PACIFISTAS CON SICARIOS.
Zapatero, como la mayoría de los españoles, es pacifista, radicalmente pacifista. En la entrevista que publicó El Mundo el 13 de enero del pasado año dijo: "¡Siento tanta repugnancia ante cualquier síntoma de violencia! Es lo que más repugnancia me produce en la vida".
Tanto aborrece Zapatero la violencia, que la Guardia Civil tiene orden de no provocar daños a la integridad física de los inmigrantes que intenten cruzar la frontera de Melilla. De hecho, cuando los guardias se ven obligados a hacer frente a una avalancha, los que resultan heridos son ellos. Así ocurrió a finales de octubre.
Menos mal que, desde la llegada de Zapatero, son las autoridades marroquíes las que más se esfuerzan en proteger la frontera. A veces, varios camiones llenos de policías antidisturbios pasan la noche en las proximidades de los lugares donde se espera un asalto por si hay que acudir a reprimirlo. Así ocurrió durante la nochevieja pasada, cuando 80 subsaharianos intentaron cruzar a España desde Marruecos. La Guardia Civil se ahorró tener que intervenir gracias a que la policía marroquí desbarató la tentativa disparando algunos tiros de advertencia que, desafortunadamente, hirieron a uno de los que intentaban cruzar causándole la muerte. En otoño de 2005, ocurrió algo parecido, cuando las fuerzas marroquíes acabaron con la vida de 15 inmigrantes de los 600 que trataron de cruzar entonces.
Nadie en los medios españoles lloró la muerte de aquellos quince hombres ni nadie ha llorado ahora la de aquel otro inmigrante abatido. No murieron de inanición al intentar cruzar el estrecho. Lo hicieron a causa de los disparos de la policía. La marroquí, no la nuestra. Pero los intereses que aquellos agentes estaban defendiendo no eran los de su país, sino los del nuestro. ¿Se imaginan las críticas de los medios españoles y la indignación de la opinión pública si hubiera sido la Guardia Civil la causante de los disparos? Como la responsable ha sido la policía marroquí, nada tenemos que lamentar. Nuestro bien ganado prestigio pacifista sigue incólume, y todos, Zapatero, los medios y el resto de los españoles de a pie podemos seguir maldiciendo a todo aquel que en Occidente se decida a defenderse del terrorismo islámico.
¿Se han preguntado ustedes qué interés pueden tener las autoridades marroquíes en impedir estos asaltos? ¿Por qué protegen una frontera cuya legalidad no reconocen? ¿Por qué consumen dinero y esfuerzo en impedir que unos cuantos subsaharianos, que se encuentran ilegalmente en su territorio, lo abandonen?
Me barrunto que la violencia a la que recurren para ahorrarle a Zapatero tener que emplearla él no nos ha salido gratis. Si la sospecha se confirmara, habría que recordar que tan responsable de la violencia es quien la utiliza como el que contrata a otro para que proteja sus intereses por medio de ella.
El caso es que, mientras los marroquíes matan en nuestro beneficio y con nuestro silencio cómplice, a todos se nos llena la boca condenando a Israel por defender su territorio y su población de la organización terrorista que gobierna hoy Gaza. Valientes hipócritas estamos todos hechos. Que el mayor de todos sea Zapatero no debería ser suficiente consuelo para los demás.
Emilio Campmany. Libertad Digital.
Zapatero, como la mayoría de los españoles, es pacifista, radicalmente pacifista. En la entrevista que publicó El Mundo el 13 de enero del pasado año dijo: "¡Siento tanta repugnancia ante cualquier síntoma de violencia! Es lo que más repugnancia me produce en la vida".
Tanto aborrece Zapatero la violencia, que la Guardia Civil tiene orden de no provocar daños a la integridad física de los inmigrantes que intenten cruzar la frontera de Melilla. De hecho, cuando los guardias se ven obligados a hacer frente a una avalancha, los que resultan heridos son ellos. Así ocurrió a finales de octubre.
Menos mal que, desde la llegada de Zapatero, son las autoridades marroquíes las que más se esfuerzan en proteger la frontera. A veces, varios camiones llenos de policías antidisturbios pasan la noche en las proximidades de los lugares donde se espera un asalto por si hay que acudir a reprimirlo. Así ocurrió durante la nochevieja pasada, cuando 80 subsaharianos intentaron cruzar a España desde Marruecos. La Guardia Civil se ahorró tener que intervenir gracias a que la policía marroquí desbarató la tentativa disparando algunos tiros de advertencia que, desafortunadamente, hirieron a uno de los que intentaban cruzar causándole la muerte. En otoño de 2005, ocurrió algo parecido, cuando las fuerzas marroquíes acabaron con la vida de 15 inmigrantes de los 600 que trataron de cruzar entonces.
Nadie en los medios españoles lloró la muerte de aquellos quince hombres ni nadie ha llorado ahora la de aquel otro inmigrante abatido. No murieron de inanición al intentar cruzar el estrecho. Lo hicieron a causa de los disparos de la policía. La marroquí, no la nuestra. Pero los intereses que aquellos agentes estaban defendiendo no eran los de su país, sino los del nuestro. ¿Se imaginan las críticas de los medios españoles y la indignación de la opinión pública si hubiera sido la Guardia Civil la causante de los disparos? Como la responsable ha sido la policía marroquí, nada tenemos que lamentar. Nuestro bien ganado prestigio pacifista sigue incólume, y todos, Zapatero, los medios y el resto de los españoles de a pie podemos seguir maldiciendo a todo aquel que en Occidente se decida a defenderse del terrorismo islámico.
¿Se han preguntado ustedes qué interés pueden tener las autoridades marroquíes en impedir estos asaltos? ¿Por qué protegen una frontera cuya legalidad no reconocen? ¿Por qué consumen dinero y esfuerzo en impedir que unos cuantos subsaharianos, que se encuentran ilegalmente en su territorio, lo abandonen?
Me barrunto que la violencia a la que recurren para ahorrarle a Zapatero tener que emplearla él no nos ha salido gratis. Si la sospecha se confirmara, habría que recordar que tan responsable de la violencia es quien la utiliza como el que contrata a otro para que proteja sus intereses por medio de ella.
El caso es que, mientras los marroquíes matan en nuestro beneficio y con nuestro silencio cómplice, a todos se nos llena la boca condenando a Israel por defender su territorio y su población de la organización terrorista que gobierna hoy Gaza. Valientes hipócritas estamos todos hechos. Que el mayor de todos sea Zapatero no debería ser suficiente consuelo para los demás.
Emilio Campmany. Libertad Digital.
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