INCIDENTE EN AGUAS DE PEREJIL. SEGUNDA QUINCENA DE MAYO.
La patrullera “Albatros”, de la Guardia Civil con base en Ceuta, navegaba – como otras tantas mañanas – por aguas del Estrecho. También, como tenía por costumbre, se disponía a doblar Punta Leona rumbo oeste, cuando pudo ver a otra Patrullera marroquí, que, sin advertencia previa, disparó una ráfaga de ametralladora a su proa. Su comandante, viró en redondo y se dispuso a comunicar lo sucedido a su base.
El Comandante General de Ceuta, Salvador Báez, era un ordenancista riguroso, fiel cumplidor de su deber. Consecuente con su idiosincrasia, de inmediato comunicó la incidencia a la Superioridad.
Inmediatamente que supo del incidente, el Coronel del Tercio Duque de Alba, II de La Legión, Gerardo Rodríguez, un hombre que, al igual que el Fundador, estaba hecho de raíces de árboles, se dirigió a Comandancia General; nadie le había llamado, pero él era “así”. Ya allí, encontró en el antedespacho de Báez, a la Capitán de Fragata Losada, responsable de las Fuerzas Navales, quien por haberse tratado de un incidente en la mar, creía necesario presentarse. También estaba el Comandante de la Guardia Civil, naturalmente.
Cuando el General Báez, terminó de hablar con sus superiores, les hizo pasar para comentarles las órdenes recibidas. Estas eran muy claras: no hacer nada. Para el Coronel Rodríguez, las órdenes recibidas representaban la gota que colmaba el vaso de su paciencia. Extralimitándose, puso de manifiesto que su honor estaba por encima de las melifluas órdenes recibidas. Tras ser reconvenido – bien es verdad que sin demasiada convicción – por el Comandante General, todos volvieron a sus puestos.
Camino de García Aldave – acuartelamiento legionario – fue increpado por un grupo de moros que, desafiantes se acercaron al coche. Ni corto ni perezoso, salió del vehículo y disparó tres veces al aire, con lo que el incidente, quedó abortado.
Las aguas bajaban turbulentas por la Historia de España.
ATAQUES CONTRA LAS PLATAFORMAS PETROLERAS.
A los escasos tripulantes de la Plataforma Lanzarote II, les despertaron los motores de las embarcaciones neumáticas que se acercaban. De inmediato, a medio vestir, salieron de sus camarotes y recibieron disparos de armas automáticas, de resultas de los cuales, uno de ellos fue herido en una pierna. Recibieron instrucciones de abandonar la plataforma, autorizándoles los intrusos – marroquíes sin uniforme – a utilizar uno de los botes auxiliares. Los empleados de Repsol, fueron conminados a alejarse en dirección a la Isla de Lanzarote y, desde lejos – tras poner en funcionamiento la radio baliza de emergencia - pudieron comprobar como una carga de dinamita, estallaba en la estructura de la Plataforma, que se escoraba por momentos.
El Presidente de los Estados Unidos tuvo noticia de lo sucedido a las pocas horas y decidió telefonear a Mohamed VI primero y encargar al Secretario de Estado, que hablase con su colega español.
Marruecos contestó con evasivas.
Manifestó que la patrullera de la Guardia Civil, navegaba por aguas de Marruecos y que no estaba dispuesto a hacer dejación de su soberanía.
Respecto de la Plataforma, dijo ignorar los hechos, que se habían producido fuera de su autoridad. Marruecos volvía, pues, a la política de las “bandas armadas incontroladas”.
El Presidente Giuliani frunció el entrecejo, se percataba que el moro no era de fiar. A la tradicional bondad del pueblo americano, siempre era realista, añadir ciertas dosis de ingenuidad.
Entra tanto, la Capitán de Navío Larrarte se entrevistaba con el General Cosío, con quien le unía, desde tiempo atrás, una muy buena relación y le daba cuenta de las medidas tomadas para el rescate de los empleados de Repsol. Como quiera que no disponía de ningún helicóptero de la Armada, hubo de solicitar “prestado” uno al Ejército de Tierra. Pensaba que las labores de rescate, se complicarían, ya que la tripulación no estaba entrenada para tales operaciones en alta mar. Tras recibir la señal de la radio baliza, los “náufragos” habían llamado por teléfono.
El Secretario de Estado no pudo hablar con el ministro de Asuntos Exteriores español, que se encontraba en visita oficial en Ruanda, por lo que Giuliani decidió hablar con su colega.
El presidente español, hubo de excusarse, ante la llamada de su colega estadounidense. Demoró la respuesta, porque aquella noche asistía, en Barcelona, a un partido de fútbol entre las “selecciones nacionales” de España y Cataluña, categoría sub 21.
Pasada la medianoche – hora de Madrid – pudo hablar con el Presidente norteamericano, quien se sorprendió cuando, tras solicitar prudencia de su interlocutor, este le respondió con firmeza: no debía preocuparse; lo consideraba “incidentes aislados”.
A esa misma hora, ETA hacía estallar un artefacto de 100 Kg. de Titadyne, en la Terminal del aeropuerto malagueño de San Julián, en Torremolinos. El balance provisional era de veinte muertos y cientos de heridos.
La patrullera “Albatros”, de la Guardia Civil con base en Ceuta, navegaba – como otras tantas mañanas – por aguas del Estrecho. También, como tenía por costumbre, se disponía a doblar Punta Leona rumbo oeste, cuando pudo ver a otra Patrullera marroquí, que, sin advertencia previa, disparó una ráfaga de ametralladora a su proa. Su comandante, viró en redondo y se dispuso a comunicar lo sucedido a su base.
El Comandante General de Ceuta, Salvador Báez, era un ordenancista riguroso, fiel cumplidor de su deber. Consecuente con su idiosincrasia, de inmediato comunicó la incidencia a la Superioridad.
Inmediatamente que supo del incidente, el Coronel del Tercio Duque de Alba, II de La Legión, Gerardo Rodríguez, un hombre que, al igual que el Fundador, estaba hecho de raíces de árboles, se dirigió a Comandancia General; nadie le había llamado, pero él era “así”. Ya allí, encontró en el antedespacho de Báez, a la Capitán de Fragata Losada, responsable de las Fuerzas Navales, quien por haberse tratado de un incidente en la mar, creía necesario presentarse. También estaba el Comandante de la Guardia Civil, naturalmente.
Cuando el General Báez, terminó de hablar con sus superiores, les hizo pasar para comentarles las órdenes recibidas. Estas eran muy claras: no hacer nada. Para el Coronel Rodríguez, las órdenes recibidas representaban la gota que colmaba el vaso de su paciencia. Extralimitándose, puso de manifiesto que su honor estaba por encima de las melifluas órdenes recibidas. Tras ser reconvenido – bien es verdad que sin demasiada convicción – por el Comandante General, todos volvieron a sus puestos.
Camino de García Aldave – acuartelamiento legionario – fue increpado por un grupo de moros que, desafiantes se acercaron al coche. Ni corto ni perezoso, salió del vehículo y disparó tres veces al aire, con lo que el incidente, quedó abortado.
Las aguas bajaban turbulentas por la Historia de España.
ATAQUES CONTRA LAS PLATAFORMAS PETROLERAS.
A los escasos tripulantes de la Plataforma Lanzarote II, les despertaron los motores de las embarcaciones neumáticas que se acercaban. De inmediato, a medio vestir, salieron de sus camarotes y recibieron disparos de armas automáticas, de resultas de los cuales, uno de ellos fue herido en una pierna. Recibieron instrucciones de abandonar la plataforma, autorizándoles los intrusos – marroquíes sin uniforme – a utilizar uno de los botes auxiliares. Los empleados de Repsol, fueron conminados a alejarse en dirección a la Isla de Lanzarote y, desde lejos – tras poner en funcionamiento la radio baliza de emergencia - pudieron comprobar como una carga de dinamita, estallaba en la estructura de la Plataforma, que se escoraba por momentos.
El Presidente de los Estados Unidos tuvo noticia de lo sucedido a las pocas horas y decidió telefonear a Mohamed VI primero y encargar al Secretario de Estado, que hablase con su colega español.
Marruecos contestó con evasivas.
Manifestó que la patrullera de la Guardia Civil, navegaba por aguas de Marruecos y que no estaba dispuesto a hacer dejación de su soberanía.
Respecto de la Plataforma, dijo ignorar los hechos, que se habían producido fuera de su autoridad. Marruecos volvía, pues, a la política de las “bandas armadas incontroladas”.
El Presidente Giuliani frunció el entrecejo, se percataba que el moro no era de fiar. A la tradicional bondad del pueblo americano, siempre era realista, añadir ciertas dosis de ingenuidad.
Entra tanto, la Capitán de Navío Larrarte se entrevistaba con el General Cosío, con quien le unía, desde tiempo atrás, una muy buena relación y le daba cuenta de las medidas tomadas para el rescate de los empleados de Repsol. Como quiera que no disponía de ningún helicóptero de la Armada, hubo de solicitar “prestado” uno al Ejército de Tierra. Pensaba que las labores de rescate, se complicarían, ya que la tripulación no estaba entrenada para tales operaciones en alta mar. Tras recibir la señal de la radio baliza, los “náufragos” habían llamado por teléfono.
El Secretario de Estado no pudo hablar con el ministro de Asuntos Exteriores español, que se encontraba en visita oficial en Ruanda, por lo que Giuliani decidió hablar con su colega.
El presidente español, hubo de excusarse, ante la llamada de su colega estadounidense. Demoró la respuesta, porque aquella noche asistía, en Barcelona, a un partido de fútbol entre las “selecciones nacionales” de España y Cataluña, categoría sub 21.
Pasada la medianoche – hora de Madrid – pudo hablar con el Presidente norteamericano, quien se sorprendió cuando, tras solicitar prudencia de su interlocutor, este le respondió con firmeza: no debía preocuparse; lo consideraba “incidentes aislados”.
A esa misma hora, ETA hacía estallar un artefacto de 100 Kg. de Titadyne, en la Terminal del aeropuerto malagueño de San Julián, en Torremolinos. El balance provisional era de veinte muertos y cientos de heridos.
Ajena a semejante atrocidad, la Teniente Mogaburo, cumplía fielmente las órdenes recibidas y no se separaba de los “paisas”, como ella les denominaba.
NOTA: Cuando escribí este capítulo aun no había tenido lugar la fechoría, ni se había producido la noticia; no iba tan descaminado. Los tengo "calaos".
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