viernes, 16 de enero de 2009

LA OFENSIVA ISRAELÍ EN GAZA.-

La operación militar emprendida por Israel contra la Franja de Gaza desde el 27 de Diciembre de 2008 sigue la dinámica de otras crisis anteriores, aunque en esta ocasión la dimensión de los medios empleados y los daños causados hayan producido una lógica alarma en la comunidad internacional. Sin embargo, pese al evidente grado de destrucción y sufrimiento humano producido por las operaciones militares, sus objetivos parecen ser relativamente limitados.
Las razones para lanzar la operación son muy similares a las esgrimidas con anterioridad. Hamás anunció en Diciembre que no renovaría el alto el fuego acordado con Israel el pasado Junio con la intermediación egipcia. En la práctica el alto el fuego había sido violado con anterioridad, pues se habían producido intermitentes lanzamientos de cohetes y granadas de mortero sobre territorio israelí, que fueron puntualmente contestados por ataques aéreos y de helicópteros. Precisamente esos ataques israelíes han sido el principal argumento de los dirigentes de Hamás para romper la tregua. Pero la cuestión de fondo es el círculo vicioso producto de la imposible relación entre Hamás e Israel.
Los milicianos islamistas han hecho todo lo posible por rearmarse, utilizando especialmente la red de túneles construida a través de la frontera egipcia. Ante esta evidencia Israel mantiene un férreo bloqueo de la Franja de Gaza, convirtiendo la vida de su millón y medio de habitantes en una experiencia bastante miserable. El bloqueo israelí refuerza las razones de Hamás para rearmarse, lo que refuerza a su vez las de Israel para mantener la presión. Ambos contendientes han hecho pública su disposición para acabar con el otro. Hamás para destruir el estado de Israel y éste último para terminar con el movimiento islamista. Y en esas condiciones las gestiones diplomáticas tanto internacionales como de actores regionales se encuentran con dificultades gigantescas. El tema de los lanzamientos de cohetes contra su territorio resulta, como es lógico, de extrema importancia para Israel. Hay que tener en cuenta que se han lanzado unos 6.000 desde que las tropas israelíes se retiraron de Gaza en 2005, y aunque las bajas causadas han sido limitadas (28 muertos y varios cientos de heridos desde 2001), la lluvia de cohetes supone un serio inconveniente para la vida cotidiana de las poblaciones israelíes cercanas a Gaza. Un punto muy importante es que la experiencia israelí, hasta el momento, es que cualquier retirada de un territorio previamente ocupado supone que ese territorio se convierta en una base de operaciones para atacar su suelo, como ocurrió con la franja de seguridad en el sur del Líbano y ocurre actualmente con Gaza. Esto refuerza las posiciones más belicistas, y desacredita a aquellos grupos políticos más moderados, que proponen futuras retiradas de los Altos del Golán y Cisjordania. Por si fuera poco el alcance y eficacia de los cohetes lanzados desde Gaza han aumentado sensiblemente gracias al contrabando de armas desde Egipto. A los primeros cohetes Qassam, de fabricación artesanal, y que a duras penas llegaban a los 10 km de alcance, con precisión casi nula, se han añadido ahora cohetes de artillería BM-21 Grad rusos y probablemente Fajr – 3 iraníes. Los primeros pueden llegar hasta los 20 km, y los segundos, con un calibre de 240 mm y una carga explosiva de más de 40 kg, pueden alcanzar objetivos a casi 50 km de distancia. Eso significa que gran parte del Sur de Israel está ahora bajo el alcance de cohetes con una capacidad de destrucción bastante respetable, lo cual resulta sencillamente inaceptable para el gobierno hebreo. Por otro lado, acabar con el gobierno de Hamás en Gaza sería un objetivo muydeseable para Israel. Algo que, paradójicamente, también resultaría conveniente para la Autoridad Nacional Palestina, recluida en Cisjordania tras su expulsión de la Franja de Gaza por los islamistas. Y también para algunos gobiernos árabes, entre ellos Egipto, que no puede por menos que considerar a Hamás como un ejemplo para sus propios movimientos islamistas. Hamás es, de hecho, un movimiento muy inspirado en el modelo de los Hermanos Musulmanes, primera fuerza opositora al régimen de Hosni Mubarak en
Egipto. Además, el giro que Hamás ha dado en los últimos tiempos, acercándose progresivamente a las posiciones iraníes y de Hezbollah, ha convertido a la milicia en un actor incómodo, incluso para estados aparentemente incondicionales como Arabia Saudí. El creciente poder y agresividad del chiísmo, que ya no se circunscribe a Irán, sino que se extiende a Irak y Líbano no puede por menos que inquietar seriamente a los regímenes sunníes de la Península Arábiga. Y resulta evidente que el régimen saudí se encuentra incómodo con un movimiento sunní ortodoxo como Hamás, que estrecha lazos con la temida marea chií. Quizás por eso, la respuesta árabe a la operación israelí en Gaza se ha limitado a la retórica habitual.
Las fechas para lanzar la ofensiva parecen haber sido cuidadosamente elegidas por el gobierno israelí, y pese a las declaraciones en contra apuntan hacia una operación corta y de objetivos limitados. La proximidad de las elecciones legislativas en Israel, que se celebrarán el próximo Febrero, se conjuga con la necesidad sentida por la coalición Kadima, actualmente en el gobierno, de contrarrestar el avance del bloque derechista Likud, liderado por Benjamín Netanyahu. Y para ello deben demostrar que son capaces de actuar con dureza contra los enemigos de Israel, capacidad que quedó en entredicho durante la fallida operación en Líbano en 2006. Así pues, resulta muy probable que la operación tenga ciertos objetivos electorales a corto plazo, aparte de los relacionados con la seguridad nacional.
Desde otra perspectiva, se aprecia la voluntad del gobierno israelí para evitar que la nueva administración norteamericana se vea inmersa en una temprana e incómoda crisis. La saliente administración Bush puede quemarse sin problemas en su apoyo a Israel, sin comprometer al equipo de Barack Obama. Para ello las operaciones deben cesar, o al menos encontrarse en sus fases finales, antes del 20 de Enero que es cuando se efectuaráel relevo presidencial norteamericano. En cualquier caso, no parece que Israel tenga mucho que temer de una administración entrante que incluye a Hillary Clinton como Secretaria de Estado y a Rahm Emmanuel como jefe del Gabinete Presidencial. Las operaciones en Gaza tienen dificultades ya bien conocidas por Israel. Ciertamente Hamás no tiene la fuerza de Hezbollah, tampoco dispone del espacio físico para llevar a cabo el tipo de combate que a la milicia libanesa le ha dado tan buenos resultados, ni de sus facilidades para recibir ayuda exterior. Pero puede jugar su baza tradicional de ofrecer una resistencia a ultranza en una zona urbana densamente poblada, lo que pone a Israel en el dilema de aceptar fuertes bajas entre sus fuerzas o causar una inmensa matanza de civiles si pretende penetrar con tropas terrestres en las áreas urbanas; algo que sería inaceptable para muchas opiniones públicas occidentales. Este problema no tiene de momento solución, por lo que no resulta probable que las fuerzas israelíes lleguen a lanzarse al asalto del corazón urbano de la franja de Gaza. De momento, las fuerzas terrestres se han limitado a penetrar en la Franja por sus áreas más abiertas, aislando unos núcleos urbanos de otros. No se ha intentado entrar en las áreas más densamente pobladas, y posiblemente no se intente, pues la operación se convertiría en una masacre muy superior a la vista hasta ahora.
Sin embargo, parece que Israel puede obtener beneficios con una estrategia que, pese a sus objetivos limitados, no duda en utilizar la máxima contundencia. En primer lugar, el objetivo es debilitar a Hamás, limitando su capacidad para atacar Israel y dando una oportunidad a la Autoridad Nacional Palestina pare recuperar el control de la Franja. En este sentido Israel ha infligido un duro castigo a la milicia islamista, que ha perdido probablemente a miles de combatientes entre muertos, heridos y detenidos. Entre estas bajas se encuentran algunas de especial relevancia, como Nizar Rayyan, uno de los líderes de la rama dura del movimiento o algunos de los expertos en lanzamiento de cohetes. También los túneles que se utilizan para el contrabando en la frontera egipcia han sido Msistemáticamente atacados con bombas perforantes de 1000 kg por la Fuerza Aérea Israelí.
En segundo lugar, y esto se está convirtiendo en una peligrosa constante en la
estrategia israelí, se ha emprendido una acción militar devastadora para provocar una reacción en la comunidad internacional. Ante las cifras de bajas y el escándalo en las opiniones públicas, sobre todo europeas, el habitualmente anquilosado proceso de paz se pone en marcha de nuevo con entusiasmo. Mientras cuente con el apoyo norteamericano, prácticamente cualquier acuerdo alcanzado mediante la mediación internacional será favorable a Israel, que no tiene ningún interés en ocupar de nuevo la Franja de Gaza, y sólo aspira a que se deje de utilizar como una base de operaciones contra su territorio. La presión internacional sobre Hamás, el despliegue de observadores o incluso de fuerzas de interposición, y el mayor control sobre la frontera egipcia para acabar con el tráfico de armas, serán siempre beneficiosos para Israel.
La operación en Gaza corre el riesgo de provocar un aumento de la tensión en el
Líbano y Cisjordania.
Pero, pese a que ya se han producido algunos lanzamientos de
cohetes desde territorio libanés, la desestabilización de la situación en la frontera no parece probable. Tanto Israel como Hezbollah se han apresurado a señalar que los responsables de los lanzamientos son grupos palestinos libaneses, y no la milicia chiita. A Hezbollah no le conviene otro devastador conflicto con Israel estando todavía tan reciente el de 2006. Y además parece que sus dirigentes son conscientes de que se encuentran ante una operación con marcado carácter electoral y limitada en el tiempo, por lo que su reacción será probablemente simbólica. En cuanto a Cisjordania, ya se ha comentado que la caída de Hamás supondría la posibilidad de que la ANP pudiese retomar el control de la Franja, por lo que no parece que las movilizaciones de la OLP y grupos afines se conviertan en una nueva insurrección.
En el aspecto puramente militar, el rearme de Hamás en el último año no ha tenido de momento repercusiones excesivas. La más espectacular ha sido el uso de los mencionados cohetes de artillería Grad y Fajr -3, algunos de los cuales han llegado hasta la ciudad de Bersheeba. Los lanzamientos, no obstante, no han tenido ni la precisión ni la intensidad de los realizados por Hezbollah en 2006, aunque el aumento en el alcance de los cohetes ha permitido a los milicianos de Hamás diversificar sus zonas de lanzamiento, que ahora pueden estar casi en cualquier sitio de la Franja, disminuyendo con ello su vulnerabilidad.
Hay que decir que no sólo Hamás lanza cohetes desde Gaza. Otros grupos nacionalistas e islamistas participan en esa estrategia, y su control por parte de los milicianos de Hamas resulta problemático, lo cual puede suponer un serio inconveniente a la hora de materializar una tregua.
No ha habido de momento oportunidad de confirmar los rumores sobre si los milicianos islamistas han recibido los temidos misiles contracarro AT-14 Kornet y Metis-M que Hezbollah utilizó con éxito en el Líbano. Probablemente las armas que han atravesado la frontera egipcia por las redes de túneles subterráneos no son demasiado sofisticadas, y Hamás tiene unas posibilidades mucho más limitadas que Hezbollah para utilizar y mantener este tipo de armamento.
En definitiva, es probable que Israel se muestre progresivamente receptivo a las iniciativas de paz internacionales según se aproxime el 20 de Enero y las elecciones legislativas de Febrero. La incógnita está en saber la postura de Hamás, que no puede esperar sino perjuicios de cualquier iniciativa internacional para el control de la frontera egipcia. Por otro lado, resulta poco probable que Israel se lance a una ofensiva terrestre en las zonas urbanas de Gaza. De momento ha causado fuertes bajas a la milicia islamista, con un coste muy reducido. Al contrario de lo que ocurrió en 2006 en el Líbano, la campaña actual se percibe como una victoria por parte de la opinión pública israelí. Y no es cuestión de estropear esa sensación justo antes de unas elecciones.
José Luis Calvo. Fundación Athena Intelligence.

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