miércoles, 30 de mayo de 2007

RESACA DE LA MEZQUITA.-

EN EL BANQUILLO: CONCHITA RIVAS.
Tras un intenso y agotador calendario de lucha vecinal, el rostro más visible de la asociación Bermejales 2000 puede estar vislumbrando el final de su empecinada lucha, toda vez que la Gerencia de Urbanismo primero y, el alcalde después, han descartado la construcción de la mezquita de Los Bermejales
CARGOS.
Se le acusa de haber acentuado en exceso su oposición y la de los vecinos a la construcción del templo musulmán, causando más de una vez sus maneras y modos serias dudas sobre la legitimidad de sus reivindicaciones.
FISCAL.
Creo que su mayor error, su mayor falta democrática han sido los modos empleados en su recurrente y empeñosa reivindicación vecinal. Ahí perdió usted, muchas veces, toda la razón, todos los argumentos. Y llegó a levantar entre los medios, la prensa y los políticos un rechazo evidente que tuvo que usted sobrellevar en soledad.
Esa soledad, ese aislamiento casi absoluto, debió de encolerizarla aún más y se notaba su crispación en campañas reivindicativas donde no quedaba muy claro si usted se oponía a la construcción de la mezquita por motivos de exclusión religiosa o por pura y dura reivindicación de un suelo útil para la instalación de los servicios de los que carece su barrio. Permítame, señora Rivas, que se lo diga de forma tan directa. Pero sus modos asustaban. Sus maneras la aislaban. Y por los pasillos más influyentes e influenciables de la ciudad hacia eco el run run malediciente de que era usted una ultraderechista convencida, una racista de lomo ancho y una xenófoba de museo.
Debió usted de haber bajado la intensidad de su discurso. Y sobre todo las formas de expresarlo. No, no era usted, señora Rivas, el modelo de la vecina perfecta, de la ciudadana con el libro de la corrección política en la mano. Hablaba de moros, de terroristas, de invasiones conspiro paranoicas que nos sonaban al cuento de la abuelita. Mucho peor aún. Nos sonaban a una abuelita angustiada por una realidad que la sobrepasaba, por una realidad que ni quería comprender ni mucho se empeñó en entender. Era usted la expresión viva y personificada del miedo al cambio. Del miedo al otro. Del miedo al que es diferente por raza, por religión y por costumbres. Usted, para mejorar su imagen, fácilmente podría haber devorado a varios asesores en el intento. Usted, para mejorar aquella terrible imagen trufada de dureza e incomprensión, podría haber amortizado a todos los asesores del emporio Channel y de Nina Ricci. Y aún así la cosa seguiría oliendo un poco a chamusquina... Por eso pido su condena en este caso que, llevado con más seda que estopa, hubiese alcanzado idénticos resultados.
DEFENSA.
Creo que fue Einstein. Creo que fue Einstein quien dijo aquello de que si sabes una cosa cuéntala de manera fácil y deja la elegancia para el sastre. Me agarro a tan sencillo consejo para defender a la acusada. Señoras y señores, más fácil no ha podido Conchita explicarle a Sevilla que en Los Bermejales se perpetraba una ominosa maniobra cargada de sombras alargadas y terriblemente sospechosas. Ha dejado la elegancia, precisamente, para los sastres. Para todos aquellos que escribían, hablaban o mentían para la calle del PSOE municipal. Ha dejado la elegancia para aquellos que no tenían la verdad. Ha dejado la elegancia para aquellos que solo podían esgrimir amenazas y etiquetas tan falsas como vacías.
Es Conchita Rivas precisamente eso. Una mujer del pueblo. Una vecina de un barrio de Sevilla. Una ciudadana empeñada en que el poder municipal del PSOE e IU no les hurtara lo que tantas veces les prometió. Su lucha nunca fue oponerse a una mezquita musulmana en su barrio. Su combate aspiraba a ganarle al Ayuntamiento las promesas urbanísticas y sociales mantenidas hasta que, el oro y el moro, llegó a Los Bermejales para excluir a los vecinos de decisiones sobre su barrio. Y es cierto, esta mujer no es nada políticamente correcta. ¿Lo sería usted viendo cómo se permite levantar una mezquita cuando en el barrio no hay un solo musulmán y sí, en cambio, graves carencias sociales, educativas y asistenciales? ¿Lo sería usted si, además, se entera de que tras la financiación de la mezquita, que el Ayuntamiento negaba y sus promotores granadinos también, estaba el emir de Sharjah? No. No solo ha sido Conchita Rivas el motor incansable de una justiciera reivindicación vecinal. Sino que ha abierto un camino, duro, ingrato, difícil y poco reconocido, para que el sevillano entienda lo que es la militancia vecinal sin cobro de facturas falsas. Es el de Conchita Rivas el ejemplo de lo que una sociedad libre y sin mordazas ni pellizcos al presupuesto puede llegar a ser si sus vecinos actúan en conciencia y con decencia.
No señor fiscal. En absoluto las maneras de Conchita han sido poco democráticas. Ha chillado porque Sevilla está dormida. Ha denunciado porque Sevilla vive acobardada. Ha luchado porque esta ciudad no puede ser vencida por la impunidad de los burócratas y de los pela gambas.
Y es verdad que esa actitud tan escasa en nuestra ciudad provocaba miedo. Miedo entre los adictos al poder; entre los cómodos periodistas de la pomada; entre la sedosa corrección política que siempre favorece al que parte y, luego, reparte. Solo había que escucharla. Solo había que sentarse con Conchita y ver algunos documentos tan comprometedores que hasta dos 007 del CNI le dieron un toque para que se tranquilizara. Por todo ello pido la más absoluta absolución de sus cargos.
SENTENCIA.
Libre de toda culpa y solo culpable de tan alto grado de valor cívico, este tribunal recomienda a los vecinos libres de Sevilla a una pública cuestación para erigirle a Conchita Rivas un monumento que otros proyectos pueden esperar. Y ese monumento la representaría en todo su esplendor, con un estoque como el de Curro en la mano para colocar dicha estatua en la misma puerta de la Gerencia de Urbanismo, donde tanto peligro se enchiquera.
j. félix machuca. ABC.

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