miércoles, 11 de febrero de 2009

TRADICIONAL: MAL GOBIERNO.-



CIENTÍFICOS INTERNACIONALES ANALIZAN LAS CAUSAS DEL APOGEO Y LA CRISIS DE LA REAL ARMADA ESPAÑOLA.
A mediados del siglo XVIII, buena parte de los caudales que España recibía de América fueron derivados por la monarquía hacia la construcción de una marina de guerra poderosa. Las colonias americanas eran un activo importante que había que mantener y para ello resultaba imprescindible poseer una armada moderna, numerosa y bien dotada. Sin embargo, aunque el esfuerzo naval sirvió, en parte, para mantener el control territorial, la mala gestión hizo que en apenas tres décadas la flota española hubiera dejado casi de existir. Para explicar lo sucedido en este periodo, el profesor Juan Marchena, de la Universidad Pablo de Olavide, dirige un equipo de investigadores que trabaja en el proyecto Apogeo y crisis de la Real Armada. 1750-1820.
Escribía recientemente Paul Kennedy, director del Instituto sobre Seguridad Internacional de la Universidad de Yale, que uno de los temas centrales para entender el desarrollo, no sólo de la economía internacional, sino también de los grandes cambios tecnológicos desde el S. XVIII a nuestros días es, sin duda, el análisis de los cambios y transformaciones de las marinas de guerra y, con ella, el de las tecnologías que han permitido su progreso. España contó a mediados del XVIII con una poderosa armada, un instrumento extraordinariamente desarrollado, de un gran valor tecnológico y producto de un alto nivel científico, que la impulsó a formar parte del grupo de potencias implicadas en el nuevo concepto ilustrado de dominio y transformación del mundo. No obstante, pocos años después se habían esfumado tanto el dinero de América como la flota de combate. “A los barcos los hundió la mala administración”. El profesor de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) Juan Marchena Fernández es tajante a la hora de señalar las causas que originaron la desaparición de la que llegó a ser la segunda armada más importante del mundo. Pero aunque el por qué está ya definido, faltan por conocer las razones por las cuales el gasto de la Real Hacienda española se empleó de manera tan ineficaz según los resultados obtenidos. Para ello, un equipo multidisciplinar encabezado por Marchena y formado por 20 investigadores de las universidades de Murcia, Politécnica de Madrid, Santiago de Compostela, UNED, Texas Tech, Pablo de Olavide, Queen’s University de Montreal, y otros centros de investigación de Ecuador, México, Venezuela y Uruguay, con la colaboración empresarial de Mapfre y Navantia, están desarrollando un trabajo en profundidad para desentrañar estas razones. Un estudio a través del cual se analizarán desde la construcción naval hasta la vida cotidiana en la Armada española a fines del S. XVIII, pasando por el análisis de los cuadernos de bitácora, la formación de las tripulaciones, el estado de los apostaderos en América o la ciencia y técnicas desarrolladas por la marina española hasta la guerra de Independencia. Se trata de un proyecto de excelencia que la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa ha financiado en la convocatoria de 2007 con 368.000 euros.“Desde 1750, la inversión más importante de la monarquía fue construir una gran armada, capaz de competir con la británica y la francesa, para lo que empleó decenas de millones de pesos en un proceso que llevó a la construcción de más de dos centenares de navíos y fragatas en un tiempo record, pero también a disponer de arsenales y astilleros altamente tecnificados”, apunta el investigador. Un gasto que supuso, junto a la suma destinada al ejército, cerca del 70% del gasto de una monarquía que se encontraba en su mejor momento de bonanza fiscal, según estimaciones del estudio, gracias sobre todo a los ingresos americanos. ¿Sirvió esta inversión para alcanzar sus objetivos de hegemonía y control sobre las colonias? La respuesta para Juan Marchena no está tan clara. Por un lado y durante este periodo, España logró mantener su posición en América, si bien los intentos británicos por conquistar importantes enclaves como La Habana, la ciudad americana mejor guarnecida, fueron exitosos. Pero por otro lado, la Real Armada no sirvió para garantizarle a España el dominio del mar, ya que el enorme coste de los barcos retrajo a los distintos ministros de la Marina a movilizar la flota con asiduidad. “Decidieron que la armada era tan valiosa que era mejor no sacarla de los puertos y exponerse a perderla, y usarla únicamente como arma disuasoria, ya que cuando lo hicieron les fue mal”, afirma el investigador.
UNA ARMADA PORTUARIA.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la Real Armada libró importantes batallas como la de Cabo de San Vicente o Trafalgar, pero la más dura de todas y la que más desgastó a la flota fue la librada contra las áncoras que la retuvieron durante años anclada en los puertos. Y es que en el periodo que abarca el estudio (1750-1820) se llegaron a construir un total de 262 buques para la armada. De ellos, 130 eran navíos (superiores a los 70 cañones), 126 fragatas y 16 corbetas, siendo Ferrol, La Carraca, Cartagena, Guarnizo y La Habana los astilleros más productivos. Para 1820, todo esto había desaparecido. En este punto, la información que aportan los cuadernos de bitácora estudiadas por Juan Marchena es muy valiosa a la hora de conocer dónde estuvo cada barco, cuántos días navegó, quién lo gobernó, etcétera. De este análisis se extraen detalles como que mientras hubo barcos que con 30 años de servicio llegaron a navegar sólo 200 días, generalmente a distancias muy cortas, hubo unos pocos que fueron sobreexplotados durante la Guerra de Independencia de América, cruzando en muchas ocasiones el Atlántico. Eran los únicos que podían hacerlo. Los demás eran cascos inservibles amarrados en los puertos. “Uno de los principales problemas fue que, una vez tenías el navío, solo se contaba con caudales para artillarlo, colocarle el velamen, y además por una sola vez, pero no habían previsto en los presupuestos anuales que mantenerlos operativos costaba más que construirlos, llegando al extremo de canibalizar los buques y así poder dotar convenientemente a algunos de ellos, sin que se llegara normalmente a reemplazar lo que se llevaban” afirma Juan Marchena. Otro de los factores por los que se mantuvo a la Real Armada amarrada a los puertos fue el nunca solucionado problema de las tripulaciones. Según estimaciones del proyecto, para una acción tan simple como era mover un barco de un puerto a otro, se necesitaban aproximadamente entre 400 y 500 tripulantes, en función del grado de experiencia de los mismos. Si se trataba, por el contrario, de llevar el navío a combate, la cifra podría incrementarse hasta mil. Una flota tan grande necesitaba decenas de miles de tripulantes. La razón de este desajuste no se debía, según el investigador, a que España fuera incapaz de dotar a su armada de buenos técnicos. Por el contrario, la formación obtenida por los oficiales en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz y otras similares fue excelente, en lo técnico y en lo profesional. Pero los marineros con experiencia se negaban a embarcar, nuevamente, por motivos económicos: no había dinero para pagarles o se hacía con mucho retraso. Ante esto, se optaba por reclutar a pescadores o marinos de cabotaje veteranos haciendo uso de la matricula de la mar, así como a vecinos de los pueblos del litoral. “Las prácticas usadas para llenar los barcos tenían sus consecuencias ya que, primero, dejaba los puertos sin marineros para pescar o comerciar y, segundo, aquellos que no podían huir al ser convocados al embarque se bajaban del buque en el primer puerto donde recalara”, señala el investigador.
DECLIVE DE LA ARMADA.
La suma de los elementos citados, además de las guerras y la meteorología (por ejemplo, diez barcos llegaron a hundirse en el puerto de Cádiz en un día de fuerte levante), provocó que durante la Guerra de Independencia, entre 1808 y 1814, la Armada casi hubiera dejado de existir. Y esto tuvo notables repercusiones sobre los resultados de las guerras de independencia de América. En concreto, el periodo comprendido entre 1800 y 1820 fue uno de los más cruentos con la Real Armada, llegándose a perder más de 80 buques. “Cuando se observan estas cifras te das cuenta de que la inversión realizada por la monarquía no sirvió de gran cosa, y menos si analizas cómo afectó todo esto a la situación que se vivía en la América colonial”, subraya el profesor Marchena. Según el investigador, entre 1780 y 1790, el continente americano estuvo sublevado por la feroz subida de impuestos a que obligaba la construcción y el mantenimiento de la Armada. “Esa enorme cantidad de dinero que se había obtenido mediante un gigantesco aumento fiscal, no se empleó en el desarrollo o construcción de infraestructuras en América, sino en una Armada que, además, apenas resultó operativa”. Una Armada, por último, que después de 1814 y ante la decisión del monarca de reprimir militarmente la sublevación en la América Colonial, “casi ni pudo transportar los soldados españoles al nuevo continente”, concluye Juan Marchena, porque había dejado de existir.
www.andaluciainvestiga.com
MÁS INFORMACIÓN:
Juan Marchena Fernández. Dpto. Geografía, Historia y Filosofía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Podrías prublicar al menos la fuente y el autor del texto. Una cosa es hacerse eco y otra propietario de un artículo de otra persona. El portal donde ha salido esa información es www.andaluciainvestiga.com

Salu2

José Ignacio Rosende Pimentel. dijo...

Por error – en contra de nuestra habitual costumbre - dejó de figurar parte de la fuente, ya que figura el nombre del catedrático, a quien suponíamos el autor.
Lamento no poder dar las gracias a quien nos lo ha recordado, debido a que no ha tenido a bien hacernos saber su nombre.
Pero tiene razón, incluso desde el anonimato. Así pues: error involuntario subsanado, movimiento abortado, epicentro detenido.
¡Que no decaiga!

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