TEODORO OBIANG NGUEMA MBASOGO. BIOGRAFÍA.
COMO COLONIZADORES, UN DESASTRE, PERDEMOS DINERO. COMO ANTIGUA POTENCIA COLONIZADORA, NO SABEMOS ACTUAR.
En 1963, año en que las provincias de Río Muni, continental, y Fernando Poo, insular, adquirieron el estatuto de autonomía interna, Obiang se desplazó a España para emprender la carrera de las armas en la Academia Militar de Zaragoza. En 1965 se graduó como Teniente – si mis informes no son equivocados, en la misma promoción que el Rey - y retornó a Guinea para prestar servicio en la Guardia Territorial, con asunción de funciones de índole administrativa y policial en el Servicio de Correos. Como otros miembros del clan familiar de Mongomo, Obiang fue privilegiado con una serie de promociones a raíz del ascenso a la Presidencia de la flamante República de Guinea Ecuatorial, independiente el 12 de octubre de 1968, del dirigente político Francisco Macías Nguema, quien no era sino su tío. Con el grado de teniente, el joven pasó a servir en la Guardia Nacional y al poco recibió el despacho de gobernador militar de Fernando Poo, que incluye la capital del Estado, Malabo, llamada Santa Isabel hasta el cambio de los topónimos en 1973. En 1970 ascendió a capitán y fue nombrado por su tío director general de Planificación y Aprovisionamiento del Ministerio de Educación Nacional. En 1976 pasó a desempeñar la Secretaría de Defensa del Gobierno. Entre tanto, el régimen de Macías (que en 1976 africanizó totalmente su nombre pasándose a llamar Masie Nguema Biyogo) fue adquiriendo el carácter de un verdadero estado de terror en el que cualquier atisbo de oposición, real o ficticia, era destruido con unas cotas de violencia y sadismo inauditas. El presidente vitalicio, cuyo arbitrario comportamiento empezó a ser visto como el propio de un perturbado mental, confiaba plenamente en su sobrino según se desprende de las promociones de Obiang en 1978, cuando recibió los galones de teniente coronel del Ejército ecuatoguineano además de la cartera de viceministro de Defensa en el Gobierno, después de haber dirigido el centro de detención de Black Beach en Malabo, de siniestra reputación por ser la principal casa de tortura del régimen. Fue una matanza de allegados (que, según algunas fuentes periodísticas, alcanzó a uno de sus hermanos) del clan de Mongomo, una más en una lista interminable de atrocidades, lo que colmó la paciencia de Obiang, un alto oficial con fama de aficionado a la buena vida que se puso de acuerdo con su extensa parentela y sus contactos en las altas instancias del poder, muchos antiguos compañeros de aula en la Academia de Zaragoza, para perpetrar un golpe de Estado contra el dictador el 3 de agosto de 1979. Rápidamente abandonado por sus secuaces, Macías se escondió en la selva y durante unos días esquivó a las tropas mandadas por su sobrino para prenderle. Tras su captura fue sometido a un juicio popular sumario en un cine de Malabo por los delitos de genocidio, alta traición y corrupción, sentenciado a muerte y, el 29 de septiembre, ejecutado por fusilamiento junto con cinco colaboradores. En las primeras horas posteriores al denominado "golpe de la libertad", Obiang constituyó con otros oficiales un Consejo Militar Revolucionario, que el 25 de agosto adoptó el nombre de Consejo Militar Supremo (CMS), abolió el Partido Único Nacional de los Trabajadores (PUNT) establecido por Macías y dirigió un llamamiento de ayuda a España. La antigua metrópoli colonial, que en 1977 había retirado a su embajador en Malabo, respondió inmediatamente con el reconocimiento del nuevo poder y el envío de un paquete de asistencia para subvenir las necesidades más urgentes de la población de un país arrasado, económica y humanamente, tras 11 años de pesadilla maciísta. Cálculos del momento apuntaban que hasta dos terceras parte de la población, es decir, unas 200.000 personas, se encontraban fuera del país para escapar de la represión indiscriminada de Macías que tuvo a Obiang por uno de sus ejecutores; eso, quienes lo consiguieron, ya que varias decenas de miles más no sobrevivieron al tenebroso período. Los parabienes del Gobierno de Adolfo Suárez fueron tan ostensibles que se pensó que, más allá de la solidaridad con las desgracias de la antigua colonia, Madrid estaba al tanto de la conspiración contra Macías, si no la pergeñó, una hipótesis que fue refutada en ambas capitales. El caso es que, no sólo la aliviada población, sino también el conjunto de la comunidad internacional se apresuró a reconocer y apoyar a la junta militar de Obiang. A España, Gabón y Camerún se les sumaron Estados Unidos, Francia, Marruecos (que envió un destacamento para la protección de la junta), Nigeria, China y la URSS. Esta coincidencia de posicionamientos apuntaba ya a un cortejo y a un intento de ocupar posiciones ventajosas para cuando llegara la hora de explotar los ricos recursos naturales, algunos todavía sólo sospechados, que atesoraba el pequeño país. Aunque de momento, Guinea Ecuatorial, que en el momento de la independencia ofrecía una de las economías más prometedoras de África occidental, era un país exangüe, arruinado y aislado del mundo. Obiang aprobó una amnistía que afectó a 5.000 presos políticos e invitó a regresar a la gigantesca diáspora de ecuatoguineanos en el exterior, pero descartó la adopción de instituciones democráticas a corto o medio plazo y dejó claro que no se iba a tolerar ningún tipo de oposición. Con pragmatismo, reafirmó el carácter no alineado del país y emprendió un intento de diversificar las relaciones exteriores que se caracterizó por el viraje prooccidental y la reducción de los vínculos que Macías había cultivado con el bloque soviético. En una coyuntura crítica para el país, de auténtica supervivencia, el teniente coronel restituyó a España y Francia sendas posiciones señeras en la cooperación gubernamental y la participación privada en los negocios agrícolas, pesqueros y forestales. El rey de España Juan Carlos I realizó una visita a Guinea Ecuatorial en diciembre de 1979 como antesala de la realizada por Obiang a España del 29 de abril al 2 de mayo de 1980. Otro eslabón en la reconducción de las relaciones bilaterales fue la firma en Madrid el 23 de octubre de 1980 de un tratado de Amistad y Cooperación. Sin embargo, las tensiones entre los gobiernos de Malabo y Madrid no tardaron en aflorar con un cruce de recriminaciones: desde España, a Obiang se le reprochaba la postergación sine díe de la liberalización política, la prolongación de los vicios autoritarios del régimen maciísta y la desatención palmaria de las necesidades de la empobrecida población; por su parte, el militar achacó a Madrid falta de sensibilidad hacia los acuciantes problemas de la antigua colonia y exigió el final de la cobertura a los grupos de oposición partidista que se estaban articulando, así como al movimiento de autodeterminación de la minoría étnica bubi en Bioko (la antigua Fernando Poo), la cual estaba empezando a sufrir una represión particularmente intensa. Ciertamente, a medida que Obiang fue acentuando el carácter personalista y autoritario de su poder las relaciones con España se deterioraron hasta llegar a la crisis diplomática de mayo de 1983 con motivo del refugio en la embajada en Malabo del sargento Venancio Micó, reclamado por las autoridades por conspirador; Obiang exigió entonces airadamente la entrega de Micó, a lo que accedió el Gobierno socialista de Felipe González tras obtener de Obiang garantías de su seguridad física (sentenciado a muerte, Micó, gracias a la mediación española, vio posteriormente conmutada la pena por otra de 20 años de prisión, de los que sirvió una parte). Tras este incidente con Madrid, Obiang aceleró el desplazamiento del país desde la órbita económica de España al área francófona africana, que era la imperante en su espacio geográfico inmediato. Así, el 19 de diciembre de 1983 el país accedió a la Unión Aduanera y Económica de África Central (UDEAC) y, hecho de más significación, el 1 de enero de 1985 el franco CFA sustituyó al ekwele como moneda nacional, pasando a compartir Guinea Ecuatorial con varios países del África saheliana, occidental y central una unidad de cuenta respaldada por el Tesoro francés. Bien es cierto que Obiang compensó estos reposicionamientos con la renovación de la cooperación española, pero en los años siguientes no dejó de advertirse una cierta rivalidad entre España y Francia en los ámbitos de la asistencia financiera, la cooperación al desarrollo y las inversiones privadas. Por lo que se refiere a la política interior, Obiang emprendió un lento y, en opinión unánime de la oposición nacional y los observadores foráneos, espurio proceso de legitimación institucional y democrática del régimen. En marzo de 1981 dio entrada al primer civil en el gabinete y el 15 de agosto de 1982 sometió a referéndum, con el 95% de votos afirmativos, un texto constitucional conocido como Carta de Annonibe, que abría las puertas a la sustitución del gobierno militar de hecho por un gobierno civil de derecho, al tiempo que nombraba un primer ministro, Cristino Seriche Bioko. Siguiendo la previsión formalista, el 12 de octubre el CMS fue disuelto y Obiang tomó el puesto de presidente de la República con un mandato de siete años conferido por la nueva Cámara de Representantes del Pueblo (CRP) o Parlamento. El 12 de octubre de 1987 Obiang anunció la creación del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), al que definió como el "partido del Gobierno" pero "no necesariamente el único legal", así como de "libre afiliación". No obstante, las actividades políticas fuera del oficialismo continuaron rigurosamente prohibidas mientras que una ley aprobada por la CRP estableció que todos los asalariados y funcionarios del país debían entregar obligatoriamente el 3% de sus ingresos para financiar el PDGE. En diciembre del mismo año Obiang tomó la presidencia del PDGE. El 10 de julio de 1988 se celebraron unas elecciones legislativas de lista única en las que, naturalmente, el PDGE copó los 41 escaños de la CRP, y el 25 de junio de 1989 Obiang, desde el 12 de octubre de 1986 con los galones general de brigada en la reserva, fue reelegido para otros siete años con el 99,9% de los votos en virtud de su única candidatura. Obiang explicó que estas elecciones presidenciales directas, primeras desde la independencia, eran el comienzo de la democratización, pero que el pluripartidismo no era deseable aún. De sobra conocían esta proscripción los políticos de la oposición, que llevaban toda la década intentando reorganizarse en España y sufriendo las arbitrariedades del régimen. La desarticulación de complots e intentos golpistas, tanto reales como fingidos, fue, y lo sigue siendo hoy en día, la situación favorita de Obiang para justificar la descarga de campañas represivas contra el siempre débil aunque infatigable campo de la oposición civil y democrática, ajena a los círculos del poder donde se han fraguado la mayoría de las conspiraciones. El 19 julio de 1986 tuvo lugar la más aparatosa de estas intentonas frustradas. Entre otros, fueron arrestados el ex ministro de Defensa (cartera que acababa de asumir personalmente Obiang) y actual viceprimer ministro, amén de teniente coronel y tío del presidente, Fructuoso Mbá Oñana Nchama, que fue condenado a una pena de prisión, y el diplomático y diputado Eugenio Abeso Mondu, que terminó ante el pelotón de fusilamiento. Todos los involucrados eran destacados miembros del clan de Mongomo. Luego de sortear este sobresalto, Obiang se hizo mas desconfiado y decretó una remodelación a fondo en la administración. Uno de los beneficiados fue su propio hermano, el general Armengol Ondó Nguema, colocado en septiembre al frente de la Seguridad Nacional. Para apaciguar a sus interlocutores internacionales que le exigían una liberalización en todos los ámbitos y la atención de los capítulos sociales, en enero de 1987 Obiang presentó un programa de desarrollo global y sectorial del país para los próximos cinco años que, entre otras novedades, dio paso a la adopción de un programa de ajuste estructural con el FMI en julio de 1989, al que siguieron otras rondas de diálogo para reescalonar los pagos de la deuda externa y obtener nuevos créditos. Obiang necesitaba cimentar la cooperación de España y Francia, cada vez más condicionada a la evolución interna, ante la menesterosa situación económica, totalmente sujeta a los vaivenes de los precios internacionales de los productos que el país exportaba: cacao (cultivado en un 90% en Bioko), café y madera. Con las exportaciones estancadas, las importaciones en alza y las inversiones extranjeras en retroceso, el país hizo frente a una grave crisis financiera y económica que obligó a Obiang a someterse a las demandas internacionales para que acelerara la transición democrática. El 17 de noviembre de 1991 se aprobó con el 98,3% de los votos una nueva Constitución que amparaba el multipartidismo. El 8 de enero de 1992 Obiang promulgó una ley de regulación de partidos que, empero, les imponía severísimas condiciones para obtener la carta legal. El 21 de enero designó un gobierno de transición íntegramente formado por ministros del PDGE y encabezado por Silvestre Siale Bileka. Y en octubre del mismo año, por fin, fueron autorizados a funcionar cinco partidos de oposición. Once formaciones agrupadas en la Plataforma de la Oposición Conjunta (POC) y el Gobierno suscribieron el 18 de marzo de 1993 el llamado Pacto Nacional para, entre otras previsiones, asegurar la celebración de elecciones legislativas transparentes. Sin embargo, la mayoría de los partidos de la POC resolvieron retirarse de los comicios luego de constatar que el régimen acudía a los mismos con la misma actitud torticera de siempre, y conmocionados por el asesinato el 23 de agosto, tras ser secuestrado en el hotel de Malabo donde se alojaba, de Pedro Motu Mamiago, un prominente militar pasado a la disidencia. El Gobierno no tuvo reparos en informar que Motu había muerto por "suicidio". En esta atmósfera enrarecida tuvieron lugar las elecciones el 21 de noviembre; sin sorpresas, el PDGE capturó 68 de los 80 escaños de la CRP. La POC aseguró que el 80% del censo no había ido a votar y tachó los comicios de "simulacro". Días más tarde Obiang provocó otra trifulca diplomática con España con la expulsión del cónsul en Bata bajo la acusación de "injerencia en los asuntos internos" del país. Madrid, que ya había protestado por la manipulación de las elecciones, replicó en diciembre con la retirada temporal del embajador en Malabo y con la reducción a la mitad de su ayuda anual al desarrollo y la cooperación, que en 1993 había rebasado los 2.000 millones de pesetas. La sanción española se sumó a la suspensión ya en vigor de la cooperación (salvo la ayuda humanitaria) de la Unión Europea, que supuso la exclusión de Guinea Ecuatorial del IV Convenio de Lomé con los países ACP. Obiang insistió en numerosas ocasiones que estaba listo para asumir todos los criterios sobre la democratización y el respeto de los Derechos Humanos que le exigían los gobiernos, la UE y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU -denunciante anual, al igual que la ONG Amnistía Internacional-, pero la realidad cotidiana de intimidaciones, secuestros, palizas, torturas, encarcelamientos arbitrarios, juicios manipulados y asesinatos de personas activas en los partidos de la oposición, de miembros de la comunidad bubi y, prácticamente, de cualquier sospechoso de no ser adicto, no experimentó ningún alivio. Férreamente protegido por una guardia pretoriana de soldados marroquíes y por sus guardaespaldas paramilitares, los ninjas (para algunos, una versión local de los infames Tontons Macoute de la Haití duvalierista), el dictador continuó administrando el país como un feudo particular, amedrentando a capricho y dispensando dádivas y favores al omnipresente clan de mongomo. Así las cosas, las elecciones presidenciales del 25 de febrero de 1996, abiertas a múltiples candidaturas, fueron cualquier cosa menos históricas, ya que tras la retirada de cuatro aspirantes de la oposición que rehusaron tomar parte en una operación con guión ya escrito Obiang se quedó cómodamente sólo frente a Secundino Oyono Ayong, de la Convergencia Social, Democrática y Popular (CSDP). Según los datos oficiales, el dictador recibió un "abrumador" 99% de votos con un índice de participación "masivo". Los cuatro adversarios de Obiang que practicaron el boicot en 1996 fueron: Severo Moto Nsa, jefe del Partido del Progreso (PP), quien en junio de 1997 hubo de exiliarse en España tras imputársele una supuesta conspiración golpista y que un mes más tarde fue condenado en ausencia a 101 años de cárcel por los delitos de "alta traición" e "intento de asesinato del jefe del Estado"; Andrés Moisés Mbá Ada, de la Unión Popular (UP); Amancio Gabriel Nze, de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), el primer partido de la oposición, cuyo secretario general, Plácido Micó, fue sentenciado en junio de 2002 a 14 años de prisión en un macrojuicio en relación con el complot de 1997, proceso que mereció la calificación de "aberración jurídica" por los observadores; y, Buenaventura Mosuy Asumu, del Partido de la Coalición Social Demócrata (PCSD). De nuevo, la oposición cifró la abstención en no inferior al 75%, mientras que los observadores africanos (España, Francia y Estados Unidos se negaron a monitorizar la consulta) constataron que, entre el rosario de irregularidades, en los colegios electorales sólo había representantes del PDGE y que el derecho al voto se ejerció sin salvaguardar las más elementales normas de privacidad. Imperturbable, el 15 de marzo Obiang fue investido con un nuevo mandato de siete años. Las elecciones legislativas del 6 de marzo de 1999 fueron un calco de las de 1993 -boicot de la mayoría de la oposición, fraude masivo-, tal que el PDGE, con el 85,5% de los votos y el 95% de participación, siempre en cifras del Gobierno, reforzó su cuota en la CRP hasta los 75 escaños. Obiang todavía se permitió encajar una advertencia exterior como el cierre en 1995 de la embajada de Estados Unidos a modo de sanción de la administración de Bill Clinton por la intolerable situación de los Derechos Humanos en el país africano (si bien se adujeron razones presupuestarias para la partida del embajador de Malabo), pero para esas alturas el autócrata ya acariciaba el sueño de una autosuficiencia financiera que le permitiera dar evasivas a los gobiernos español y francés e independizarse de su otrora vital asistencia. La llave de esta insospechada mudanza estratégica la brindaban las ingentes reservas de hidrocarburos. En efecto, en 1991, allí donde prospecciones españolas no habían encontrado nada durante años, en la cota offshore al norte de Bioko sobre la que luego (marzo de 1992) se construyó la plataforma Alba, una compañía estadounidense halló grandes cantidades de petróleo. Posteriormente entraron en servicio los yacimientos de Zafiro, en el límite de las aguas territoriales de Nigeria y próximo al anterior, y Ceiba, mucho más al sur, frente a la provincia continental de Litoral. El Estado ecuatoguineano empezó a recaudar los primeros ingresos por el petróleo en 1996 y, pese a las condiciones desventajosas de las contratas de explotación, los efectos de la aparición de esta fuente de divisas no se hicieron esperar: en 1996 el PIB nacional creció el 37%, en 1997 el 76% y en 1998 lo hizo nada menos que el 93%, unas tasas fantásticas que superaron con creces las de cualquier país del mundo. El extraordinario boom del petróleo ha agudizado los desequilibrios y las contradicciones de la Guinea Ecuatorial de Obiang. Por un lado, asombran datos como que el PIB por habitante (a paridad de poder adquisitivo) pasó de los 330 dólares de 1990 a los 5.600 dólares en 2000, lo que equivale a ascender de la posición 32ª a la posición 10ª en el ranking de los países africanos, y que en 2001, año en que el PIB creció otro 72%, el valor de las exportaciones triplicó el de las importaciones, cuando una década atrás la balanza comercial era ampliamente deficitaria. Claro que el valor de estas variables tiende a reducirse a la mera estadística si se tiene presente que poco o nada de este mar de riqueza ha llegado a la gran mayoría de la población, la cual, antes bien, ve cómo se endurecen sus condiciones de vida. Un frenesí de desarrollo urbanístico en Malabo y Bata con dudosa rentabilidad social, el aumento a ojos vista de la corrupción y la codicia de los escogidos usufructuarios de la renta petrolera, la perpetuación del autoritarismo y el abandono de las exportaciones agrícolas tradicionales son la otra cara de la moneda de una bonanza que ya ha convertido a Guinea Ecuatorial en el tercer productor de petróleo de África subsahariana luego de Nigeria y Angola, y que en 2004 prevé igualar a Kuwait en el récord de producción relativa: cuando se alcance la cota de los 500.000 barriles diarios, por cada ecuatoguineano se extraerá más de un barril de crudo. En términos de política interna, este El Dorado negro parece que está sirviendo para reforzar el asiento en el poder de Obiang, que bien puede destinar parte de la fortuna a, por ejemplo, comprar nuevas lealtades y asegurar las existentes. Por otra parte, tras la llegada de George W. Bush a la Presidencia de Estados Unidos se ha observado una mejora en las relaciones bilaterales que da prelación al contento por la concesión de las explotaciones petroleras offshore exclusivamente a firmas de este país sobre la exigencia del respeto de los Derechos Humanos. Obiang, que en septiembre de 1999 recibió tratamiento contra el cáncer de próstata en la prestigiosa clínica Mayo de Rochester, Minnesota, con factura abonada por la compañía Mobil Oil, visitó por primera vez Washington en abril de 2001, aunque entonces sólo consiguió ser recibido por un subsecretario del Departamento de Agricultura del Gobierno. Pero tras los atentados terroristas del 11 de septiembre la actitud de la Casa Blanca hacia Obiang se ha aligerado de escrúpulos. Así, en el primer aniversario de aquella tragedia, el ecuatoguineano figuró entre la decena de líderes africanos que se reunieron con Bush en la sede central de la ONU en Nueva York para hablar de las perspectivas de guerra con Irak y de la paz y el desarrollo en África. Significativamente, poco antes de la cita, el lobby político y empresarial del petróleo africano publicó un informe que consideraba de interés para la seguridad nacional y una prioridad estratégica extender la influencia de la superpotencia en el golfo de Guinea. Días más tarde, el 19 de septiembre, Obiang fue agasajado en Washington con una cena en su honor por un grupo de empresarios e inversores del sector de los hidrocarburos. En cuanto a España, a pesar de las tarascadas diplomáticas, las críticas y la reducción de la cooperación, no ha dejado de legitimar de hecho a Obiang brindándole corteses recibimientos: el 15 de octubre de 2001, en su noveno viaje a España, el mandatario asistió al II Congreso Mundial de la Lengua Española celebrado en Valladolid, se entrevistó con el presidente del Gobierno, José María Aznar, y fue recibido por el rey Juan Carlos en el palacio de la Zarzuela, un tratamiento que se antoja impensable con cualquier otro dictador que figure en las listas negras de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o de Amnistía Internacional. Y el 9 de abril de 2002, mientras en Guinea Ecuatorial la oposición, que meses atrás había formado una nueva plataforma unitaria de acción y resistencia, era el blanco de la enésima ola represiva, Obiang hizo otro viaje público a España. En las segundas elecciones presidenciales del 15 de diciembre de 2002 los cuatro candidatos de la oposición -Celestino Bacale Obiang por la CPDS, Jeremías Ondó Ngomo por la UP y los ya mencionados Mesuy Asumu por el PCSD y Oyono Ayong por la CSDP- se retiraron horas antes de abrirse las urnas entre protestas por la "farsa indecente". Las papeletas con sus nombres no fueron retiradas de los colegios, pero la circunstancia era irrelevante: Obiang ganó su tercer mandato con un nada pudoroso 99,99% de los votos, abundando en una cifra que es la propia de sistemas plebiscitarios de partido único como Irak o Siria. Una característica siempre presente en el régimen de Obiang y últimamente con más relieve si cabe es el nepotismo. Hermanos, primos, sobrinos, tíos carnales y, finalmente, cuñados e hijos, amén de otros parientes más lejanos del nutrido clan de Mongomo, han manejado las diversas palancas del poder. Desde finales de la década de los noventa ha cobrado un especial protagonismo el hijo primogénito del presidente, Teodoro, tenido con una de sus dos esposas, Constancia Mangue Okomo Nsue, una persona a la que medios acreditados de Malabo atribuyen un fuerte ascendiente sobre las decisiones del presidente. Además, otro hijo de Obiang, Gabriel, concebido con su segunda esposa, Celestina Lima, ocupa el puesto clave de la Secretaría de Minas y Petróleos, que conlleva la presidencia de la Sociedad Estatal de Petróleos. Según la prensa internacional y los boletines de la oposición, Teodorín Nguema Obiang, alias El Patrón, de 33 años, se ha hecho multimillonario simultaneando, en insólita compatibilidad, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente con la propiedad de empresas madereras, una aerolínea, una emisora de radio y televisión y hasta una productora discográfica que tiene su sede en Los Ángeles. Hombre con fama de exuberante, manirroto y lenguaraz, al controvertido vástago se le atribuyen ambiciones de poder que apuntarían a la sucesión de su padre en la jefatura del Estado, unas pretensiones a las que, se asegura, plantan cara elementos conservadores del régimen que desconfían de su atribuido talante reformista y modernizador, empezando por su tío carnal, Armengol Ondó, y por el tío de su padre y también general, Manuel Nguema Mbá, corresponsable con el anterior del aparato de seguridad como ministro delegado del área. Además, Teodorín habría entrado en colisión con su hermanastro Gabriel por la titularidad de la gestión de los hidrocarburos, todo lo cual prefigura mayores tensiones y luchas sucesorias en la cúpula del régimen.
COMO COLONIZADORES, UN DESASTRE, PERDEMOS DINERO. COMO ANTIGUA POTENCIA COLONIZADORA, NO SABEMOS ACTUAR.
En 1963, año en que las provincias de Río Muni, continental, y Fernando Poo, insular, adquirieron el estatuto de autonomía interna, Obiang se desplazó a España para emprender la carrera de las armas en la Academia Militar de Zaragoza. En 1965 se graduó como Teniente – si mis informes no son equivocados, en la misma promoción que el Rey - y retornó a Guinea para prestar servicio en la Guardia Territorial, con asunción de funciones de índole administrativa y policial en el Servicio de Correos. Como otros miembros del clan familiar de Mongomo, Obiang fue privilegiado con una serie de promociones a raíz del ascenso a la Presidencia de la flamante República de Guinea Ecuatorial, independiente el 12 de octubre de 1968, del dirigente político Francisco Macías Nguema, quien no era sino su tío. Con el grado de teniente, el joven pasó a servir en la Guardia Nacional y al poco recibió el despacho de gobernador militar de Fernando Poo, que incluye la capital del Estado, Malabo, llamada Santa Isabel hasta el cambio de los topónimos en 1973. En 1970 ascendió a capitán y fue nombrado por su tío director general de Planificación y Aprovisionamiento del Ministerio de Educación Nacional. En 1976 pasó a desempeñar la Secretaría de Defensa del Gobierno. Entre tanto, el régimen de Macías (que en 1976 africanizó totalmente su nombre pasándose a llamar Masie Nguema Biyogo) fue adquiriendo el carácter de un verdadero estado de terror en el que cualquier atisbo de oposición, real o ficticia, era destruido con unas cotas de violencia y sadismo inauditas. El presidente vitalicio, cuyo arbitrario comportamiento empezó a ser visto como el propio de un perturbado mental, confiaba plenamente en su sobrino según se desprende de las promociones de Obiang en 1978, cuando recibió los galones de teniente coronel del Ejército ecuatoguineano además de la cartera de viceministro de Defensa en el Gobierno, después de haber dirigido el centro de detención de Black Beach en Malabo, de siniestra reputación por ser la principal casa de tortura del régimen. Fue una matanza de allegados (que, según algunas fuentes periodísticas, alcanzó a uno de sus hermanos) del clan de Mongomo, una más en una lista interminable de atrocidades, lo que colmó la paciencia de Obiang, un alto oficial con fama de aficionado a la buena vida que se puso de acuerdo con su extensa parentela y sus contactos en las altas instancias del poder, muchos antiguos compañeros de aula en la Academia de Zaragoza, para perpetrar un golpe de Estado contra el dictador el 3 de agosto de 1979. Rápidamente abandonado por sus secuaces, Macías se escondió en la selva y durante unos días esquivó a las tropas mandadas por su sobrino para prenderle. Tras su captura fue sometido a un juicio popular sumario en un cine de Malabo por los delitos de genocidio, alta traición y corrupción, sentenciado a muerte y, el 29 de septiembre, ejecutado por fusilamiento junto con cinco colaboradores. En las primeras horas posteriores al denominado "golpe de la libertad", Obiang constituyó con otros oficiales un Consejo Militar Revolucionario, que el 25 de agosto adoptó el nombre de Consejo Militar Supremo (CMS), abolió el Partido Único Nacional de los Trabajadores (PUNT) establecido por Macías y dirigió un llamamiento de ayuda a España. La antigua metrópoli colonial, que en 1977 había retirado a su embajador en Malabo, respondió inmediatamente con el reconocimiento del nuevo poder y el envío de un paquete de asistencia para subvenir las necesidades más urgentes de la población de un país arrasado, económica y humanamente, tras 11 años de pesadilla maciísta. Cálculos del momento apuntaban que hasta dos terceras parte de la población, es decir, unas 200.000 personas, se encontraban fuera del país para escapar de la represión indiscriminada de Macías que tuvo a Obiang por uno de sus ejecutores; eso, quienes lo consiguieron, ya que varias decenas de miles más no sobrevivieron al tenebroso período. Los parabienes del Gobierno de Adolfo Suárez fueron tan ostensibles que se pensó que, más allá de la solidaridad con las desgracias de la antigua colonia, Madrid estaba al tanto de la conspiración contra Macías, si no la pergeñó, una hipótesis que fue refutada en ambas capitales. El caso es que, no sólo la aliviada población, sino también el conjunto de la comunidad internacional se apresuró a reconocer y apoyar a la junta militar de Obiang. A España, Gabón y Camerún se les sumaron Estados Unidos, Francia, Marruecos (que envió un destacamento para la protección de la junta), Nigeria, China y la URSS. Esta coincidencia de posicionamientos apuntaba ya a un cortejo y a un intento de ocupar posiciones ventajosas para cuando llegara la hora de explotar los ricos recursos naturales, algunos todavía sólo sospechados, que atesoraba el pequeño país. Aunque de momento, Guinea Ecuatorial, que en el momento de la independencia ofrecía una de las economías más prometedoras de África occidental, era un país exangüe, arruinado y aislado del mundo. Obiang aprobó una amnistía que afectó a 5.000 presos políticos e invitó a regresar a la gigantesca diáspora de ecuatoguineanos en el exterior, pero descartó la adopción de instituciones democráticas a corto o medio plazo y dejó claro que no se iba a tolerar ningún tipo de oposición. Con pragmatismo, reafirmó el carácter no alineado del país y emprendió un intento de diversificar las relaciones exteriores que se caracterizó por el viraje prooccidental y la reducción de los vínculos que Macías había cultivado con el bloque soviético. En una coyuntura crítica para el país, de auténtica supervivencia, el teniente coronel restituyó a España y Francia sendas posiciones señeras en la cooperación gubernamental y la participación privada en los negocios agrícolas, pesqueros y forestales. El rey de España Juan Carlos I realizó una visita a Guinea Ecuatorial en diciembre de 1979 como antesala de la realizada por Obiang a España del 29 de abril al 2 de mayo de 1980. Otro eslabón en la reconducción de las relaciones bilaterales fue la firma en Madrid el 23 de octubre de 1980 de un tratado de Amistad y Cooperación. Sin embargo, las tensiones entre los gobiernos de Malabo y Madrid no tardaron en aflorar con un cruce de recriminaciones: desde España, a Obiang se le reprochaba la postergación sine díe de la liberalización política, la prolongación de los vicios autoritarios del régimen maciísta y la desatención palmaria de las necesidades de la empobrecida población; por su parte, el militar achacó a Madrid falta de sensibilidad hacia los acuciantes problemas de la antigua colonia y exigió el final de la cobertura a los grupos de oposición partidista que se estaban articulando, así como al movimiento de autodeterminación de la minoría étnica bubi en Bioko (la antigua Fernando Poo), la cual estaba empezando a sufrir una represión particularmente intensa. Ciertamente, a medida que Obiang fue acentuando el carácter personalista y autoritario de su poder las relaciones con España se deterioraron hasta llegar a la crisis diplomática de mayo de 1983 con motivo del refugio en la embajada en Malabo del sargento Venancio Micó, reclamado por las autoridades por conspirador; Obiang exigió entonces airadamente la entrega de Micó, a lo que accedió el Gobierno socialista de Felipe González tras obtener de Obiang garantías de su seguridad física (sentenciado a muerte, Micó, gracias a la mediación española, vio posteriormente conmutada la pena por otra de 20 años de prisión, de los que sirvió una parte). Tras este incidente con Madrid, Obiang aceleró el desplazamiento del país desde la órbita económica de España al área francófona africana, que era la imperante en su espacio geográfico inmediato. Así, el 19 de diciembre de 1983 el país accedió a la Unión Aduanera y Económica de África Central (UDEAC) y, hecho de más significación, el 1 de enero de 1985 el franco CFA sustituyó al ekwele como moneda nacional, pasando a compartir Guinea Ecuatorial con varios países del África saheliana, occidental y central una unidad de cuenta respaldada por el Tesoro francés. Bien es cierto que Obiang compensó estos reposicionamientos con la renovación de la cooperación española, pero en los años siguientes no dejó de advertirse una cierta rivalidad entre España y Francia en los ámbitos de la asistencia financiera, la cooperación al desarrollo y las inversiones privadas. Por lo que se refiere a la política interior, Obiang emprendió un lento y, en opinión unánime de la oposición nacional y los observadores foráneos, espurio proceso de legitimación institucional y democrática del régimen. En marzo de 1981 dio entrada al primer civil en el gabinete y el 15 de agosto de 1982 sometió a referéndum, con el 95% de votos afirmativos, un texto constitucional conocido como Carta de Annonibe, que abría las puertas a la sustitución del gobierno militar de hecho por un gobierno civil de derecho, al tiempo que nombraba un primer ministro, Cristino Seriche Bioko. Siguiendo la previsión formalista, el 12 de octubre el CMS fue disuelto y Obiang tomó el puesto de presidente de la República con un mandato de siete años conferido por la nueva Cámara de Representantes del Pueblo (CRP) o Parlamento. El 12 de octubre de 1987 Obiang anunció la creación del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), al que definió como el "partido del Gobierno" pero "no necesariamente el único legal", así como de "libre afiliación". No obstante, las actividades políticas fuera del oficialismo continuaron rigurosamente prohibidas mientras que una ley aprobada por la CRP estableció que todos los asalariados y funcionarios del país debían entregar obligatoriamente el 3% de sus ingresos para financiar el PDGE. En diciembre del mismo año Obiang tomó la presidencia del PDGE. El 10 de julio de 1988 se celebraron unas elecciones legislativas de lista única en las que, naturalmente, el PDGE copó los 41 escaños de la CRP, y el 25 de junio de 1989 Obiang, desde el 12 de octubre de 1986 con los galones general de brigada en la reserva, fue reelegido para otros siete años con el 99,9% de los votos en virtud de su única candidatura. Obiang explicó que estas elecciones presidenciales directas, primeras desde la independencia, eran el comienzo de la democratización, pero que el pluripartidismo no era deseable aún. De sobra conocían esta proscripción los políticos de la oposición, que llevaban toda la década intentando reorganizarse en España y sufriendo las arbitrariedades del régimen. La desarticulación de complots e intentos golpistas, tanto reales como fingidos, fue, y lo sigue siendo hoy en día, la situación favorita de Obiang para justificar la descarga de campañas represivas contra el siempre débil aunque infatigable campo de la oposición civil y democrática, ajena a los círculos del poder donde se han fraguado la mayoría de las conspiraciones. El 19 julio de 1986 tuvo lugar la más aparatosa de estas intentonas frustradas. Entre otros, fueron arrestados el ex ministro de Defensa (cartera que acababa de asumir personalmente Obiang) y actual viceprimer ministro, amén de teniente coronel y tío del presidente, Fructuoso Mbá Oñana Nchama, que fue condenado a una pena de prisión, y el diplomático y diputado Eugenio Abeso Mondu, que terminó ante el pelotón de fusilamiento. Todos los involucrados eran destacados miembros del clan de Mongomo. Luego de sortear este sobresalto, Obiang se hizo mas desconfiado y decretó una remodelación a fondo en la administración. Uno de los beneficiados fue su propio hermano, el general Armengol Ondó Nguema, colocado en septiembre al frente de la Seguridad Nacional. Para apaciguar a sus interlocutores internacionales que le exigían una liberalización en todos los ámbitos y la atención de los capítulos sociales, en enero de 1987 Obiang presentó un programa de desarrollo global y sectorial del país para los próximos cinco años que, entre otras novedades, dio paso a la adopción de un programa de ajuste estructural con el FMI en julio de 1989, al que siguieron otras rondas de diálogo para reescalonar los pagos de la deuda externa y obtener nuevos créditos. Obiang necesitaba cimentar la cooperación de España y Francia, cada vez más condicionada a la evolución interna, ante la menesterosa situación económica, totalmente sujeta a los vaivenes de los precios internacionales de los productos que el país exportaba: cacao (cultivado en un 90% en Bioko), café y madera. Con las exportaciones estancadas, las importaciones en alza y las inversiones extranjeras en retroceso, el país hizo frente a una grave crisis financiera y económica que obligó a Obiang a someterse a las demandas internacionales para que acelerara la transición democrática. El 17 de noviembre de 1991 se aprobó con el 98,3% de los votos una nueva Constitución que amparaba el multipartidismo. El 8 de enero de 1992 Obiang promulgó una ley de regulación de partidos que, empero, les imponía severísimas condiciones para obtener la carta legal. El 21 de enero designó un gobierno de transición íntegramente formado por ministros del PDGE y encabezado por Silvestre Siale Bileka. Y en octubre del mismo año, por fin, fueron autorizados a funcionar cinco partidos de oposición. Once formaciones agrupadas en la Plataforma de la Oposición Conjunta (POC) y el Gobierno suscribieron el 18 de marzo de 1993 el llamado Pacto Nacional para, entre otras previsiones, asegurar la celebración de elecciones legislativas transparentes. Sin embargo, la mayoría de los partidos de la POC resolvieron retirarse de los comicios luego de constatar que el régimen acudía a los mismos con la misma actitud torticera de siempre, y conmocionados por el asesinato el 23 de agosto, tras ser secuestrado en el hotel de Malabo donde se alojaba, de Pedro Motu Mamiago, un prominente militar pasado a la disidencia. El Gobierno no tuvo reparos en informar que Motu había muerto por "suicidio". En esta atmósfera enrarecida tuvieron lugar las elecciones el 21 de noviembre; sin sorpresas, el PDGE capturó 68 de los 80 escaños de la CRP. La POC aseguró que el 80% del censo no había ido a votar y tachó los comicios de "simulacro". Días más tarde Obiang provocó otra trifulca diplomática con España con la expulsión del cónsul en Bata bajo la acusación de "injerencia en los asuntos internos" del país. Madrid, que ya había protestado por la manipulación de las elecciones, replicó en diciembre con la retirada temporal del embajador en Malabo y con la reducción a la mitad de su ayuda anual al desarrollo y la cooperación, que en 1993 había rebasado los 2.000 millones de pesetas. La sanción española se sumó a la suspensión ya en vigor de la cooperación (salvo la ayuda humanitaria) de la Unión Europea, que supuso la exclusión de Guinea Ecuatorial del IV Convenio de Lomé con los países ACP. Obiang insistió en numerosas ocasiones que estaba listo para asumir todos los criterios sobre la democratización y el respeto de los Derechos Humanos que le exigían los gobiernos, la UE y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU -denunciante anual, al igual que la ONG Amnistía Internacional-, pero la realidad cotidiana de intimidaciones, secuestros, palizas, torturas, encarcelamientos arbitrarios, juicios manipulados y asesinatos de personas activas en los partidos de la oposición, de miembros de la comunidad bubi y, prácticamente, de cualquier sospechoso de no ser adicto, no experimentó ningún alivio. Férreamente protegido por una guardia pretoriana de soldados marroquíes y por sus guardaespaldas paramilitares, los ninjas (para algunos, una versión local de los infames Tontons Macoute de la Haití duvalierista), el dictador continuó administrando el país como un feudo particular, amedrentando a capricho y dispensando dádivas y favores al omnipresente clan de mongomo. Así las cosas, las elecciones presidenciales del 25 de febrero de 1996, abiertas a múltiples candidaturas, fueron cualquier cosa menos históricas, ya que tras la retirada de cuatro aspirantes de la oposición que rehusaron tomar parte en una operación con guión ya escrito Obiang se quedó cómodamente sólo frente a Secundino Oyono Ayong, de la Convergencia Social, Democrática y Popular (CSDP). Según los datos oficiales, el dictador recibió un "abrumador" 99% de votos con un índice de participación "masivo". Los cuatro adversarios de Obiang que practicaron el boicot en 1996 fueron: Severo Moto Nsa, jefe del Partido del Progreso (PP), quien en junio de 1997 hubo de exiliarse en España tras imputársele una supuesta conspiración golpista y que un mes más tarde fue condenado en ausencia a 101 años de cárcel por los delitos de "alta traición" e "intento de asesinato del jefe del Estado"; Andrés Moisés Mbá Ada, de la Unión Popular (UP); Amancio Gabriel Nze, de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), el primer partido de la oposición, cuyo secretario general, Plácido Micó, fue sentenciado en junio de 2002 a 14 años de prisión en un macrojuicio en relación con el complot de 1997, proceso que mereció la calificación de "aberración jurídica" por los observadores; y, Buenaventura Mosuy Asumu, del Partido de la Coalición Social Demócrata (PCSD). De nuevo, la oposición cifró la abstención en no inferior al 75%, mientras que los observadores africanos (España, Francia y Estados Unidos se negaron a monitorizar la consulta) constataron que, entre el rosario de irregularidades, en los colegios electorales sólo había representantes del PDGE y que el derecho al voto se ejerció sin salvaguardar las más elementales normas de privacidad. Imperturbable, el 15 de marzo Obiang fue investido con un nuevo mandato de siete años. Las elecciones legislativas del 6 de marzo de 1999 fueron un calco de las de 1993 -boicot de la mayoría de la oposición, fraude masivo-, tal que el PDGE, con el 85,5% de los votos y el 95% de participación, siempre en cifras del Gobierno, reforzó su cuota en la CRP hasta los 75 escaños. Obiang todavía se permitió encajar una advertencia exterior como el cierre en 1995 de la embajada de Estados Unidos a modo de sanción de la administración de Bill Clinton por la intolerable situación de los Derechos Humanos en el país africano (si bien se adujeron razones presupuestarias para la partida del embajador de Malabo), pero para esas alturas el autócrata ya acariciaba el sueño de una autosuficiencia financiera que le permitiera dar evasivas a los gobiernos español y francés e independizarse de su otrora vital asistencia. La llave de esta insospechada mudanza estratégica la brindaban las ingentes reservas de hidrocarburos. En efecto, en 1991, allí donde prospecciones españolas no habían encontrado nada durante años, en la cota offshore al norte de Bioko sobre la que luego (marzo de 1992) se construyó la plataforma Alba, una compañía estadounidense halló grandes cantidades de petróleo. Posteriormente entraron en servicio los yacimientos de Zafiro, en el límite de las aguas territoriales de Nigeria y próximo al anterior, y Ceiba, mucho más al sur, frente a la provincia continental de Litoral. El Estado ecuatoguineano empezó a recaudar los primeros ingresos por el petróleo en 1996 y, pese a las condiciones desventajosas de las contratas de explotación, los efectos de la aparición de esta fuente de divisas no se hicieron esperar: en 1996 el PIB nacional creció el 37%, en 1997 el 76% y en 1998 lo hizo nada menos que el 93%, unas tasas fantásticas que superaron con creces las de cualquier país del mundo. El extraordinario boom del petróleo ha agudizado los desequilibrios y las contradicciones de la Guinea Ecuatorial de Obiang. Por un lado, asombran datos como que el PIB por habitante (a paridad de poder adquisitivo) pasó de los 330 dólares de 1990 a los 5.600 dólares en 2000, lo que equivale a ascender de la posición 32ª a la posición 10ª en el ranking de los países africanos, y que en 2001, año en que el PIB creció otro 72%, el valor de las exportaciones triplicó el de las importaciones, cuando una década atrás la balanza comercial era ampliamente deficitaria. Claro que el valor de estas variables tiende a reducirse a la mera estadística si se tiene presente que poco o nada de este mar de riqueza ha llegado a la gran mayoría de la población, la cual, antes bien, ve cómo se endurecen sus condiciones de vida. Un frenesí de desarrollo urbanístico en Malabo y Bata con dudosa rentabilidad social, el aumento a ojos vista de la corrupción y la codicia de los escogidos usufructuarios de la renta petrolera, la perpetuación del autoritarismo y el abandono de las exportaciones agrícolas tradicionales son la otra cara de la moneda de una bonanza que ya ha convertido a Guinea Ecuatorial en el tercer productor de petróleo de África subsahariana luego de Nigeria y Angola, y que en 2004 prevé igualar a Kuwait en el récord de producción relativa: cuando se alcance la cota de los 500.000 barriles diarios, por cada ecuatoguineano se extraerá más de un barril de crudo. En términos de política interna, este El Dorado negro parece que está sirviendo para reforzar el asiento en el poder de Obiang, que bien puede destinar parte de la fortuna a, por ejemplo, comprar nuevas lealtades y asegurar las existentes. Por otra parte, tras la llegada de George W. Bush a la Presidencia de Estados Unidos se ha observado una mejora en las relaciones bilaterales que da prelación al contento por la concesión de las explotaciones petroleras offshore exclusivamente a firmas de este país sobre la exigencia del respeto de los Derechos Humanos. Obiang, que en septiembre de 1999 recibió tratamiento contra el cáncer de próstata en la prestigiosa clínica Mayo de Rochester, Minnesota, con factura abonada por la compañía Mobil Oil, visitó por primera vez Washington en abril de 2001, aunque entonces sólo consiguió ser recibido por un subsecretario del Departamento de Agricultura del Gobierno. Pero tras los atentados terroristas del 11 de septiembre la actitud de la Casa Blanca hacia Obiang se ha aligerado de escrúpulos. Así, en el primer aniversario de aquella tragedia, el ecuatoguineano figuró entre la decena de líderes africanos que se reunieron con Bush en la sede central de la ONU en Nueva York para hablar de las perspectivas de guerra con Irak y de la paz y el desarrollo en África. Significativamente, poco antes de la cita, el lobby político y empresarial del petróleo africano publicó un informe que consideraba de interés para la seguridad nacional y una prioridad estratégica extender la influencia de la superpotencia en el golfo de Guinea. Días más tarde, el 19 de septiembre, Obiang fue agasajado en Washington con una cena en su honor por un grupo de empresarios e inversores del sector de los hidrocarburos. En cuanto a España, a pesar de las tarascadas diplomáticas, las críticas y la reducción de la cooperación, no ha dejado de legitimar de hecho a Obiang brindándole corteses recibimientos: el 15 de octubre de 2001, en su noveno viaje a España, el mandatario asistió al II Congreso Mundial de la Lengua Española celebrado en Valladolid, se entrevistó con el presidente del Gobierno, José María Aznar, y fue recibido por el rey Juan Carlos en el palacio de la Zarzuela, un tratamiento que se antoja impensable con cualquier otro dictador que figure en las listas negras de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o de Amnistía Internacional. Y el 9 de abril de 2002, mientras en Guinea Ecuatorial la oposición, que meses atrás había formado una nueva plataforma unitaria de acción y resistencia, era el blanco de la enésima ola represiva, Obiang hizo otro viaje público a España. En las segundas elecciones presidenciales del 15 de diciembre de 2002 los cuatro candidatos de la oposición -Celestino Bacale Obiang por la CPDS, Jeremías Ondó Ngomo por la UP y los ya mencionados Mesuy Asumu por el PCSD y Oyono Ayong por la CSDP- se retiraron horas antes de abrirse las urnas entre protestas por la "farsa indecente". Las papeletas con sus nombres no fueron retiradas de los colegios, pero la circunstancia era irrelevante: Obiang ganó su tercer mandato con un nada pudoroso 99,99% de los votos, abundando en una cifra que es la propia de sistemas plebiscitarios de partido único como Irak o Siria. Una característica siempre presente en el régimen de Obiang y últimamente con más relieve si cabe es el nepotismo. Hermanos, primos, sobrinos, tíos carnales y, finalmente, cuñados e hijos, amén de otros parientes más lejanos del nutrido clan de Mongomo, han manejado las diversas palancas del poder. Desde finales de la década de los noventa ha cobrado un especial protagonismo el hijo primogénito del presidente, Teodoro, tenido con una de sus dos esposas, Constancia Mangue Okomo Nsue, una persona a la que medios acreditados de Malabo atribuyen un fuerte ascendiente sobre las decisiones del presidente. Además, otro hijo de Obiang, Gabriel, concebido con su segunda esposa, Celestina Lima, ocupa el puesto clave de la Secretaría de Minas y Petróleos, que conlleva la presidencia de la Sociedad Estatal de Petróleos. Según la prensa internacional y los boletines de la oposición, Teodorín Nguema Obiang, alias El Patrón, de 33 años, se ha hecho multimillonario simultaneando, en insólita compatibilidad, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente con la propiedad de empresas madereras, una aerolínea, una emisora de radio y televisión y hasta una productora discográfica que tiene su sede en Los Ángeles. Hombre con fama de exuberante, manirroto y lenguaraz, al controvertido vástago se le atribuyen ambiciones de poder que apuntarían a la sucesión de su padre en la jefatura del Estado, unas pretensiones a las que, se asegura, plantan cara elementos conservadores del régimen que desconfían de su atribuido talante reformista y modernizador, empezando por su tío carnal, Armengol Ondó, y por el tío de su padre y también general, Manuel Nguema Mbá, corresponsable con el anterior del aparato de seguridad como ministro delegado del área. Además, Teodorín habría entrado en colisión con su hermanastro Gabriel por la titularidad de la gestión de los hidrocarburos, todo lo cual prefigura mayores tensiones y luchas sucesorias en la cúpula del régimen.
(Cobertura informativa hasta 1/2/2003).
2 comentarios:
Gracias, en nombre de todas las personas que conformamos el exilio de Guinea Ecuatorial. Tu iniciativa, tu blog, nos da la voz a los que carecemos de ella y sin la ayuda que nos prestas seríamos, aún más si cabe, insignificantes. Si algún día asomamos por un resquicio de la bota que aplasta nuestra alma será gracias a personas que, como tú nos habéis dado la voz que nos han robado los criminales que gobiernan Guinea Ecuatorial con la complicidad de los poderosos gobernantes de las naciones que se llaman, a sí mismas, democracias occidentales.
Gracias, en nombre de los desheredados, los que todo lo perdieron, los que no ocupan espacio ni en el recuerdo. Gracias por dar voz a los enmudecidos y apaleados. Gracias, en nombre de nuestros pobres presos políticos y de nuestros muertos olvidados. Desde el exilio, los expulsados de casa, te damos las gracias por hacernos un hueco en tu corazón.
Te dejo el enlace a nuestro blog por si quieres difundirlo a otros espacios que nosotros no alcanzamos:
http://geconfidencial.blogspot.com/
Voy a dejar, también, mi correo electrónico.
opinionestrella@gmail.com
Gracias a todos tus lectores en nombre de los exiliados de Guinea Ecuatorial, único país de habla hispana del continente africano.
GUINEA ECUATORIAL. LA CRUDA REALIDAD.-
La primera noticia del golpe de Teodoro, la tuve en la playa, a través de la radio. Macías era un canalla y yo me alegré de que fuese depuesto por un Oficial de Infantería de nuestro Ejército y – creía yo – que ello era toda una garantía: craso error.
Trabajaba en el Ministerio de Obras Públicas – hoy de Fomento - como Ingeniero Civil y escribí a mis superiores ya que estaba dispuesto a ir unos años y trabajar por la recuperación de aquella tierra de la que había estudiado que era un trozo mas de España y así había sido. Estaba convencido de que era algo a lo que estábamos obligados todos los españoles.
Poco a poco, me fui dando cuenta de la realidad, lo que supuso un gran disgusto para mí; como lo es, ahora, la indiferencia de la mayoría ante los hechos que se suceden en la antigua Guinea Española.
¡Mira que se preocupan por los palestinos! Pues por vosotros, los guineanos, nada de nada. Como por los congoleños – matanza tras matanza - tampoco. Pues todos somos hijos de Dios y herederos de Su Gloria.
Lo lamento.
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