LA GRAN GUERRA.
Turquía, 1915. Entre las polvorientas montañas de Anatolia, un vetusto tren en cuyo interior se apiñan cientos de soldados turcos atraviesa escarpados desfiladeros resecos por siglos de inclemente sol. Dentro de uno de aquellos malolientes vagones, un hombre de ojos azules paseó su penetrante mirada por los extraños ocupantes de su vagón. Sus compañeros, al igual que él, nada tenían que ver con los demás ocupantes del tren. Ellos eran distintos al resto de soldados que se apiñaban en los otros vagones. Los rostros del hombre de los ojos azules y de sus camaradas estaban curtidos por el sol y la sal. Sus ojos estaban acostumbrados a escrutar a kilómetros de distancia, y habían sido perfectamente entrenados para distinguir cualquier pequeña sombra en la más impenetrable oscuridad. Incluso parecía que el terrible traqueteo del tren que provocaba mareos a los soldados turcos, para ellos no era más que un suave vaivén y que el humo y la carbonilla que atacaba sin clemencia los vagones les trajera gratos recuerdos.
Como los otros ocupantes del tren, aquellos hombres también eran soldados, pero no como los demás. Ellos eran combatientes elegidos, formados para pertenecer a la más elitista de las clases guerreras, duramente adiestrados y curtidos en el combate, poseedores de una disciplina que cualquier otro soldado hubiera calificado de suicida, pero que para ellos no era más que su forma de vida. ¿Qué pasaría por la mente del hombre de los ojos azules mientras acariciaba descuidadamente la Walter que llevaba en la gastada pistolera de cuero negro que pendía de su cinto, mientras contemplaba a los harapientos y barbudos compañeros que dormitaban aferrando firmemente sus fusiles modelo 1898 sobre los estrechos asientos de madera del vagón? La mayoría de sus camaradas vestían una extraña mezcolanza formada por ropas árabes y los indescifrables restos de un raído, harapiento y tremendamente sucio uniforme color blanco del que algunos tan sólo conservaban aquellos extraños galones de hilo de oro que tan raros resultaban a los turcos. Los ojos azules del hombre se posaron en las mangas de su rota, deshilachada y raída chaqueta en cuyas mangas descosidas brillaban dos galones de hilo de oro trenzados. Lentamente se llevó la mano al interior de la chaqueta cuyos botones dorados con el ancla grabada habían desaparecido hacía meses y acarició una vez más la bolsa de tela en cuyo interior guardaba cuidadosamente plegada la bandera, la misma bandera que ahora, los supervivientes de aquel trozo de desembarco, diezmados por el terrible viaje desde las islas Cocos, la enfermedad y los feroces ataques beduinos, trataban de devolver a su patria.
El crucero ligero alemán EMDEN es la nave corsaria más famosa de la Historia. En los primeros meses de la I GM realizó un asombroso crucero por los océanos Pacífico e Índico que duró tres meses y diez días, en el que hundió o apresó a 16 naves aliadas con más de 70.000 toneladas de arqueo bruto y atacó puertos e industrias enemigas causando tremendos estragos en el tráfico mercante aliado y movilizando escuadras enteras de naves británicas, francesas, rusas y japonesas que lo persiguieron sin tregua. Durante esos tres meses, el EMDEN se convirtió en una auténtica obsesión para millones de personas de todo el mundo. La leyenda del EMDEN es la leyenda de la nave y de sus heroicos tripulantes, fomentada y transmitida por los apasionados relatos de los tripulantes y pasajeros de los buques capturados, que fueron objeto del más exquisito trato y que llegaron a entablar relaciones de auténtica amistad con los tripulantes del EMDEN.
Pero si épico fue su crucero, si épico fue su último combate, no menos épica fue la aventura seguida por sus supervivientes, los que fueron capturados y los que escaparon, que tras increíbles aventuras dignas de una novela de Salgari o Verne, lograron volver a Alemania para seguir combatiendo en la guerra por su patria tras recorrer más de medio mundo por sus propios medios mientras seguían luchando por una patria remota pero siempre dueña de su corazón. Todo ello hace de la aventura del crucero EMDEN la más apasionante jamás vivida por buque de guerra alguno. Una aventura increíble de tintes románticos cuya leyenda se pierde en la bruma de un océano infinito...
En 1910 la nave fue destinada a Extremo Oriente, formando parte de la escuadra de crucero con base en el protectorado alemán de Tsingtao. Participó junto a buques americanos, japoneses y británicos en la represión de la revuelta de Nankín, en China. El 20 de Junio de 1914, la escuadra de cruceros alemana zarpó hacia el Pacífico aunque el EMDEN permaneció en la base de Tsingtao. El 29 de Junio, recibieron por radio la noticia del asesinato del archiduque Fernando de Austria ocurrida en Sarajevo, inmediatamente su comandante, el capitán de fragata Von Müller, puso el EMDEN en estado de alerta e intensificó el adiestramiento. El 31 de Julio, siendo advertido desde Berlín, sobre que la guerra con la Triple Alianza (Gran Bretaña, Francia y Rusia) era inevitable, Von Müller dio la orden de avituallamiento y apronte general. Por la noche dejó el fondeadero y se adentró en el mar Amarillo. El 4 de agosto, Gran Bretaña declaró el estado de guerra. La I Guerra Mundial ha estallado. Esa absurda guerra (absurda como todas las guerras) teñirá de sangre los campos de media Europa, sangre que arrastrará el horror también al mar. Ese mismo día fue capturada la primera presa del EMDEN, el vapor de correo ruso RYAZAN, al que escoltó hasta Tsingtao. Luego partió acompañado de un crucero auxiliar y el buque carbonero MARKOMANNIA.
La escuadra alemana del Pacífico, formada por los cruceros acorazados SCHARNHORST y GNEISENAU y los cruceros ligeros NÜRNBERG y EMDEN, además de 5 mercantes auxiliares se reunió en la isla de Pagan, al nordeste de las Islas Filipinas. Su comandante era el conde vicealmirante Maximilian Johannes von Spee que izaba su insignia en el SCHARNHORST.
Pero en estos momentos, el vicealmirante alemán debe pensar en la arriesgada propuesta que el joven capitán de fragata Karl von Müller, comandante del crucero ligero EMDEN, le ha hecho.
Von Müller ha propuesto a su almirante que deje en libertad estratégica al EMDEN para separarse de la escuadra que trata de volver a Alemania. El EMDEN solo, y por sus propios medios, iniciaría así una campaña como corsario, atacando el tráfico mercante aliado en el Pacífico sur y el Índico para crear el mayor daño posible a los abastecimientos aliados y tratar de echarse tras él al mayor número de unidades enemigas para que Von Spee pudiera llegar al Atlántico con la escuadra. Era un plan arriesgadísimo, prácticamente "suicida" y creo que los temores del valeroso almirante no eran por la juventud de Von Müller, que a pesar de ella ya era un experimentado marino digno de toda confianza, sino por la naturaleza de la nave que mandaba, muy débil en comparación a sus contrapartes de las marinas aliadas.
La marina de guerra imperial alemana, la Kaiserliche Marine, era en esas fechas la segunda marina más poderosa del mundo, a gran distancia de la tercera, la francesa... pero a mucha más de la primera, la Royal Navy británica. Gran Bretaña desplegaba un verdadero enjambre de naves sobre los siete mares cuyas cifras eran apabullantemente superiores y capaces de sobrepasar a todas las demás marinas europeas unidas. Consciente de la enorme inferioridad numérica, el almirante Alfred von Tirpitz, el hombre que creó de la nada la Kaiserliche Marine, había puesto el mayor énfasis en la superioridad cualitativa de sus naves: "Seremos menos – dijo -, pero seremos mejores". Y así fue, los acorazados y cruceros de batalla germanos eran menos que los británicos, pero eran muy superiores a sus contrapartes en calidad de construcción, precisión artillera y capacidad de aguante en combate. Como se demostró en la gigantesca batalla de Jutlandia, las naves alemanas eran muy superiores en combate a las británicas. Pero esta regla no puedo aplicarse a los cruceros ligeros alemanes que, comparados con sus contrapartes aliados, eran "buques de juguete". Los cruceros ligeros germanos como el EMDEN eran más pequeños, más lentos, tenían menor autonomía y encima estaban mucho peor armados que los británicos. Tanto Von Spee como Von Müller sabían que en caso de tener que combatir contra un crucero aliado, el EMDEN tendría que esperar un auténtico milagro para escapar de la destrucción. Pero Von Müller era un hombre tenaz y el almirante creía en la imaginación desplegada a todo trapo, así que le dio libertad para atacar por su cuenta el tráfico mercante. La escuadra alemana del extremo Oriente zarpó de Pagan rumbo al Este. Cuando la tierra desapareció bajo el horizonte y la flota se halló a salvo de miradas indiscretas, en el palo del SCHARNHOST se izaron las banderas que formaban un mensaje histórico: "EMDEN. Destacarse. Buena suerte". Y escoltado por los vítores lanzados por los camaradas de las demás naves, el pequeño crucero viró alejándose de la escuadra que en breves días le daría a Alemania la más grande victoria naval jamás conseguida hasta entonces por el país de la buena cerveza y las sabrosas salchichas pero que tiene la desagradable y fea costumbre de empezar todas las guerras mundiales.
Los cruceros clase DRESDEN (2 unidades: DRESDEN y EMDEN) de 1906 habían sido diseñados para ser utilizados en aguas lejanas, por lo que se cuidó especialmente la habitabilidad de la nave. Sin embargo, como todos los cruceros ligeros alemanes, eran naves demasiado ligeras para su cometido. Su principal defecto era que mientras los cruceros ligeros británicos se armaban con piezas de 152 mm, los alemanes lo hacían con piezas de 105 mm enormemente inferiores. En estas naves no se instaló una cintura acorazada por considerar que la cubierta acorazada curva era suficiente. Desplazamiento: 3.664 toneladas. Medidas: Eslora 118,3 m. Manga 13,5 m. Calado 5,1 m. Velocidad: 24,1 nudos. Armamento: 10-105 mm. 8-58 mm. 2 tlt-450 mm. Blindaje horizontal 80 mm. Dotación: 361 hombres.
Y así fue como comenzó la legendaria carrera corsaria del EMDEN. Con una pequeña nave perdida en la inmensidad del más grande océano del planeta que, tripulada por hombres valerosos, pronto arrumbó sin miedo hacia el corazón del tráfico mercante aliado en el Extremo Oriente.
Una nave corsaria es una nave que ataca el tráfico mercante enemigo. Los corsarios que atacaban las naves españolas por cuenta de la Corona inglesa eran piratas en el sentido estricto de la palabra, mercenarios contratados para tal fin, auténticos terroristas de los siete mares cuyas normas de conducta eran el terror, la tortura, el saqueo, la violación y el asesinato. Nada que ver con nuestro don Antonio Barceló, el corsario español que combatió contra las flotas musulmanas y cuya página web "Capitán Tony", es: http://www.galeon.com/capitantoni/ Con la erradicación de la piratería en los albores del siglo XIX, las armadas comprendieron lo beneficioso que resultaba bloquear la llegada de suministros al enemigo por mar atacando su tráfico mercante, pero ahora ya en manos de marinos profesionales, sujetos a estrictas normas internacionales y no de piratas sanguinarios o aventureros románticos. Famosas fueron las naves que la pequeña marina de la Confederación norteamericana consiguió armar como buques corsarios entre 1861-1865 y que hicieron gran daño a las líneas marítimas de abastecimiento de los nordistas. Esta experiencia hizo que todas las grandes marinas se replantearan la necesidad de contar con naves apropiadas para actuar como corsarios y naves apropiadas para cazar a los corsarios enemigos. Así nació el crucero...
En las dos guerras mundiales, la inferioridad numérica de la marina alemana impuso las misiones corsarias de buques aislados, bien de guerra o bien mercantes armados con cañones camuflados para tratar de destruir el tráfico mercante... Resulta curioso que los más maravillosos ejemplos de respeto, cortesía y humanidad de ambas terribles y absurdas guerras los encontremos precisamente en esos modernos corsarios que tan poco tenían que ver con aquellos salvajes piratas ingleses de los que tomaban el nombre. A lo largo de ambas guerras mundiales, los marinos alemanes que actuaban en las peligrosísimas (prácticamente suicidas) misiones corsarias pusieron el mayor empeño en ceñirse al milímetro a los tratados internacionales. Ello les granjeó el sincero agradecimiento de sus víctimas, tratadas con la mayor cortesía y generosidad posibles que se volcaron en la defensa de sus agresores cuando estos fueron investigados tras la guerra por los tribunales de los vencedores. Así, tanto marinos mercantes, como pasajeros civiles como los marinos británicos, exculparon siempre de cualquier cargo a sus adversarios, declarando que el trato a los prisioneros fue legalmente correcto e incluso lleno de humanidad. Es muy grato, amable lector, que los marinos alemanes (especialmente en la II GM) no se contagiaran de aquella infame plaga que infectó a otras unidades del ejército alemán y que tan especialmente triste nos resulta. La firmeza del Gran Almirante Erich Raeder mantuvo a la Kriegsmarine alejada de la influencia política nazi... y su esfuerzo fue recompensado en el juicio de Nüremberg con la cadena perpetua. Mientras, odiosos criminales de guerra eran llevados a EEUU, Gran Bretaña o la URSS y tratados a cuerpo de rey sólo porque tenían conocimientos técnicos valiosos que los vencedores querían aprovechar. Como siempre, aquí los únicos que perdieron fueron los millones de víctimas de la barbarie.
Cuando Von Müller solicitó permiso para actuar como corsario sabía a lo que se exponía. La propia naturaleza de una misión corsaria impone la soledad, el aislamiento. El EMDEN sólo podría tomar contacto con las naves alemanas de abastecimiento que Von Spee destacara para aprovisionar del valioso carbón y con las naves mercantes que el EMDEN, cumpliendo escrupulosamente los tratados internacionales, se encargaría de buscar, avistar, detener, registrar y, en caso de ser de un país aliado o llevar en sus bodegas contrabando de guerra, disponer de él legalmente como presa de guerra, pudiendo hundirlo o apresarlo... Eso si le dejaban las escuadras de Gran Bretaña, Japón, Francia y Rusia, que ya le buscaban para destruirlo.
El 9 de septiembre de 1914 capturó el EMDEN su primera víctima como nave corsaria, el vapor griego PONTOPOROS, que si bien era de una nación neutral, transportaba carbón indio, propiedad del gobierno británico, por lo que Von Müller, ateniéndose escrupulosamente a las leyes de la guerra en el mar, lo consideró presa legítima, destinando la nave como segundo carbonero. Dos días más tarde capturó a dos buque británicos vacíos, a los que retiró lo imprescindible (agua potable, carbón, etc.) y hundió abriéndoles las válvulas de fondo. Mientras tanto todas las tripulaciones capturadas se iban embarcando en el MARKOMANNIA, el cual a pesar de ser utilizado como carbonero, era en realidad un buque de pasajeros que cubría la línea Hamburgo - América, lo que redundaba en beneficio de la comodidad de los prisioneros.
Dado que la marcha del MARKOMANNIA se estaba volviendo lenta, todos los prisioneros fueron transferidos a la siguiente presa, un buque que transportaba una carga para Estados Unidos, país neutral, por lo que fue respetado y liberado. Cuando los prisioneros supieron que Von Müller los dejaba en libertad prorrumpieron en vítores a la nave y a su tripulación. La despedida entre captores y cautivos más pareció una despedida entre amigos, con abrazos, canciones y hasta lágrimas. El día 13 de septiembre el EMDEN detuvo y hundió al buque británico KILLIN, al día siguiente hundió al DIPLOMAT. Posteriormente detuvo y liberó a dos buques italianos (país neutral, de momento) LOREDANO y DÁNDOLO, cuyos capitanes eran hermanos. Dado que estas liberaciones sin duda revelarían la presencia del buque alemán, Von Müller se alejó de la zona y se dirigió hacia el sub-continente indio, con el objeto de atacar los depósitos e instalaciones de Burmah Oil Company en el puerto de Madras. A pesar de estar bien custodiados y de las buenas fortificaciones defensivas, el 22 de septiembre el EMDEN consiguió acercarse a la costa, amparado en la oscuridad de la noche, e iniciar el ataque, disparando 125 salvas de sus cañones de 105 mm., que ocasionaron incendios, desgraciadamente también la muerte de algunos civiles y de un cadete británico de un buque fondeado en el puerto. Éstas fueron las primeras víctimas mortales provocadas por el EMDEN, y eso a pesar de que ya había capturado y hundido barcos por un total de 33.000 tons.
La noticia del bombardeo causó una enorme preocupación en los almirantazgos aliados. Sus escuadras recorrieron frenéticamente los mares en busca del pequeño corsario mientras todos los puertos de la zona amenazada eran cerrados para evitar que el EMDEN se colara en ellos y los buques obligados a permanecer anclados.
¡El EMNDEN había conseguido paralizar todo el comercio naval con la India!
Para el Almirantazgo británico el EMDEN era ya la cuestión prioritaria, no sólo una cuestión fundamental estratégica, sino una cuestión en la que el poderoso imperio Británico se jugaba su prestigio, y movilizó a todos sus efectivos en la caza del escurridizo corsario alemán. Pero tal movilización no surtió efecto porque el hábil Von Müller había puesto proa al mar de Arabia, escapando del enjambre de naves que lo buscaban sin tregua. Allí el EMDEN, entre el 25 y 27 de septiembre, interceptó otros 8 vapores, entre ellos el buque carbonero BURESK, que al mando de Julius Lauterbach, el legendario oficial de presas del EMDEN, sustituyó al MARKOMANNIA, mientras éste se dirigía a un puerto neutral para cargar provisiones y enviar el correo a Alemania. Von Müller puso rumbo a Diego García para aprovisionarse y efectuar reparaciones. En estado de alerta, la nave arribó cautelosamente a la paradisíaca isla donde, para sorpresa de los marinos germanos, fueron recibidos por los británicos y franceses con grandes muestras de alegría... ¡En Diego García no había radio! y por ello aún no había llegado la noticia de la guerra con Alemania. Evidentemente los alemanes no les sacaron de su ignorancia y tras descansar la fatiga acumulada y ser reabastecidos, los alemanes partieron saludados por aquellos que eran sus enemigos, aunque ellos no lo supieran.
Reemprendida su carrera destructora, el 15 de octubre capturó el vapor CLAN GRANT y una draga de 500 t. y el 18 detuvo al vapor español FERNANDO POO, dejándole partir tras hacer las oportunas comprobaciones.
En los siguientes días hundió otras tres naves y detuvo a otra para transferir todos las tripulaciones capturadas. De nuevo los tripulantes del EMDEN fueron abrazados por sus prisioneros, ahora en libertad, de nuevo las canciones, de nuevo las lágrimas... de nuevo alguna joven inglesa y algún marino alemán que intercambian su última mirada furtiva. Incluso hubo algunos pasajeros que pidieron quedarse en el crucero a fin de continuar la aventura. Con la melancolía del que ve partir parte de su vida más inmediata, los marinos germanos ven alejarse aquella nave en cuyas bordas se apiñan sus antiguos prisioneros agitando sus pañuelos a modo de despedida. Extraña guerra aquella en la que los prisioneros agradecen con lágrimas en los ojos el trato recibido de sus captores. De unos hombres que, en medio de una cruel guerra, han hallado tiempo para la humanidad. Entre las anécdotas protagonizadas por la tripulación del EMDEN destaca la de la cortesía con la que fueron tratados los prisioneros. Cortesía que llegó a extremos como dejar que embarcaran pertenencias tales como un piano o una motocicleta que para sus propietarios era parte de su propia vida.
Pero el EMDEN se aleja ya velozmente y prosigue su imparable tarea capturando otro carbonero, que unió a su grupo y abordando otros ocho vapores más.
Tras otro período de merecido descanso, que lo salvó de enfrentarse al mercante británico armado EMPRESS OF RUSSIA, Von Müller decidió una audaz y arriesgada acción: atacar el puerto de Penang, puerto en el que se hallaban fondeadas naves de guerra. Para conseguir sorprender al enemigo, los hombres del EMDEN fabricaron una falsa cuarta chimenea de madera y tela a fin de que el crucero pareciera una nave británica. En la amanecida del 28 de Octubre de 1914, el crucero alemán, se acercó al angosto canal de ingreso al puerto y torpedeó al crucero ruso ZEMCIUG y destruyo al cañón al torpedero francés MOUSQUET, entre otros daños a instalaciones y buques. La sorpresa conseguida fue tal que, salvo un torpedero francés, ningún otro buque aliado salió a enfrentar al EMDEN que a toda máquina se alejaba de allí tras dejar su destructora tarjeta de visita. El 30 de octubre el crucero interceptó otro navío y el 1 de noviembre la tripulación del EMDEN festejó por todo lo alto las 30.000 millas náuticas recorridas y 3 meses de permanencia en el mar.
¡Aquello ya era demasiado! El EMDEN se paseaba por los mares pasando entre escuadras enteras aliadas, capturando buque tras buque, atacando industrias y ahora un puerto lleno de naves de guerra. ¡Y mientras los almirantes ingleses, franceses, rusos y japoneses se mordían los puños de rabia, los marinos alemanes celebraban una fiesta! Los relatos de los pasajeros capturados por el EMDEN en los que se alababa la extraordinaria conducta humana y el valor guerrero de los marinos alemanes y se elogiaba el genio de Von Müller eran devorados por los lectores, ávidos de historias que se salieran de lo común. Y, ciertamente, que la historia del EMDEN es la historia más extraña de cuantas han navegado por los mares de est planeta nuestro.
El próximo movimiento era atacar la estación de comunicaciones de Direction Island, en las islas Cocos, terminal de los cables telegráficos submarinos que unían Australia con el resto del mundo. El 9 de noviembre el EMDEN llegó a las Cocos y el trozo (destacamento) de desembarco del crucero, compuesto por 50 hombres al mando del teniente Hellmuth von Mücke, desembarcó para destruir las instalaciones. La estación de radio de las Cocos transmitió inmediatamente un mensaje "El EMDEN está aquí" y poco después los radiotelegrafistas del crucero alemán interceptaron una respuesta del crucero australiano SIDNEY advirtiendo de su llegada en auxilio de la estación.
Durante toda la travesía del EMDEN, los extraordinarios radiotelegrafistas del crucero habían salvado a la nave una y otra vez, interceptando las señales de las naves aliadas y calculando eficazmente su posición, lo que daba a Von Müller la ventaja de saber dónde estaba el enemigo. Estos especialistas que realizaban su callada labor encerrados en el angosto cuarto de radio tenían en sus manos la suerte del buque y habían cumplido su importantísima labor con una eficacia absoluta.
¡Pero eran humanos! Y errare humanum est. Aquella limpia mañana, los radiotelegrafistas del EMDEN cometieron el único error de su vida, precisamente aquella mañana... Los técnicos calcularon la posición del SIDNEY con un error de centenares de millas. Von Múller, al recibir el informe, sonrió confiado, había tiempo de sobra para destruir los cables y escapar perdiéndose en el infinito mar.
Mientras el trozo de desembarco cortaba los cables, los serviolas del EMDEN divisaron una columna de humo. ¿Sería el BURESK? No. No era el BURESK... ¡era el SIDNEY! El poderoso crucero australiano que llegaba a toda máquina para cazar al EMDEN sin posibilidad de escape. Von Müller supo inmediatamente que la suerte de su nave estaba echada y partió para enfrentarse a la destrucción valientemente mientras los miembros del trozo de desembarco contemplaban impotentes desde la playa cómo su nave partía hacia el enemigo aún invisible para ellos. El EMDEN no era rival para el SIDNEY, armado con cañones de 150 mm, mucho mejor protegido y más veloz. Pero Von Müller dirigió a su nave contra el poderoso enemigo valientemente.
A las 0940 el EMDEN abrió fuego y tras media docena de salvas, acertó destruyendo el sistema de dirección de fuego del SYDNEY. Éste se retiró fuera de alcance de las piezas del EMDEN y empezó a machacarlo con sus cañones de 150 mm, silenciado uno tras otro a los del EMDEN y sembrando de muertos y heridos la nave. A las 1115 un proyectil alcanzó la sala de calderas, y Von Müller, para evitar la total aniquilación de su tripulación, dirigió la nave hacia el arrecife de coral cercano a la isla de North Keeling conde embarrancó. Rápidamente, los alemanes quemaron la bandera de combate de la nave para impedir que cayera en poder del enemigo.
El EMDEN embarrancado y desmantelado por los proyectiles del SIDNEY. Pueden verse con claridad los grandes boquetes abiertos en el casco por los proyectiles que destruyeron todo el interior de la nave.
Entonces, el SYDNEY partió en busca del BURESK cuya escasa velocidad le impidió escapar del veloz crucero australiano. Cuando los serviolas alemanes divisaron al crucero australiano, su comandante, el formidable Lauterbach comprendió inmediatamente lo que había ocurrido. Rápidamente ordenó abrir los grifos de fondo y hacer estallar las cargas de demolición colocadas en previsión de que la nave fuera sorprendida y embarcando en los botes esperó tranquilamente a los australianos mientras su nave se hundía. Tras recoger a los tripulantes, el SYDNEY regresó junto al EMDEN. Los tripulantes del crucero alemán no disponían de botes salvavidas, porque la mayor parte de ellos fue utilizado para trasladar al trozo de desembarco a la isla y el resto fue destruido en el combate. Por lo que los marinos alemanes no pudieron dejar la nave, embarrancada como estaba en el arrecife y tuvieron que aguantar toda la noche sobre la nave atacada por las olas. Además, en toda la nave no quedaba ni un solo bidón de agua potable intacto, por lo que las condiciones que debieron soportar esa noche los heridos del crucero alemán fueron terribles. De los 361 tripulantes del EMDEN, 134 murieron en el combate y 44 fueron heridos, incluido el propio Von Müller. Al amanecer llegó el SYDNEY que procedió a trasladara bordo a los supervivientes del crucero alemán
Los marinos del SIDNEY posan a bordo del EMDEN una vez se ha completado el transbordo al crucero australiano de los marinos alemanes supervivientes.
La destrucción del temido corsario provocó una oleada de euforia en Gran Bretaña y sus aliados y el mejor regalo a la recién nacida Marina australiana. En todos los periódicos se alabó el espectacular valor demostrado por los alemanes en aquel combate tan desigual y sir Winston Churchill, entonces primer lord del Almirantazgo, en un sorprendente gesto que recibió el aplauso unánime de la Cámara de los Lores, pidió al capitán del SIDNEY que permitiera a Von Müller y a sus oficiales conservar sus sables como premio a su valor y coraje en la batalla. Los aliados, en medio de aquella terrible carnicería de la guerra europea, saludaban como héroes a los marinos del EMDEN. Lo cortés no quita lo valiente. Los marinos del SIDNEY se llevaron a bordo todos los recuerdos que pudieron del EMDEN para venderlos a buen precio en medio de aquella "EMDENmanía" que recorría el mundo. Mientras, se hablaba de remolcar el EMDEN hasta Australia y exhibirlo allí como trofeo de guerra, pero aquella orgullosa nave no iba a dejarse arrastrar al cautiverio eterno y, digna hasta el final, se partió días después en dos y dejó que las olas lo desmantelaran hundiéndolo allí para siempre.
Parecía que la aventura del EMDEN había terminado... Ni mucho menos.
El trozo de desembarco al mando del teniente Hellmuth von Mücke no iba a quedarse sentado en la playa esperando a que los hicieran prisioneros. Frente a la estación de las Cocos se hallaba anclada una pequeña goleta de madera de 97 toneladas, la AYESHA, utilizada para el servicio entre islas. Rápidamente embarcaron en ella agua y provisiones que los de la estación les dieron encantados con tal de verles marcharse de allí y evitar una batalla en la playa. La AYESHA, tripulada por los valientes muchachos de Von Mücke, atravesó todo el océano Índico consiguiendo llegar a Arabia tras una larga y dura navegación llena de peligros. Una vez en Arabia, los marinos germanos tuvieron que recorrer 2.000 Km. de desierto, hostigados por las tribus árabes que les atacaron en varias ocasiones ocasionándoles algunas bajas, y llegando al fin a una guarnición turca desde la que fueron escoltados hasta Constantinopla, de donde fueron repatriados a Alemania para continuar combatiendo por su país.
¿Y los prisioneros?
La leyenda del EMDEN habría de sobrevivir a la propia nave: la leyenda de sus supervivientes que a bordo de la AYESHA navegaban hacia la libertad o a bordo del SIDNEY hacia el cautiverio... o al menos eso era lo que los británicos pensaban, porque el magnífico Lauterbach, ahora preso en la India, tenía otros planes...
En el campo de prisioneros, Lauterbach era el rey, tanto para sus compañeros alemanes como para sus guardianes hindúes que le consideraban casi como la reencarnación de un héroe mitológico por sus proezas. Lauterbach, hombre de mente clara y fría, supo granjearse la confianza de sus guardianes amenizándoles con sus historias de puertos y travesías que despertaron la imaginación de aquellos hindúes. Pero pronto comenzó a relatar otro tipo de historias: las historias de la guerra de trincheras en Europa donde miles de hindúes eran sacrificados como carne de cañón. Y Lauterbach supo sacar partido a esa historia relatando cada noche los horrores a los que los hindúes se enfrentaban por culpa de la dominación inglesa, asegurándoles insistentemente que pronto ellos mismos serían llevados a Europa para suplir las muertes de sus compañeros. El resultado fue que tras varias semanas, los soldados hindúes del campo de concentración, hábilmente manipulados por Lauterbach, se sublevaron contra la Corona Británica arrastrando con ellos a todos los que habitaban cerca de allí. Los sublevados ofrecieron a Lauterbach el mando militar de la sublevación, pero el formidable marino tenía sus propios planes y con un grupo de camaradas escogidos se fugó del campo aprovechando el jaleo.
Después de mil peripecias que convierten las novelas de Emilio Salgari en cuentos de hadas, Lauterbach consiguió regresar a Alemania para seguir luchando por su país. Al mando de un buque-trampa, consiguió hundir tres submarinos británicos para después recibir el mando de un crucero corsario con el que consiguió nuevos éxitos. ¡Demonios, de verdad que me hubiera encantado tomarme unas cervezas con este tipo!
Para todos los que amamos el mar, el EMDEN, por sus proezas antes y después de su hundimiento, es una nave mítica, una nave mágica en la que la aventura más increíble se convirtió en simple y pura rutina.
Turquía, 1915. Entre las polvorientas montañas de Anatolia, un vetusto tren en cuyo interior se apiñan cientos de soldados turcos atraviesa escarpados desfiladeros resecos por siglos de inclemente sol. Dentro de uno de aquellos malolientes vagones, un hombre de ojos azules paseó su penetrante mirada por los extraños ocupantes de su vagón. Sus compañeros, al igual que él, nada tenían que ver con los demás ocupantes del tren. Ellos eran distintos al resto de soldados que se apiñaban en los otros vagones. Los rostros del hombre de los ojos azules y de sus camaradas estaban curtidos por el sol y la sal. Sus ojos estaban acostumbrados a escrutar a kilómetros de distancia, y habían sido perfectamente entrenados para distinguir cualquier pequeña sombra en la más impenetrable oscuridad. Incluso parecía que el terrible traqueteo del tren que provocaba mareos a los soldados turcos, para ellos no era más que un suave vaivén y que el humo y la carbonilla que atacaba sin clemencia los vagones les trajera gratos recuerdos.
Como los otros ocupantes del tren, aquellos hombres también eran soldados, pero no como los demás. Ellos eran combatientes elegidos, formados para pertenecer a la más elitista de las clases guerreras, duramente adiestrados y curtidos en el combate, poseedores de una disciplina que cualquier otro soldado hubiera calificado de suicida, pero que para ellos no era más que su forma de vida. ¿Qué pasaría por la mente del hombre de los ojos azules mientras acariciaba descuidadamente la Walter que llevaba en la gastada pistolera de cuero negro que pendía de su cinto, mientras contemplaba a los harapientos y barbudos compañeros que dormitaban aferrando firmemente sus fusiles modelo 1898 sobre los estrechos asientos de madera del vagón? La mayoría de sus camaradas vestían una extraña mezcolanza formada por ropas árabes y los indescifrables restos de un raído, harapiento y tremendamente sucio uniforme color blanco del que algunos tan sólo conservaban aquellos extraños galones de hilo de oro que tan raros resultaban a los turcos. Los ojos azules del hombre se posaron en las mangas de su rota, deshilachada y raída chaqueta en cuyas mangas descosidas brillaban dos galones de hilo de oro trenzados. Lentamente se llevó la mano al interior de la chaqueta cuyos botones dorados con el ancla grabada habían desaparecido hacía meses y acarició una vez más la bolsa de tela en cuyo interior guardaba cuidadosamente plegada la bandera, la misma bandera que ahora, los supervivientes de aquel trozo de desembarco, diezmados por el terrible viaje desde las islas Cocos, la enfermedad y los feroces ataques beduinos, trataban de devolver a su patria.
El crucero ligero alemán EMDEN es la nave corsaria más famosa de la Historia. En los primeros meses de la I GM realizó un asombroso crucero por los océanos Pacífico e Índico que duró tres meses y diez días, en el que hundió o apresó a 16 naves aliadas con más de 70.000 toneladas de arqueo bruto y atacó puertos e industrias enemigas causando tremendos estragos en el tráfico mercante aliado y movilizando escuadras enteras de naves británicas, francesas, rusas y japonesas que lo persiguieron sin tregua. Durante esos tres meses, el EMDEN se convirtió en una auténtica obsesión para millones de personas de todo el mundo. La leyenda del EMDEN es la leyenda de la nave y de sus heroicos tripulantes, fomentada y transmitida por los apasionados relatos de los tripulantes y pasajeros de los buques capturados, que fueron objeto del más exquisito trato y que llegaron a entablar relaciones de auténtica amistad con los tripulantes del EMDEN.
Pero si épico fue su crucero, si épico fue su último combate, no menos épica fue la aventura seguida por sus supervivientes, los que fueron capturados y los que escaparon, que tras increíbles aventuras dignas de una novela de Salgari o Verne, lograron volver a Alemania para seguir combatiendo en la guerra por su patria tras recorrer más de medio mundo por sus propios medios mientras seguían luchando por una patria remota pero siempre dueña de su corazón. Todo ello hace de la aventura del crucero EMDEN la más apasionante jamás vivida por buque de guerra alguno. Una aventura increíble de tintes románticos cuya leyenda se pierde en la bruma de un océano infinito...
En 1910 la nave fue destinada a Extremo Oriente, formando parte de la escuadra de crucero con base en el protectorado alemán de Tsingtao. Participó junto a buques americanos, japoneses y británicos en la represión de la revuelta de Nankín, en China. El 20 de Junio de 1914, la escuadra de cruceros alemana zarpó hacia el Pacífico aunque el EMDEN permaneció en la base de Tsingtao. El 29 de Junio, recibieron por radio la noticia del asesinato del archiduque Fernando de Austria ocurrida en Sarajevo, inmediatamente su comandante, el capitán de fragata Von Müller, puso el EMDEN en estado de alerta e intensificó el adiestramiento. El 31 de Julio, siendo advertido desde Berlín, sobre que la guerra con la Triple Alianza (Gran Bretaña, Francia y Rusia) era inevitable, Von Müller dio la orden de avituallamiento y apronte general. Por la noche dejó el fondeadero y se adentró en el mar Amarillo. El 4 de agosto, Gran Bretaña declaró el estado de guerra. La I Guerra Mundial ha estallado. Esa absurda guerra (absurda como todas las guerras) teñirá de sangre los campos de media Europa, sangre que arrastrará el horror también al mar. Ese mismo día fue capturada la primera presa del EMDEN, el vapor de correo ruso RYAZAN, al que escoltó hasta Tsingtao. Luego partió acompañado de un crucero auxiliar y el buque carbonero MARKOMANNIA.
La escuadra alemana del Pacífico, formada por los cruceros acorazados SCHARNHORST y GNEISENAU y los cruceros ligeros NÜRNBERG y EMDEN, además de 5 mercantes auxiliares se reunió en la isla de Pagan, al nordeste de las Islas Filipinas. Su comandante era el conde vicealmirante Maximilian Johannes von Spee que izaba su insignia en el SCHARNHORST.
Pero en estos momentos, el vicealmirante alemán debe pensar en la arriesgada propuesta que el joven capitán de fragata Karl von Müller, comandante del crucero ligero EMDEN, le ha hecho.
Von Müller ha propuesto a su almirante que deje en libertad estratégica al EMDEN para separarse de la escuadra que trata de volver a Alemania. El EMDEN solo, y por sus propios medios, iniciaría así una campaña como corsario, atacando el tráfico mercante aliado en el Pacífico sur y el Índico para crear el mayor daño posible a los abastecimientos aliados y tratar de echarse tras él al mayor número de unidades enemigas para que Von Spee pudiera llegar al Atlántico con la escuadra. Era un plan arriesgadísimo, prácticamente "suicida" y creo que los temores del valeroso almirante no eran por la juventud de Von Müller, que a pesar de ella ya era un experimentado marino digno de toda confianza, sino por la naturaleza de la nave que mandaba, muy débil en comparación a sus contrapartes de las marinas aliadas.
La marina de guerra imperial alemana, la Kaiserliche Marine, era en esas fechas la segunda marina más poderosa del mundo, a gran distancia de la tercera, la francesa... pero a mucha más de la primera, la Royal Navy británica. Gran Bretaña desplegaba un verdadero enjambre de naves sobre los siete mares cuyas cifras eran apabullantemente superiores y capaces de sobrepasar a todas las demás marinas europeas unidas. Consciente de la enorme inferioridad numérica, el almirante Alfred von Tirpitz, el hombre que creó de la nada la Kaiserliche Marine, había puesto el mayor énfasis en la superioridad cualitativa de sus naves: "Seremos menos – dijo -, pero seremos mejores". Y así fue, los acorazados y cruceros de batalla germanos eran menos que los británicos, pero eran muy superiores a sus contrapartes en calidad de construcción, precisión artillera y capacidad de aguante en combate. Como se demostró en la gigantesca batalla de Jutlandia, las naves alemanas eran muy superiores en combate a las británicas. Pero esta regla no puedo aplicarse a los cruceros ligeros alemanes que, comparados con sus contrapartes aliados, eran "buques de juguete". Los cruceros ligeros germanos como el EMDEN eran más pequeños, más lentos, tenían menor autonomía y encima estaban mucho peor armados que los británicos. Tanto Von Spee como Von Müller sabían que en caso de tener que combatir contra un crucero aliado, el EMDEN tendría que esperar un auténtico milagro para escapar de la destrucción. Pero Von Müller era un hombre tenaz y el almirante creía en la imaginación desplegada a todo trapo, así que le dio libertad para atacar por su cuenta el tráfico mercante. La escuadra alemana del extremo Oriente zarpó de Pagan rumbo al Este. Cuando la tierra desapareció bajo el horizonte y la flota se halló a salvo de miradas indiscretas, en el palo del SCHARNHOST se izaron las banderas que formaban un mensaje histórico: "EMDEN. Destacarse. Buena suerte". Y escoltado por los vítores lanzados por los camaradas de las demás naves, el pequeño crucero viró alejándose de la escuadra que en breves días le daría a Alemania la más grande victoria naval jamás conseguida hasta entonces por el país de la buena cerveza y las sabrosas salchichas pero que tiene la desagradable y fea costumbre de empezar todas las guerras mundiales.
Los cruceros clase DRESDEN (2 unidades: DRESDEN y EMDEN) de 1906 habían sido diseñados para ser utilizados en aguas lejanas, por lo que se cuidó especialmente la habitabilidad de la nave. Sin embargo, como todos los cruceros ligeros alemanes, eran naves demasiado ligeras para su cometido. Su principal defecto era que mientras los cruceros ligeros británicos se armaban con piezas de 152 mm, los alemanes lo hacían con piezas de 105 mm enormemente inferiores. En estas naves no se instaló una cintura acorazada por considerar que la cubierta acorazada curva era suficiente. Desplazamiento: 3.664 toneladas. Medidas: Eslora 118,3 m. Manga 13,5 m. Calado 5,1 m. Velocidad: 24,1 nudos. Armamento: 10-105 mm. 8-58 mm. 2 tlt-450 mm. Blindaje horizontal 80 mm. Dotación: 361 hombres.
Y así fue como comenzó la legendaria carrera corsaria del EMDEN. Con una pequeña nave perdida en la inmensidad del más grande océano del planeta que, tripulada por hombres valerosos, pronto arrumbó sin miedo hacia el corazón del tráfico mercante aliado en el Extremo Oriente.
Una nave corsaria es una nave que ataca el tráfico mercante enemigo. Los corsarios que atacaban las naves españolas por cuenta de la Corona inglesa eran piratas en el sentido estricto de la palabra, mercenarios contratados para tal fin, auténticos terroristas de los siete mares cuyas normas de conducta eran el terror, la tortura, el saqueo, la violación y el asesinato. Nada que ver con nuestro don Antonio Barceló, el corsario español que combatió contra las flotas musulmanas y cuya página web "Capitán Tony", es: http://www.galeon.com/capitantoni/ Con la erradicación de la piratería en los albores del siglo XIX, las armadas comprendieron lo beneficioso que resultaba bloquear la llegada de suministros al enemigo por mar atacando su tráfico mercante, pero ahora ya en manos de marinos profesionales, sujetos a estrictas normas internacionales y no de piratas sanguinarios o aventureros románticos. Famosas fueron las naves que la pequeña marina de la Confederación norteamericana consiguió armar como buques corsarios entre 1861-1865 y que hicieron gran daño a las líneas marítimas de abastecimiento de los nordistas. Esta experiencia hizo que todas las grandes marinas se replantearan la necesidad de contar con naves apropiadas para actuar como corsarios y naves apropiadas para cazar a los corsarios enemigos. Así nació el crucero...
En las dos guerras mundiales, la inferioridad numérica de la marina alemana impuso las misiones corsarias de buques aislados, bien de guerra o bien mercantes armados con cañones camuflados para tratar de destruir el tráfico mercante... Resulta curioso que los más maravillosos ejemplos de respeto, cortesía y humanidad de ambas terribles y absurdas guerras los encontremos precisamente en esos modernos corsarios que tan poco tenían que ver con aquellos salvajes piratas ingleses de los que tomaban el nombre. A lo largo de ambas guerras mundiales, los marinos alemanes que actuaban en las peligrosísimas (prácticamente suicidas) misiones corsarias pusieron el mayor empeño en ceñirse al milímetro a los tratados internacionales. Ello les granjeó el sincero agradecimiento de sus víctimas, tratadas con la mayor cortesía y generosidad posibles que se volcaron en la defensa de sus agresores cuando estos fueron investigados tras la guerra por los tribunales de los vencedores. Así, tanto marinos mercantes, como pasajeros civiles como los marinos británicos, exculparon siempre de cualquier cargo a sus adversarios, declarando que el trato a los prisioneros fue legalmente correcto e incluso lleno de humanidad. Es muy grato, amable lector, que los marinos alemanes (especialmente en la II GM) no se contagiaran de aquella infame plaga que infectó a otras unidades del ejército alemán y que tan especialmente triste nos resulta. La firmeza del Gran Almirante Erich Raeder mantuvo a la Kriegsmarine alejada de la influencia política nazi... y su esfuerzo fue recompensado en el juicio de Nüremberg con la cadena perpetua. Mientras, odiosos criminales de guerra eran llevados a EEUU, Gran Bretaña o la URSS y tratados a cuerpo de rey sólo porque tenían conocimientos técnicos valiosos que los vencedores querían aprovechar. Como siempre, aquí los únicos que perdieron fueron los millones de víctimas de la barbarie.
Cuando Von Müller solicitó permiso para actuar como corsario sabía a lo que se exponía. La propia naturaleza de una misión corsaria impone la soledad, el aislamiento. El EMDEN sólo podría tomar contacto con las naves alemanas de abastecimiento que Von Spee destacara para aprovisionar del valioso carbón y con las naves mercantes que el EMDEN, cumpliendo escrupulosamente los tratados internacionales, se encargaría de buscar, avistar, detener, registrar y, en caso de ser de un país aliado o llevar en sus bodegas contrabando de guerra, disponer de él legalmente como presa de guerra, pudiendo hundirlo o apresarlo... Eso si le dejaban las escuadras de Gran Bretaña, Japón, Francia y Rusia, que ya le buscaban para destruirlo.
El 9 de septiembre de 1914 capturó el EMDEN su primera víctima como nave corsaria, el vapor griego PONTOPOROS, que si bien era de una nación neutral, transportaba carbón indio, propiedad del gobierno británico, por lo que Von Müller, ateniéndose escrupulosamente a las leyes de la guerra en el mar, lo consideró presa legítima, destinando la nave como segundo carbonero. Dos días más tarde capturó a dos buque británicos vacíos, a los que retiró lo imprescindible (agua potable, carbón, etc.) y hundió abriéndoles las válvulas de fondo. Mientras tanto todas las tripulaciones capturadas se iban embarcando en el MARKOMANNIA, el cual a pesar de ser utilizado como carbonero, era en realidad un buque de pasajeros que cubría la línea Hamburgo - América, lo que redundaba en beneficio de la comodidad de los prisioneros.
Dado que la marcha del MARKOMANNIA se estaba volviendo lenta, todos los prisioneros fueron transferidos a la siguiente presa, un buque que transportaba una carga para Estados Unidos, país neutral, por lo que fue respetado y liberado. Cuando los prisioneros supieron que Von Müller los dejaba en libertad prorrumpieron en vítores a la nave y a su tripulación. La despedida entre captores y cautivos más pareció una despedida entre amigos, con abrazos, canciones y hasta lágrimas. El día 13 de septiembre el EMDEN detuvo y hundió al buque británico KILLIN, al día siguiente hundió al DIPLOMAT. Posteriormente detuvo y liberó a dos buques italianos (país neutral, de momento) LOREDANO y DÁNDOLO, cuyos capitanes eran hermanos. Dado que estas liberaciones sin duda revelarían la presencia del buque alemán, Von Müller se alejó de la zona y se dirigió hacia el sub-continente indio, con el objeto de atacar los depósitos e instalaciones de Burmah Oil Company en el puerto de Madras. A pesar de estar bien custodiados y de las buenas fortificaciones defensivas, el 22 de septiembre el EMDEN consiguió acercarse a la costa, amparado en la oscuridad de la noche, e iniciar el ataque, disparando 125 salvas de sus cañones de 105 mm., que ocasionaron incendios, desgraciadamente también la muerte de algunos civiles y de un cadete británico de un buque fondeado en el puerto. Éstas fueron las primeras víctimas mortales provocadas por el EMDEN, y eso a pesar de que ya había capturado y hundido barcos por un total de 33.000 tons.
La noticia del bombardeo causó una enorme preocupación en los almirantazgos aliados. Sus escuadras recorrieron frenéticamente los mares en busca del pequeño corsario mientras todos los puertos de la zona amenazada eran cerrados para evitar que el EMDEN se colara en ellos y los buques obligados a permanecer anclados.
¡El EMNDEN había conseguido paralizar todo el comercio naval con la India!
Para el Almirantazgo británico el EMDEN era ya la cuestión prioritaria, no sólo una cuestión fundamental estratégica, sino una cuestión en la que el poderoso imperio Británico se jugaba su prestigio, y movilizó a todos sus efectivos en la caza del escurridizo corsario alemán. Pero tal movilización no surtió efecto porque el hábil Von Müller había puesto proa al mar de Arabia, escapando del enjambre de naves que lo buscaban sin tregua. Allí el EMDEN, entre el 25 y 27 de septiembre, interceptó otros 8 vapores, entre ellos el buque carbonero BURESK, que al mando de Julius Lauterbach, el legendario oficial de presas del EMDEN, sustituyó al MARKOMANNIA, mientras éste se dirigía a un puerto neutral para cargar provisiones y enviar el correo a Alemania. Von Müller puso rumbo a Diego García para aprovisionarse y efectuar reparaciones. En estado de alerta, la nave arribó cautelosamente a la paradisíaca isla donde, para sorpresa de los marinos germanos, fueron recibidos por los británicos y franceses con grandes muestras de alegría... ¡En Diego García no había radio! y por ello aún no había llegado la noticia de la guerra con Alemania. Evidentemente los alemanes no les sacaron de su ignorancia y tras descansar la fatiga acumulada y ser reabastecidos, los alemanes partieron saludados por aquellos que eran sus enemigos, aunque ellos no lo supieran.
Reemprendida su carrera destructora, el 15 de octubre capturó el vapor CLAN GRANT y una draga de 500 t. y el 18 detuvo al vapor español FERNANDO POO, dejándole partir tras hacer las oportunas comprobaciones.
En los siguientes días hundió otras tres naves y detuvo a otra para transferir todos las tripulaciones capturadas. De nuevo los tripulantes del EMDEN fueron abrazados por sus prisioneros, ahora en libertad, de nuevo las canciones, de nuevo las lágrimas... de nuevo alguna joven inglesa y algún marino alemán que intercambian su última mirada furtiva. Incluso hubo algunos pasajeros que pidieron quedarse en el crucero a fin de continuar la aventura. Con la melancolía del que ve partir parte de su vida más inmediata, los marinos germanos ven alejarse aquella nave en cuyas bordas se apiñan sus antiguos prisioneros agitando sus pañuelos a modo de despedida. Extraña guerra aquella en la que los prisioneros agradecen con lágrimas en los ojos el trato recibido de sus captores. De unos hombres que, en medio de una cruel guerra, han hallado tiempo para la humanidad. Entre las anécdotas protagonizadas por la tripulación del EMDEN destaca la de la cortesía con la que fueron tratados los prisioneros. Cortesía que llegó a extremos como dejar que embarcaran pertenencias tales como un piano o una motocicleta que para sus propietarios era parte de su propia vida.
Pero el EMDEN se aleja ya velozmente y prosigue su imparable tarea capturando otro carbonero, que unió a su grupo y abordando otros ocho vapores más.
Tras otro período de merecido descanso, que lo salvó de enfrentarse al mercante británico armado EMPRESS OF RUSSIA, Von Müller decidió una audaz y arriesgada acción: atacar el puerto de Penang, puerto en el que se hallaban fondeadas naves de guerra. Para conseguir sorprender al enemigo, los hombres del EMDEN fabricaron una falsa cuarta chimenea de madera y tela a fin de que el crucero pareciera una nave británica. En la amanecida del 28 de Octubre de 1914, el crucero alemán, se acercó al angosto canal de ingreso al puerto y torpedeó al crucero ruso ZEMCIUG y destruyo al cañón al torpedero francés MOUSQUET, entre otros daños a instalaciones y buques. La sorpresa conseguida fue tal que, salvo un torpedero francés, ningún otro buque aliado salió a enfrentar al EMDEN que a toda máquina se alejaba de allí tras dejar su destructora tarjeta de visita. El 30 de octubre el crucero interceptó otro navío y el 1 de noviembre la tripulación del EMDEN festejó por todo lo alto las 30.000 millas náuticas recorridas y 3 meses de permanencia en el mar.
¡Aquello ya era demasiado! El EMDEN se paseaba por los mares pasando entre escuadras enteras aliadas, capturando buque tras buque, atacando industrias y ahora un puerto lleno de naves de guerra. ¡Y mientras los almirantes ingleses, franceses, rusos y japoneses se mordían los puños de rabia, los marinos alemanes celebraban una fiesta! Los relatos de los pasajeros capturados por el EMDEN en los que se alababa la extraordinaria conducta humana y el valor guerrero de los marinos alemanes y se elogiaba el genio de Von Müller eran devorados por los lectores, ávidos de historias que se salieran de lo común. Y, ciertamente, que la historia del EMDEN es la historia más extraña de cuantas han navegado por los mares de est planeta nuestro.
El próximo movimiento era atacar la estación de comunicaciones de Direction Island, en las islas Cocos, terminal de los cables telegráficos submarinos que unían Australia con el resto del mundo. El 9 de noviembre el EMDEN llegó a las Cocos y el trozo (destacamento) de desembarco del crucero, compuesto por 50 hombres al mando del teniente Hellmuth von Mücke, desembarcó para destruir las instalaciones. La estación de radio de las Cocos transmitió inmediatamente un mensaje "El EMDEN está aquí" y poco después los radiotelegrafistas del crucero alemán interceptaron una respuesta del crucero australiano SIDNEY advirtiendo de su llegada en auxilio de la estación.
Durante toda la travesía del EMDEN, los extraordinarios radiotelegrafistas del crucero habían salvado a la nave una y otra vez, interceptando las señales de las naves aliadas y calculando eficazmente su posición, lo que daba a Von Müller la ventaja de saber dónde estaba el enemigo. Estos especialistas que realizaban su callada labor encerrados en el angosto cuarto de radio tenían en sus manos la suerte del buque y habían cumplido su importantísima labor con una eficacia absoluta.
¡Pero eran humanos! Y errare humanum est. Aquella limpia mañana, los radiotelegrafistas del EMDEN cometieron el único error de su vida, precisamente aquella mañana... Los técnicos calcularon la posición del SIDNEY con un error de centenares de millas. Von Múller, al recibir el informe, sonrió confiado, había tiempo de sobra para destruir los cables y escapar perdiéndose en el infinito mar.
Mientras el trozo de desembarco cortaba los cables, los serviolas del EMDEN divisaron una columna de humo. ¿Sería el BURESK? No. No era el BURESK... ¡era el SIDNEY! El poderoso crucero australiano que llegaba a toda máquina para cazar al EMDEN sin posibilidad de escape. Von Müller supo inmediatamente que la suerte de su nave estaba echada y partió para enfrentarse a la destrucción valientemente mientras los miembros del trozo de desembarco contemplaban impotentes desde la playa cómo su nave partía hacia el enemigo aún invisible para ellos. El EMDEN no era rival para el SIDNEY, armado con cañones de 150 mm, mucho mejor protegido y más veloz. Pero Von Müller dirigió a su nave contra el poderoso enemigo valientemente.
A las 0940 el EMDEN abrió fuego y tras media docena de salvas, acertó destruyendo el sistema de dirección de fuego del SYDNEY. Éste se retiró fuera de alcance de las piezas del EMDEN y empezó a machacarlo con sus cañones de 150 mm, silenciado uno tras otro a los del EMDEN y sembrando de muertos y heridos la nave. A las 1115 un proyectil alcanzó la sala de calderas, y Von Müller, para evitar la total aniquilación de su tripulación, dirigió la nave hacia el arrecife de coral cercano a la isla de North Keeling conde embarrancó. Rápidamente, los alemanes quemaron la bandera de combate de la nave para impedir que cayera en poder del enemigo.
El EMDEN embarrancado y desmantelado por los proyectiles del SIDNEY. Pueden verse con claridad los grandes boquetes abiertos en el casco por los proyectiles que destruyeron todo el interior de la nave.
Entonces, el SYDNEY partió en busca del BURESK cuya escasa velocidad le impidió escapar del veloz crucero australiano. Cuando los serviolas alemanes divisaron al crucero australiano, su comandante, el formidable Lauterbach comprendió inmediatamente lo que había ocurrido. Rápidamente ordenó abrir los grifos de fondo y hacer estallar las cargas de demolición colocadas en previsión de que la nave fuera sorprendida y embarcando en los botes esperó tranquilamente a los australianos mientras su nave se hundía. Tras recoger a los tripulantes, el SYDNEY regresó junto al EMDEN. Los tripulantes del crucero alemán no disponían de botes salvavidas, porque la mayor parte de ellos fue utilizado para trasladar al trozo de desembarco a la isla y el resto fue destruido en el combate. Por lo que los marinos alemanes no pudieron dejar la nave, embarrancada como estaba en el arrecife y tuvieron que aguantar toda la noche sobre la nave atacada por las olas. Además, en toda la nave no quedaba ni un solo bidón de agua potable intacto, por lo que las condiciones que debieron soportar esa noche los heridos del crucero alemán fueron terribles. De los 361 tripulantes del EMDEN, 134 murieron en el combate y 44 fueron heridos, incluido el propio Von Müller. Al amanecer llegó el SYDNEY que procedió a trasladara bordo a los supervivientes del crucero alemán
Los marinos del SIDNEY posan a bordo del EMDEN una vez se ha completado el transbordo al crucero australiano de los marinos alemanes supervivientes.
La destrucción del temido corsario provocó una oleada de euforia en Gran Bretaña y sus aliados y el mejor regalo a la recién nacida Marina australiana. En todos los periódicos se alabó el espectacular valor demostrado por los alemanes en aquel combate tan desigual y sir Winston Churchill, entonces primer lord del Almirantazgo, en un sorprendente gesto que recibió el aplauso unánime de la Cámara de los Lores, pidió al capitán del SIDNEY que permitiera a Von Müller y a sus oficiales conservar sus sables como premio a su valor y coraje en la batalla. Los aliados, en medio de aquella terrible carnicería de la guerra europea, saludaban como héroes a los marinos del EMDEN. Lo cortés no quita lo valiente. Los marinos del SIDNEY se llevaron a bordo todos los recuerdos que pudieron del EMDEN para venderlos a buen precio en medio de aquella "EMDENmanía" que recorría el mundo. Mientras, se hablaba de remolcar el EMDEN hasta Australia y exhibirlo allí como trofeo de guerra, pero aquella orgullosa nave no iba a dejarse arrastrar al cautiverio eterno y, digna hasta el final, se partió días después en dos y dejó que las olas lo desmantelaran hundiéndolo allí para siempre.
Parecía que la aventura del EMDEN había terminado... Ni mucho menos.
El trozo de desembarco al mando del teniente Hellmuth von Mücke no iba a quedarse sentado en la playa esperando a que los hicieran prisioneros. Frente a la estación de las Cocos se hallaba anclada una pequeña goleta de madera de 97 toneladas, la AYESHA, utilizada para el servicio entre islas. Rápidamente embarcaron en ella agua y provisiones que los de la estación les dieron encantados con tal de verles marcharse de allí y evitar una batalla en la playa. La AYESHA, tripulada por los valientes muchachos de Von Mücke, atravesó todo el océano Índico consiguiendo llegar a Arabia tras una larga y dura navegación llena de peligros. Una vez en Arabia, los marinos germanos tuvieron que recorrer 2.000 Km. de desierto, hostigados por las tribus árabes que les atacaron en varias ocasiones ocasionándoles algunas bajas, y llegando al fin a una guarnición turca desde la que fueron escoltados hasta Constantinopla, de donde fueron repatriados a Alemania para continuar combatiendo por su país.
¿Y los prisioneros?
La leyenda del EMDEN habría de sobrevivir a la propia nave: la leyenda de sus supervivientes que a bordo de la AYESHA navegaban hacia la libertad o a bordo del SIDNEY hacia el cautiverio... o al menos eso era lo que los británicos pensaban, porque el magnífico Lauterbach, ahora preso en la India, tenía otros planes...
En el campo de prisioneros, Lauterbach era el rey, tanto para sus compañeros alemanes como para sus guardianes hindúes que le consideraban casi como la reencarnación de un héroe mitológico por sus proezas. Lauterbach, hombre de mente clara y fría, supo granjearse la confianza de sus guardianes amenizándoles con sus historias de puertos y travesías que despertaron la imaginación de aquellos hindúes. Pero pronto comenzó a relatar otro tipo de historias: las historias de la guerra de trincheras en Europa donde miles de hindúes eran sacrificados como carne de cañón. Y Lauterbach supo sacar partido a esa historia relatando cada noche los horrores a los que los hindúes se enfrentaban por culpa de la dominación inglesa, asegurándoles insistentemente que pronto ellos mismos serían llevados a Europa para suplir las muertes de sus compañeros. El resultado fue que tras varias semanas, los soldados hindúes del campo de concentración, hábilmente manipulados por Lauterbach, se sublevaron contra la Corona Británica arrastrando con ellos a todos los que habitaban cerca de allí. Los sublevados ofrecieron a Lauterbach el mando militar de la sublevación, pero el formidable marino tenía sus propios planes y con un grupo de camaradas escogidos se fugó del campo aprovechando el jaleo.
Después de mil peripecias que convierten las novelas de Emilio Salgari en cuentos de hadas, Lauterbach consiguió regresar a Alemania para seguir luchando por su país. Al mando de un buque-trampa, consiguió hundir tres submarinos británicos para después recibir el mando de un crucero corsario con el que consiguió nuevos éxitos. ¡Demonios, de verdad que me hubiera encantado tomarme unas cervezas con este tipo!
Para todos los que amamos el mar, el EMDEN, por sus proezas antes y después de su hundimiento, es una nave mítica, una nave mágica en la que la aventura más increíble se convirtió en simple y pura rutina.
Basado en un trabajo de J. I. Lago. Acero y Vapor.
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