas convencionales – y las dos intifadas, desarrolladas a través del terrorismo. Desde hace sesenta años, los palestinos – débiles refugiados – son usados como elemento de la ecuación por el poderoso mundo árabe que rodea a Israel. Llamar conflicto a esto equivale a establecer una igualdad entre los agresores que quieren destruir un Estado legítimo y democrático y quienes luchan por defenderlo. El razonamiento perverso es el siguiente: si Israel no tiene derecho a existir, tampoco tiene derecho a defenderse.
Que los medios occidentales y la mayoría de las cancillerías operen bajo esa presunción es simple y sencillamente la monstruosa constatación de que el derecho internacional les resulta absolutamente irrelevante. Como resulta evidente, y como sabrían hasta los niños de teta si los medios de comunicación hicieran su deber, la paz no puede venir de lo que Israel haga o deje de hacer, sino de que el mundo árabe musulmán en general, y el palestino en particular, se convenza a sí mismo del derecho de Israel a existir y abandone la empresa de su destrucción por cualquier medio. Existe un belicismo islámico hacia Israel que, de tanto en cuanto, desemboca en baños de sangre.
Israel dejó por completo el control de Gaza a los palestinos en 2005 con la esperanza de mejorar las relaciones. Pero tras la evacuación, se encontró con el aumento de los ataques. Posteriormente, el grupo terrorista Hamas, que dice expresamente no reconocer el derecho a existir de Israel en su carta fundacional, se hace cargo – a través de la conjunción de unas elecciones parlamentarias y de un golpe violento contra el otro partido palestino (Fatah) – de la franja de Gaza. Desde 2007 se dedica sistemáticamente, de manera deliberada y planificada, a lanzar misiles Kassam contra la localidad de Sderot y otras poblaciones civiles en el Neguev.
Que Israel haya respondido hasta ahora – tras 3.000 misiles a lo largo de este año, y a pesar de una tregua de seis meses – esporádicamente, es el ejemplo más claro de esa contención y prudencia que todos predican, y que sólo Israel practica. La mal llamada comunidad internacional debiera, cuanto antes, condenar las actividades de Hamas, exigir cuanto antes el fin de su criminal andadura y mostrar su apoyo a Israel, un país democrático atacado por un grupo totalitario.
En lugar de eso, estos días los medios occidentales recogen las manifestaciones de varios Estados a la operación israelí bajo titulares del estilo "Occidente condena a Israel". Es dudoso que alguien se pueda poner a hablar como portavoz de Occidente en contra de una de sus partes frente a otra que quiere destruirla, pero en todo caso el asunto central es el siguiente: o defendemos la verdad de toda esta historia o cedemos a un nihilismo, el del terrorismo, que niega las libertades más fundamentales y ejercita la violencia contra sus vecinos. Y la verdad es que Israel está respondiendo con justicia y moderación a una agresión totalitaria que muchos en nuestros países disculpan, defienden o justifican. Por suerte, los israelíes no responden a sus enemigos con la misma proporción de violencia.
GEES. Libertad Digital.
Esta petición, fundada en la imposibilidad de condenar abiertamente a Israel por su voluntad de seguir existiendo, es un eufemismo destinado precisamente a favorecer a los que están comprometidos con la desaparición del Estado judío, que son muchos, y no sólo entre los musulmanes.
La correspondencia debida entre las partes, la proporcionalidad, requiere que se recuerden un par de datos acerca de la difícil situación de Israel. Es una frase hecha que existe un conflicto entre israelíes y palestinos. No hay conflicto, es decir, controversia entre dos partes más o menos igualmente implicadas. Lo que hay es la continuación de la firme voluntad del mundo árabe en 1948 de impedir la existencia de Israel por cualquier medio. Era el objetivo entonces de cinco países árabes en la guerra que marcó el nacimiento del país. Ha sido el mismo que ha guiado a los enemigos del estado judío en las guerras subsiguientes, incluyendo la de los Seis Días en 1967 y la del Yom Kippur en 1973 – que fueron guerras con armas convencionales – y las dos intifadas, desarrolladas a través del terrorismo. Desde hace sesenta años, los palestinos – débiles refugiados – son usados como elemento de la ecuación por el poderoso mundo árabe que rodea a Israel. Llamar conflicto a esto equivale a establecer una igualdad entre los agresores que quieren destruir un Estado legítimo y democrático y quienes luchan por defenderlo. El razonamiento perverso es el siguiente: si Israel no tiene derecho a existir, tampoco tiene derecho a defenderse.
Que los medios occidentales y la mayoría de las cancillerías operen bajo esa presunción es simple y sencillamente la monstruosa constatación de que el derecho internacional les resulta absolutamente irrelevante. Como resulta evidente, y como sabrían hasta los niños de teta si los medios de comunicación hicieran su deber, la paz no puede venir de lo que Israel haga o deje de hacer, sino de que el mundo árabe musulmán en general, y el palestino en particular, se convenza a sí mismo del derecho de Israel a existir y abandone la empresa de su destrucción por cualquier medio. Existe un belicismo islámico hacia Israel que, de tanto en cuanto, desemboca en baños de sangre.
Israel dejó por completo el control de Gaza a los palestinos en 2005 con la esperanza de mejorar las relaciones. Pero tras la evacuación, se encontró con el aumento de los ataques. Posteriormente, el grupo terrorista Hamas, que dice expresamente no reconocer el derecho a existir de Israel en su carta fundacional, se hace cargo – a través de la conjunción de unas elecciones parlamentarias y de un golpe violento contra el otro partido palestino (Fatah) – de la franja de Gaza. Desde 2007 se dedica sistemáticamente, de manera deliberada y planificada, a lanzar misiles Kassam contra la localidad de Sderot y otras poblaciones civiles en el Neguev.
Que Israel haya respondido hasta ahora – tras 3.000 misiles a lo largo de este año, y a pesar de una tregua de seis meses – esporádicamente, es el ejemplo más claro de esa contención y prudencia que todos predican, y que sólo Israel practica. La mal llamada comunidad internacional debiera, cuanto antes, condenar las actividades de Hamas, exigir cuanto antes el fin de su criminal andadura y mostrar su apoyo a Israel, un país democrático atacado por un grupo totalitario.
En lugar de eso, estos días los medios occidentales recogen las manifestaciones de varios Estados a la operación israelí bajo titulares del estilo "Occidente condena a Israel". Es dudoso que alguien se pueda poner a hablar como portavoz de Occidente en contra de una de sus partes frente a otra que quiere destruirla, pero en todo caso el asunto central es el siguiente: o defendemos la verdad de toda esta historia o cedemos a un nihilismo, el del terrorismo, que niega las libertades más fundamentales y ejercita la violencia contra sus vecinos. Y la verdad es que Israel está respondiendo con justicia y moderación a una agresión totalitaria que muchos en nuestros países disculpan, defienden o justifican. Por suerte, los israelíes no responden a sus enemigos con la misma proporción de violencia.
GEES. Libertad Digital.
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