LOS QUE LE SEGUIMOS MUCHAS NOCHES, SABEMOS QUE ES CIERTO. EL LO DESCUBRIO SOLO, NADIE SE HIZO ECO Y EL GRUPO PRISA, JUGO A LA CONTRA.
Hay muchos periodistas a los que se les cae la baba al recordar la historia del Watergate y el papel jugado por Bob Woodward y Carl Bernstein en la caída del presidente Nixon. Sin embargo, existen muchas historias similares, cuando no más meritorias, bastante más cerca de nosotros, a las que no se concede tanto mérito. De hecho, algunos de esos mismos periodistas que tanto admiran a los dos norteamericanos han atacado sin piedad, ya fuera por intereses ideológicos o empresariales, a quienes luchaban por sacar a la luz la verdad.
El caso de José Antonio Abellán es el último y quizá más claro ejemplo de esas dos caras del periodismo. Es la historia de una investigación realizada en solitario, que ha sacado a la luz innumerables irregularidades, cuando no delitos, cometidos en el Real Madrid dirigido por el ahora ex presidente Ramón Calderón. Es la historia de una profesión periodística que hasta hace bien poco había ignorado por completo los hallazgos de Abellán, cuando no los había intentado ridiculizar o denigrar bajo la acusación de indudable peso de que el director de deportes de la COPE era "antimadridista".
Esos ridículos intentos de tapar un trabajo extraordinario no han servido al final más que para alargar una agonía que hacía ya meses que debería haber terminado. Ramón Calderón no sólo fue elegido presidente en los tribunales, y no en las urnas; no sólo incumplió sus promesas electorales de fichar a Cesc, a Cristiano Ronaldo y Kaká y de no saltarse la lista de espera de los abonos; no sólo demostró su absoluta incapacidad de gestión al contratar a dos jugadores para la Liga de Campeones cuando sólo podía inscribir a uno. Abellán también ha destapado la venta de entradas y palcos VIP de forma irregular sin que nadie sepa dónde han ido a parar esos ingresos, y descubierto el uso de Calderón de una tarjeta de crédito del Madrid para gastos personales.
Por tanto, y sin intentar quitarle el indudable mérito que tiene la exclusiva de Marca sobre la infiltración en la asamblea de compromisarios de personas que en algunos casos no eran ni socios del Real Madrid para votar a favor de Calderón, lo cierto es que el ahora ex presidente jamás habría llegado tan lejos si las múltiples acusaciones de Abellán no le hubieran hecho temer que los socios iban a votar en su contra. Los dos años en los que el periodista ha tenido que luchar en solitario han dado al fin sus frutos, aunque no sean los que él mismo deseaba, esto es, la convocatoria de elecciones en 45 días, el mínimo plazo posible. Habrá que esperar al verano para que una institución como el Real Madrid pueda contar con un presidente y una junta que, esperemos, dejen los años de Calderón como un paréntesis de pesadilla en su historia.
Sólo el propio Abellán sabe, pues nunca lo ha querido exponer en público, lo que le ha supuesto contar la verdad sobre el Real Madrid, tanto económica como personalmente. Durante esos dos años de travesía en el desierto, no pudo contar con el apoyo de su profesión, aunque sí de muchos socios del Madrid que lo animaron a seguir destapando las vergüenzas de los dirigentes del club. Calderón siempre negó todo, prometiendo investigaciones que nunca se realizaron para salir del paso, y trató de amedrentar al periodista de todas las formas posibles. Abellán ha tenido que pasar por los juzgados en más de 30 ocasiones sin recibir ni una sola condena, sin que nunca se pudiera demostrar que mentía... porque decía la verdad. Y Calderón, claro, siempre lo supo.
Una vez que la pieza ya está cobrada, y que los mismos que callaban ahora se apuntan a la cacería, es más importante que nunca recordar lo que hicieron unos y otros cuando realmente importaba. Algún periodista ha llegado a afirmar esta semana que "había confirmado" la veracidad de la denuncia que Abellán hizo, hace meses – con abundantes pruebas documentales – de la venta de palcos VIP. Es la faceta más triste de una profesión que con el director de deportes de la COPE ha escrito una de sus páginas más brillantes de los últimos años.
Hay muchos periodistas a los que se les cae la baba al recordar la historia del Watergate y el papel jugado por Bob Woodward y Carl Bernstein en la caída del presidente Nixon. Sin embargo, existen muchas historias similares, cuando no más meritorias, bastante más cerca de nosotros, a las que no se concede tanto mérito. De hecho, algunos de esos mismos periodistas que tanto admiran a los dos norteamericanos han atacado sin piedad, ya fuera por intereses ideológicos o empresariales, a quienes luchaban por sacar a la luz la verdad.
El caso de José Antonio Abellán es el último y quizá más claro ejemplo de esas dos caras del periodismo. Es la historia de una investigación realizada en solitario, que ha sacado a la luz innumerables irregularidades, cuando no delitos, cometidos en el Real Madrid dirigido por el ahora ex presidente Ramón Calderón. Es la historia de una profesión periodística que hasta hace bien poco había ignorado por completo los hallazgos de Abellán, cuando no los había intentado ridiculizar o denigrar bajo la acusación de indudable peso de que el director de deportes de la COPE era "antimadridista".
Esos ridículos intentos de tapar un trabajo extraordinario no han servido al final más que para alargar una agonía que hacía ya meses que debería haber terminado. Ramón Calderón no sólo fue elegido presidente en los tribunales, y no en las urnas; no sólo incumplió sus promesas electorales de fichar a Cesc, a Cristiano Ronaldo y Kaká y de no saltarse la lista de espera de los abonos; no sólo demostró su absoluta incapacidad de gestión al contratar a dos jugadores para la Liga de Campeones cuando sólo podía inscribir a uno. Abellán también ha destapado la venta de entradas y palcos VIP de forma irregular sin que nadie sepa dónde han ido a parar esos ingresos, y descubierto el uso de Calderón de una tarjeta de crédito del Madrid para gastos personales.
Por tanto, y sin intentar quitarle el indudable mérito que tiene la exclusiva de Marca sobre la infiltración en la asamblea de compromisarios de personas que en algunos casos no eran ni socios del Real Madrid para votar a favor de Calderón, lo cierto es que el ahora ex presidente jamás habría llegado tan lejos si las múltiples acusaciones de Abellán no le hubieran hecho temer que los socios iban a votar en su contra. Los dos años en los que el periodista ha tenido que luchar en solitario han dado al fin sus frutos, aunque no sean los que él mismo deseaba, esto es, la convocatoria de elecciones en 45 días, el mínimo plazo posible. Habrá que esperar al verano para que una institución como el Real Madrid pueda contar con un presidente y una junta que, esperemos, dejen los años de Calderón como un paréntesis de pesadilla en su historia.
Sólo el propio Abellán sabe, pues nunca lo ha querido exponer en público, lo que le ha supuesto contar la verdad sobre el Real Madrid, tanto económica como personalmente. Durante esos dos años de travesía en el desierto, no pudo contar con el apoyo de su profesión, aunque sí de muchos socios del Madrid que lo animaron a seguir destapando las vergüenzas de los dirigentes del club. Calderón siempre negó todo, prometiendo investigaciones que nunca se realizaron para salir del paso, y trató de amedrentar al periodista de todas las formas posibles. Abellán ha tenido que pasar por los juzgados en más de 30 ocasiones sin recibir ni una sola condena, sin que nunca se pudiera demostrar que mentía... porque decía la verdad. Y Calderón, claro, siempre lo supo.
Una vez que la pieza ya está cobrada, y que los mismos que callaban ahora se apuntan a la cacería, es más importante que nunca recordar lo que hicieron unos y otros cuando realmente importaba. Algún periodista ha llegado a afirmar esta semana que "había confirmado" la veracidad de la denuncia que Abellán hizo, hace meses – con abundantes pruebas documentales – de la venta de palcos VIP. Es la faceta más triste de una profesión que con el director de deportes de la COPE ha escrito una de sus páginas más brillantes de los últimos años.
EDITORIAL L. D.
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